Conclusiones de las XII Jornadas Nacionales de Humanización de la Salud

Reunidos en Málaga casi 200 personas durante los días 19, 20 y 21 de abril de 2007, un grupo de profesionales y voluntarios del mundo de la salud, hemos compartido algunas reflexiones sobre la humanización en lo que se refiere al final de la vida.

MADRID.- Estamos convencidos de que una sociedad más humana es deseada en todos los ámbitos de la sociedad, en el mundo de la sanidad y de la salud en particular y en el final de la vida de modo especial por la vulnerabilidad en la que el ser humano se encuentra. Entendemos que la cultura médica y sanitaria de hoy, que construimos tanto profesionales como pacientes y familiares, padece algunas patologías que permiten hablar de deshumanización. Consideramos que la cultura paliativa puede constituir un fármaco para algunas de estas patologías, aportando una visión más cargada de la racionalidad que integra la sabiduría intelectiva y la sabiduría del corazón, que ve al ser humano sufriente en su globalidad, que promueve una atención interdisciplinar y una sana integración de la vulnerabilidad y del morir en la vida humana. Durante estos días, hemos tomado una conciencia más clara de algunas cuestiones que interesan a todos los agentes del mundo de la salud y a la sociedad en general, de manera particular a los que se relacionan con los enfermos al final de sus vidas: 1. Humanizar el final de la vida exige hacer la paz con la condición humana finita, integrar la propia muerte y aprender de los valores que se desvelan en la mirada serena a la muerte como parte de la vida. 2. Creemos que humanizar el final de la vida implica relaciones entre las personas basadas en la verdad, en la autenticidad, en el empeño por eliminar el dolor innecesario, por promover la autonomía y la privacidad. 3. Reivindicamos que los cuidados paliativos, cuando están debidamente indicados, constituyen un derecho de todas las personas potenciales, no solo unas pocas, por lo que habrán de ampliarse aún mucho los programas y servicios destinados a estos pacientes. 4. Estamos convencidos y convencidas de que la humanización no es una sólo una buena intención, sino que actúa, entre otros en los siguientes ámbitos:
a. En el plano de la política, humanizar creemos que se ha de recuperar la dimensión política de la ciudadanía, no callando ni dando como buenas acciones u omisiones de las administraciones cuando éstas no responden a las necesidades de la población. b. En el plano de la gestión, humanizar supone construir y hacer extensivos más servicios de cuidados paliativos, de tal forma que alcancen a todas las personas a las que estén correctamente indicados. c. En el ámbito de la atención sanitaria, humanizar comporta promover acciones en favor de la deliberación ética, superando actitudes de "control" en las que el paciente no sea el verdadero protagonista. d. En el plano de la cultura, humanizar el final de la vida implica minimizar la cultura tanatofóbica y promover una formación en este tema en la sociedad en general y en las carreras sanitarias en particular. e. En la dimensión personal, humanizar el final de la vida se realiza ineludiblemente en las "distancias cortas", donde se construyen lugares (y no sólo espacios) personales, adecuados a la irrepetible biografía personal. f. En todos los lugares del planeta, humanizar el final de la vida comportará la posibilidad de acceder a los fármacos contra el dolor, a los conocimientos propios de la cultura paliativa, así como a los recursos adecuados para atender a todas las personas al final de sus vidas.
5. Consideramos que en el acompañamiento al final de la vida, los profesionales y voluntarios cuentan con el recurso del counselling para cualificar la intervención, así como con otros recursos de utilidad que contribuyen a procurar confort y facilitan una experiencia saludable de la vida al final, tales como el uso del humor, la rehabilitación integra, etc. 6. Los profesionales de la salud creemos que, además de las competencias técnica, relacional, emocional, ética y espiritual, hemos de empeñarnos cada vez con más esmero en las implicaciones de una competencia cultural que nos permita comprender aspectos específicos del sufrir y del morir en los aspectos distintos y específicos de cada cultura. 7. Quien tiene el deseo de humanizar el final de la vida desde las Unidades de Cuidados Paliativos, tiene también la responsabilidad de promover la investigación para generar evidencia también en este ámbito, no sólo evidencia médica, sino también en las ciencias psicosociales, con la prudencia propia del significado de "evidencia" en mundo de la salud. 8. Queremos incrementar nuestra sensibilidad ante la biografía personal, ante la experiencia subjetiva e íntima para mover la máxima humanizadora de tratar a los demás como desearíamos que nos trataran a nosotros. 9. Deseamos que el girasol sea símbolo de la alianza entre el profesional/voluntario y los pacientes y sus familias, a la búsqueda de la luz y del sentido en medio del sufrimiento al final del a vida. 10. Nos comprometemos a trabajar con empeño para luchar contra el sufrimiento vivido en el silencio no elegido libre y responsablemente. Queremos promover una cultura en la que en las manos y en la mente de los hombres y mujeres haya un corazón apasionado, capaz de discernir el bien, genuinamente recto, un corazón dilatado por la creatividad del amor, un corazón reflexivo y meditativo, capaz de guardar en él la intimidad ajena y custodiarla con respeto, un corazón que haga sentir su latido y su estremecimiento ante el sufrimiento ajeno, un corazón inteligente donde se discierne y se busca el bien, un corazón herido también a la vez que sanador, firme y vigilante, en el que se fraguan los mejores planes y donde se cultiva la mansedumbre y la ternura. La inteligencia del corazón podrá ser el motor de todo proceso de humanización si ésta es escudriñada con verdadera pasión por el hombre, sin miedo a denunciar las injusticias y los signos de deshumanización, sin vacilar ante los riesgos que supone ir dejándose la vida día a día en el empeño de defender la dignidad de toda vida humana al final de la vida.