José Carlos Bermejo felicita la andadura de los 140 voluntarios del Centro de Escucha

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Experiencias, reflexiones y precioso impulso para seguir cuidando y enseñando a cuidar.

José Carlos Bermejo, Director del Centro San Camilo, felicitó al equipo del Centro de Escucha San Camilo, a los 140 los "escuchas" que nutren este pionero servicio gratuito de ayuda, en una emotiva carta leída en la cena navideña que celebraron recientemente."Querido escucha: cuando nos disponemos a celebrar el nacimiento de Jesús de Nazaret, potentísimo humanizador y promotor de la compasión ante el sufrimiento evitable y modelo de cómo atravesar responsablemente el sufrimiento inevitable, te escribo estas líneas, sencillamente porque no puedo no escribírtelas, al igual que el pájaro canta porque no puede no cantar.

    Quiero compartir contigo algunos sentimientos y reflexiones. Seguro que sabes que era una tarde de velatorio por la muerte de un compañero de comunidad, cuando en 1989, en una tarde invernal, en mi habitación de estudiante de Roma, nos sentamos otro compañero y yo para perfilar el proyecto de creación de un Centro en España para impulsar ambas partes de nuestro carisma como religiosos camilos: “cuidar y enseñar a cuidar”. De allí salieron 8 páginas a presentar en la Asamblea Provincial (España y Argentina) con el deseo de que fuera aprobado entre los múltiples proyectos que procedían de un grupo con capacidad creativa. Aquellas páginas, que conservo aún, ya amarillentas, decían: “Medios para alcanzar los objetivos: 1. 2. 3. 4…. El 2, en concreto se desplegaba así: “Centro-gabinete de escucha, grupos de apoyo, apoyo y animación de otros grupos ya existentes”.

    Yo no podía imaginar lo que aquellas líneas podrían significar 24 años después, es decir, hoy. No podía imaginar que con el devenir del tiempo y el esfuerzo de muchas personas, aquello se desarrollaría de una manera tan exponencialmente rica y creativa y con un impacto como el que hoy tiene. Alcanzaba a soñar que escribiríamos libros, sí, porque era el punto 3 del proyecto, pero no que conseguiríamos diseñar un “modelo de intervención en duelo HUMANIZAR”, como el que está a punto de publicarse (de pluma especial de Marisa), o que publicáramos 8 libros sobre duelo, muchos de ellos salidos de la pluma y de la reflexión de los voluntarios del Centro de Escucha, incluyendo a los niños entre los destinatarios...

Tampoco alcanzaba a soñar que 24 años después contáramos con 7 despachos y dos salas de reuniones para grupos de mutua ayuda, dotados de cámara de Gesell algunos de los cuales; y que se saturarían –como lo están en algunos de estos últimos meses-, en dos sedes.

No alcanzaba a soñar que tendríamos másters especializados para la formación de los profesionales y voluntarios que en el Centro prestarían su servicio y que lideraríamos en España la formación universitaria en counselling y duelo.

No alcanzaba a soñar, porque mis sueños, aunque son muchos, son también limitados, que contaríamos en algún momento con más de 100 voluntarios –sois 140 en este momento-, además de los profesionales que directa o indirectamente contribuyen en el proyecto: desde la dirección (general, gerencia, asistencial), hasta la secretaría, la administración, el diseño de proyectos para captar fondos, el mantenimiento de la red informática, la limpieza… que son servicios remunerados.

Mucho menos me imaginaba que surgirían, a la sombra de nuestro Centro de Escucha, otros 14 en España (+ 3 en proceso) y otros 10 en América Latina, con vínculos significativos, como una red de iniciativas armónicas que, con la misma filosofía y el mismo nombre, quieren contribuir a humanizar la sociedad aliviando sufrimiento.

Tampoco llegaba yo a pensar que haríamos estudios, sí, que investigaríamos con el rigor metodológico del análisis de tendencias, de datos, de resultados, de impacto, y que publicaríamos en revistas científicas algunos de nuestros logros y hallazgos en materia de acompañamiento en el sufrimiento, particularmente el producido por la pérdida de un ser querido.

