Experto en derecho sanitario, profesor de la Facultad de Derecho (ICADE), miembro del Comité Internacional de Bioética de la Unesco y presidente del Comité de Bioética de España, Federico de Montalvo ve errores, contradicciones y falta de debate en la Ley de Eutanasia. Participó en las recientes Jornadas de Ética Asistencial, organizadas por el Centro de Humanización de la Salud San Camilo, abogando por la objeción de conciencia. Según explica en esta entrevista, le preocupa que la nueva norma altere el rol del médico y no reconozca la libertad ideológica de las personas jurídicas.
Ha sido una tramitación muy rápida. ¿Echa de menos el debate?
En la tramitación de Ley de Eutanasia faltan en el debate parlamentario diferentes instituciones y sujetos como el Consejo General del Poder Judicial, la Fiscalía, la Organización Médica Colegial, el Consejo General de Enfermería, el Colegio de Farmacéuticos y el Comité de Bioética de España, aunque este haya emitido un informe. Esto le hubiera dado a la Ley una fortaleza y es una pena que no sea así.
¿Es mejorable?
Aunque tiene errores, lo que me preocupa es que el problema del final de vida no se resuelve recurriendo a un derecho a morir desde lo público. Yo creo que no es la alternativa principal. Es una Ley que tiene sus riesgos para las personas más vulnerables.
¿El derecho a morir es una contradicción?
Sí, porque quienes lo invocan lo posicionan en el concepto de dignidad. Eso significa que el derecho a morir habría que reconocérselo a todos, cuando la ley lo limita a unas personas concretas: enfermos terminales y crónicos. La dignidad es una condición sustancial de todos los seres humanos. Para mí esta ley parte de un elemento que no es cierto, la persona que pide morir no está ejerciendo el derecho a morir sino el derecho a no sufrir, pero quiere la muerte como única solución a su problema. Si a esa persona se le ofrezco otra solución con la que dejar de sufrir, cesaría su petición. Esa persona no está pidiendo morir, está pidiendo no sufrir. Por eso digo que las alternativas cobran mucho sentido.
¿Eso pasaría por una Ley de Cuidados Paliativos?
Sí, y por una interpretación de la sedación paliativa en un sentido amplio, por un derecho a no sufrir. Lo que conectaría con la dignidad. El objetivo es la clave: con la sedación paliativa no persigo matar sino eliminar el sufrimiento, aunque asuma la muerte como consecución del objetivo. Hay que hacerse la pregunta “¿hago esto para matar o para paliar el dolor?”. Nunca diría que esta ley se hace para matar ni que los que no apoyan la eutanasia quieren que la gente sufra. Estos son extremismos que no conducen a ningún sitio. De lo que todos tenemos que darnos cuenta es que hay alternativas para manejarlas con un criterio de bondad y poner al ser humano en el centro para aliviar su sufrimiento. El sufrimiento no sólo físico sino también el “dolor del alma” que a la sociedad le cuesta entender. Todavía hay un tabú en la enfermedad mental y se desprecia el sufrimiento existencial.
Le preocupa que esta ley altere el rol del médico, por lo que quiere trabajar en la objeción de conciencia.
A mi preocupa que la sociedad quiera alterar la función de trabajo en un determinado contexto. El rol de la profesión del médico nunca ha sido acabar con la vida de alguien sino aceptar la muerte como consecuencia necesaria de lo que ha pretendido: curar o cuidar, pero nunca matar. Y esto va a tener consecuencias, porque ya el paciente no va a ver al médico como aquella persona de confianza sino como alguien que en un momento puede acabar con su vida. Se altera la relación de confianza.
¿La objeción de conciencia puede salir adelante?
La ley recoge la objeción de conciencia de forma estricta. Habla de la directa y no permite la colectiva como persona jurídica, así las instituciones no podrían objetar aun teniendo libertad religiosa. Algo muy discutible, porque solo recoge la objeción de las personas físicas. Es como si las comunidades no tuvieran conciencia a pesar de su libertad de pensamiento. Lo que contradice nuestra Constitución, pues reconoce la libertad ideológica de las personas jurídicas. Esto lo he planteado en las últimas Jornadas de Ética Asistencial del Centro San Camilo, donde ha habido algo muy bueno: la prudencia, que a mí me recuerda mucho a la Universidad Pontificia Comillas donde doy clases. En este tema hay que eliminar los extremos, tenemos que escuchar y hacernos entender dialogando, debemos encontrarnos en el respeto.