Nurya Martínez-Gayol Fernández es religiosa de la Congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. Doctora en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y licenciada en Química y Física, desarrolla su docencia e investigación en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, en el departamento de Teología Dogmática. Experta, entre otras disciplinas, en reconciliación y reparación, abusos y autoridad, pertenece al equipo de teólogos de la CONFER.
Este año es la encargada de inaugurar las III Jornadas de Pastoral de la Salud del Centro San Camilo con la conferencia “La Esperanza no defrauda”. Con motivo de su participación hemos conversado con ella.
P- ¿Qué le parece que se dediquen unas jornadas de pastoral de la salud a la esperanza?
R- Me parece muy oportuno. La desesperanza nos enferma, como individuos, como sociedad y como cultura... La esperanza nos constituye como un elemento propio de nuestra humanidad y como una gracia que prende en nosotros llenando nuestra vida de sentido. En la esperanza confluye nuestra naturaleza y su salud, y así se torna un camino de salvación que nos humaniza.
P- Su ponencia se titula "La esperanza no defrauda" ¿por qué? ¿cuál es el poder de esta virtud?
R- El título hace referencia a la Bula del Año de la Esperanza recién estrenado. Pero al hablar de la esperanza que no defrauda, he querido poner un foco de atención en el hecho de que hay muchas esperanzas canijas, pequeñas, pasajeras, de corto alcance en nuestras vidas...que tarde o temprano nos defraudan. Yo he querido hablar de esa esperanza que nace en contextos de muerte, de dificultad, de injusticia... y en su pequeñez y fragilidad es capaz de mostrarnos que no defrauda. Una esperanza anclada en Dios, y que son los más vulnerables, los más pequeños, los más heridos y desesperanzados... los más capaces de reconocerla y dejarse abrazar por ella, y por su aliento de vida y de sentido.
P- Las dos conferencias centrales de estas jornadas están protagonizadas por dos mujeres. ¿Qué aporta en la actualidad la voz femenina en el mundo de la espiritualidad? ¿También es un momento de esperanza para las mujeres en la Iglesia?
R- No sé si es casualidad o no. Siempre siento un poco de temor a esa tendencia a convocar “mujeres” un poco por moda, o por búsqueda de paridad. En principio, me gustaría decir que la cuestión de la esperanza no tiene género. La esperanza es una dimensión que nos constituye como seres humanos. Somos en tanto que somos capaces de proyectarnos hacia adelante, de anticiparnos, de adentrarnos en el futuro y de atraerlo a nuestro presente. La esperanza que no defrauda es un don. Tampoco esa esperanza tiene género. Ahora bien, uno de los temas que abordo en mi participación es la capacidad de la esperanza de nacer en el lugar de la pérdida, de la marginación, de la opresión…
En ese sentido, pienso que históricamente las mujeres hemos estado en lugares existenciales desde los que es más posible abrirse a la esperanza, buscarla y adherirse pacientemente, pero también arriesgada y ardientemente a ella. Tal vez por ello, de hecho, las mujeres hayamos desarrollado órganos de detección de esa esperanza que no defrauda. Obviamente también hay varones que lo han hecho. Pero de una forma general y mayoritariamente, la pobreza y la marginación en nuestro mundo, la han sufrido y la sufren mayoritariamente las mujeres. Por esta razón encuentran más fácilmente esa vía de tránsito que es la esperanza.
Y una segunda cuestión que desde mi punto de vista es vital, tiene que ver con el hecho de que la esperanza cristiana es siempre una esperanza con otros y para otros. Estadimensión de esperanza solidaria, y de capacidad de renuncia a la propia esperanza para luchar por las esperanzas de los desesperanzados no es fácil de vivir, ni para varones ni para las mujeres. De nuevo, sin tratarse de nada constitutivo, esa lucha callada, sin micrófonos, sin luces, sin poder… tengo la sensación que ha sido y sigue siendo un posicionamiento que mayoritariamente hacen las mujeres.
P- ¿Es el Jubileo de la Esperanza un momento de esperanza para las mujeres?
R- Sin duda, pero no más ni menos que para los varones. Hay una cierta tentación a asignarnos temas, espacios, actividades… como propias nuestras. También a que parezca una gran suerte que se den algunos cambios dentro de la Iglesia que, en realidad, lo que hacen es devolvernos un lugar que nos había sido usurpado.
Ojalá que sea una ocasión para dar algún paso más en esa conversión sinodal que nos invita a caminar juntos, como hermanos, como hijos e hijas de Dios. Ojalá que se hagan realidad en algún momento de nuestra historia eclesial aquella afirmación de Pablo en la carta a los Gálatas, recordándonos que somos “uno en Cristo” y que todas nuestras diferencias (no solo las de género) están llamadas a ser “incluidas” en esa unidad.
Foto: Jesús G Feria (cortesía CONFER)