Humanizar es hacer bien a quien sufre
miércoles, 19 de julio de 2006 22:00h
MADRID.- La lección de clausura del curso, previa a la entrega de diplomas, fue impartida por el Director del Centro de Humanización, José Carlos Bermejo, Religioso Camilo. De un modo ameno y original, el profesor convirtió la teoría en algo vivo. Se trataba de comprobar cómo las reacciones ante el sufrimiento de otra persona pueden ayudar o no. Algunas reacciones son de huida. Con ellas esquivamos y calmamos, aparentemente, cuestiones radicales que nos plantean las personas que están viviendo en medio del sufrimiento y en la incertidumbre que genera esa situación. Nos ponen de cara al dolor y frente a cuestiones de la existencia que pueden incomodarnos. Podemos responder con falsas soluciones.
Son reacciones que no ayudan a quien busca que le escuchemos y comprendamos. Pueden crear una mayor inquietud y llegan a enojar. No humanizan las respuestas huecas, las frases hechas. No hacen ningún bien a quien sufre. Si no puede desahogarse de su sufrimiento puede ahogarse en el sufrimiento. En cambio, un diálogo abierto a la escucha, una comunicación en la que el cuidador se pone en la piel de la persona que está sufriendo, una respuesta delicada que invita a quien está angustiado a comunicar sus interrogantes y a confiarse en medio de su dolor y miedo, es un medio humanizador.
Se trata de una relación sincera y auténtica, necesaria para quien precise comunicar lo que está experimentando. Así pues, para una relación de ayuda, la cuidadora y el cuidador precisan unos conocimientos, habilidades, un dejarse afectar por el otro, saber dar respuestas a las necesidades espirituales de la persona, sean religiosas o no, así como ser conscientes de las propias heridas y fuentes de sufrimiento. No es debilidad comunicar la tristeza o el dolor.
Es un signo de fortaleza, porque en la debilidad está nuestra fortaleza (San Pablo). El Obispo Juan María Uriarte clausuró el acto. Desgranó la cuestión de la regularización legal y la defensa del mundo inmigrante: «La regularización es necesaria en una sociedad evolucionada como la nuestra. El inmigrante necesita no sólo estar preparado, sino estar "en regla". Los que habéis encontrado apoyo para regularizar vuestra situación ante las leyes habéis comprobado que aquí se hace lo posible para lograr este objetivo. La defensa es asimismo necesaria.
En una sociedad en la que por muy civilizada que parezca, priman las relaciones de poder, la población inmigrante es débil. La Iglesia no tiene que discurrir mucho para saber de parte de quién se pone. Le basta mirar a Jesús y leer el Evangelio. Los inmigrantes saben quién está de verdad de su parte. De manera lúcida, incluso crítica cuando sea preciso, pero neta y constante.» El acto concluyó alrededor de una mesa que compartieron inmigrantes y bergareses, unidos en el paso de integración de veintitrés personas en un paso de humanización y de testimonio cristiano.