Al despedirse de la vida…Cuatro palabras importantes.

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P. Leo Pessini, Superior General de los Religiosos Camilos. Revista HUMANIZAR.

En estos tiempos de un mundo globalizado y online, de relaciones cada día más superficiales y virtuales, necesitamos redescubrir la importancia del encuentro personal.

No existe instrumento, aparato o sustitución artificial que pueda dar significado a una situación humana que a veces se presenta dramática, principalmente cuando perdemos a alguien querido en nuestras vidas. Emerge aquí la importancia de la presencia y la capacidad de verbalizar cuatro palabras que dicen mucho de nuestros estados de ánimo interiores. Si tuviéramos abiertos los oídos para escuchar lo que las personas dicen a través de sus gestos, expresiones faciales y lenguaje figurado, descubríamos estas cuatro palabras-sentimientos.
“GRACIAS”. Uno de los sentimientos más profundos del ser humano es ser reconocido y sentirse valorado. Así es cuando agradecemos, expresamos gratitud y reconocimiento por el don de la vida, por las conquistas y, en fin, por todo lo que la vida nos ofrece. En la experiencia del dolor de la pérdida se produce un gran desencanto, y muchas veces lloramos, clamamos o nos rebelamos. Es saludable entonces hacer frente a la vida y a los desafíos que la misma nos presenta en actitud de gratitud.
“DISCULPA”. Ninguno de nosotros es un dechado de perfección. Necesitamos perdón, debemos perdonar y ser perdonados. Somos frágiles y vulnerables, caemos, erramos, herimos y somos heridos en la convivencia humana. El drama llega cuando esa experiencia se transforma en culpa, en un corazón petrificado que no deja sitio al perdón. ¡En determinadas circunstancias tenemos que aprender a perdonarnos mucho por habernos herido tanto! Tenemos ante nosotros una larga jornada de humildad que debemos recorrer para recuperar y dar el debido sentido a unas relaciones rotas y a unos sentimientos y una dignidad heridos.
“TE AMO”. Sin amor no existe vida. Amar es una expresión profunda de afectividad y ternura humanas. Es lo que hace que con nuestros ojos inundados de lágrimas brillen y que veamos los hermosos colores de la vida, acreditando así que incluso cuando experimentamos el sabor amargo de los días nublados y oscuros, el sol sigue brillando por encima de todo. Sin amor difícilmente se encuentra una razón para vivir, y mucho menos un significado para decir adiós a la vida con dignidad y elegancia. Cuando sufrimos el dolor de la pérdida de un ser querido, nadie puede quitarnos ese dolor y aprendemos que la nostalgia es el amor que queda. Amar es también dar permiso a las personas para partir cuando ha llegado la hora.
“ADIÓS”. Es la ley de la vida, un día llegamos... y otro partimos. Una de las experiencias más difíciles del ser humano es la partida de un ser querido. Sin embargo, desde el nacimiento hasta el último día de nuestra existencia, la vida no deja de ser una serie de innumerables partidas, algunas temporales, otras permanentes. Frente al adiós final de un ser querido surge la necesidad de ajustarse a esa nueva realidad en la que el otro no volverá a estar presente. Así acontece cuando conseguimos sustituir la presencia  física por el dulce recuerdo que nos dejó. En este sentido, el aparente absurdo del fin puede transformarse en la conclusión feliz de una jornada de la vida y en un nuevo comienzo. Lee al P. Pessini en la Revista HUMANIZAR. ¡Suscríbete!