No alcanzaba yo a soñar, hace 24 años, que pondríamos ruedas a un Centro ambulante para extender nuestra capacidad de alcance de personas necesitadas, creando una Unidad Móvil de intervención y de sensibilización como la que acabamos de estrenar y cuya trayectoria debe irse dibujando todavía.

Sin embargo, lo que sí soñé realmente es que era posible, mediante la escucha auténtica, empática, acogedora de manera incondicional, podríamos hacernos compañeros de camino de personas que tienen el corazón roto y necesitan ayuda para sentirse acogidos, comprendidos, para zurcir los rotos producidos por pérdidas, para estimularlo y atravesar lo inevitable e incluso crecer con ocasión de los traumas vividos. Este, además de un sueño, es un firme convencimiento: podemos humanizar caminando juntos en el dolor, socializando en la relación íntima de un espacio cálido, los pensamientos, sentimientos, conductas, preguntas más íntimas que, vividas en soledad, hieren y son más cruentas.

Lo que sí soñé realmente es también que habría generosos voluntarios capaces de colaborar en el proyecto cuya esencia es el milagroso (digno de ser admirado) poder de la escucha activa competente, responsable, supervisada… Soñé efectivamente con que el corazón sufriente puede esponjarse, liberarse, latir más armónicamente, abrirse, ablandarse, robustecerse, para no sucumbir al parón que pueden producir impactos traumáticos que nos acontecen en la vida a los seres humanos.

Sí soñé, y sigo soñando, que habría voluntarios de verdad, de los que la gratuidad solo parece que dejaría de serlo cuando se reconoce que se gana más de lo que se da, cuando se constata que se crece más que lo que se ayuda a crecer, que se madura individual y grupalmente más de lo que pudiera intuirse en origen.

Soñé, efectivamente, que el grado de humanidad de una sociedad se mide también por la actitud que las personas mantienen ante los más débiles, los más vulnerables. Soñé, como sigo soñando, que un mundo más humano es posible con el regalo genuinamente navideño de la escucha. Es navideño porque hace nacer y celebra el nacimiento de luces de colores en el corazón de las personas cuando, en muchas ocasiones, solo se percibían tinieblas y las fuerzas de la oscuridad.

Hoy, al celebrar con vosotros esta Navidad de luces que nacen en los corazones a los que acompañáis, deseo hacer un homenaje en mi corazón a todos vosotros, voluntarios y a los ausentes y a los que incluso ya fallecieron (y también a los pocos contratados presentes) por lo que sois y por lo que regaláis. Sé que no es hecho sin mucho esfuerzo, y que todos pagamos también el precio personal de la empatía, al dejarnos salpicar por el sufrimiento ajeno. Sé que muchas veces vuestra aportación es realizada muy en silencio, casi sin ser reconocida, si no es en lo más íntimo de vuestras convicciones y la serenidad que da el saberse haciendo bien el bien.

Quiero también hacer un homenaje en mi corazón –y os pido que os unáis a él- a una persona que ha fallecido la semana pasada a sus cincuenta y tantos años de edad, y que desde la Administración de la Comunidad de Madrid nos ha apoyado mucho a nivel económico y que se puede decir que ha sido la que más ha creído en el proyecto a nivel autonómico: Pura Verdes. Gracias, Pura.

Mi agradecimiento, pues, hoy, a todos vosotros, voluntarios, que formáis parte del proyecto general del Centro San Camilo y que lleváis a la práctica un sueño compartido que es, como me gusta repetir, la cara más hermosa y quizás menos visible de la actividad del Centro. Que la celebración del nacimiento de Jesús, la Navidad, sea para vosotros y para vuestras familias, refuerzo de la navidad cotidiana que se produce cada vez que, a través de vuestras personas y la fecundidad de vuestras orejas, alumbráis oscuridades y conjugáis los llantos del nacer y el morir y la alegría de vivir.

Feliz Navidad, y felices navidades cotidianas en los corazones a todos y que disfrutemos de este encuentro que tiene más que razones de llamarse navideño".



                        José Carlos Bermejo
                        Director General