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Diez miradas sobre Camilo de Lelllis

Los religiosos camilos, y todos los que participamos de su misión, estamos de fiesta. Desde el 13 de julio de 2013 y hasta el 14 de julio de 2014, celebramos 400 años de la muerte de nuestro fundador Camilo de Lellis. Este aniversario es un momento oportuno para hacer memoria, reconocer y agradecer la vida de este gran hombre. Pero no quisiéramos quedarnos sólo en el pasado sino que queremos vivir esta celebración como una ocasión preciosa para descubrir, saborear y actualizar su legado. Y eso es lo que pretendemos en esta sección que nos acompañará a lo largo de este año. En los próximos números iremos descubriendo y profundizando en algunas de las intuiciones y dimensiones del carisma camiliano.

 



Por Francisco Javier Rodríguez, Oficina de Comunicación de la Provincia de los Religiosos Camilos

 



Un joven alocado

 



Jugador empedernido, pendenciero, testarudo, son solo algunos de los adjetivos que utilizan aquellas personas que le conocieron de joven o se han acercado a su vida. Huérfano de madre cuando apenas era un chiquillo de 13 años, su juventud transcurre en la milicia. Soldado afortunado recorre mares y tierras, asedios y batallas con sus compañeros de armas. Camilo es un joven que quiere vivir muy deprisa, quiere experimentarlo todo y busca la fortuna como gran aliada. Sabemos que frecuenta el juego, apuesta y la suerte no le sonríe.



Camilo cambia de rumbo

 



Sin embargo a la edad de 25 años aquél joven se “cayó del burro” y decidió dar un giro a su vida. Camilo se pregunta si el dinero y la gloria que ha buscado con tanto afán, y que tan esquivos se han mostrado, valen tanto como hasta ahora había creído. En las laderas del monte Gargano (Italia) vive una experiencia profunda de reencuentro y decide dedicar su vida a Dios.



Un hombre enfermo que cuida de los enfermos

 



Después de varios ingresos frustrados en los franciscanos, acude al Hospital de Santiago de los Incurables de Roma para ser tratado de una llaga en una pierna. Enfermo sufre por el dolor de la herida pero el sufrimiento mayor es el que le ocasiona vivir el trato descuidado de un personal sanitario sin vocación ni preparación, insensible y, en muchas ocasiones, cruel. Le ofrecen la opción de trabajar en el hospital y desempeña varios oficios. Comienza siendo enfermero luego le nombran encargado y, finalmente, director del propio hospital. En este periodo se multiplica para atender todo y procurar que los enfermos estén mejor cuidados y servidos. Como primer paso para cuidar a los enfermos, Camilo manifiesta un corazón sensible y abierto que comprenda a la persona. Cuando los enfermos llegan desfallecidos al hospital, sucios y harapientos, el mismo los recibe y acoge, los cambia de ropa, los anima con palabras cariñosas, los abraza y acaricia.



Una “compañía de hombres buenos”

 



Camilo soñó con una compañía de hombres generosos que se dedicaran a cuidar de los enfermos con el mismo amor que una madre cuida de su hijo único enfermo. Hoy el sueño de Camilo es una realidad. La orden de los religiosos camilos está presente en los cinco continentes y se extiende por más de 40 países. Hospitales, dispensarios, leproserías, centros sociales… prestan un cuidado a las personas que sufren y quieren ser referentes por la prestación de un servicio que conjugue competencia profesional y humanidad. Impulsor de una reforma hospitalaria Camilo se toma muy en serio su trabajo en el hospital y desarrolla un estilo propio. Inicia una reforma en hospitales esparcidos por toda Italia, desde Milán hasta Sicilia. Genio de la caridad, creativo y comprometido con el cuidado de los enfermos cambió métodos de atención, redactó nuevos reglamentos de asistencia y renovó varios instrumentos de material sanitario para la mejora de la atención de los enfermos. Era un hombre sin muchas letras, pero con sus intuiciones fue mucho más allá de lo que los entendidos y estudiosos de su tiempo podían apreciar.



Cuidar y enseñar a cuidar

 



El cuidado y cariño con el que Camilo cuida a los enfermos no se agota en su testimonio. Camilo quiere transmitir y difundir todo su conocimiento y esta manera de cuidar. Por ello se preocupó por enseñar a otros: a los enfermeros del hospital, a sus primeros compañeros y a los novicios que poco a poco se iban uniendo a él. En este sentido creó una verdadera escuela de enfermería, con precisas reglas asistenciales y un detallado código de hospital. La enseñanza que proponía Camilo bien podríamos definirla como enseñanza integral porque incluía saber (conocimientos científicos), el saber hacer (habilidades técnicas) y saber ser, uniendo las manos que curan y corazón que ama, la técnica y el amor, la competencia profesional y la visión de la fe. Hoy el Centro de Humanización de la Salud es un buen ejemplo de continuidad de la misión de Camilo. Los cursos de formación, las jornadas, la investigación, las publicaciones, la revista y la presencia en internet son medios que reflejan nuestro compromiso en la promoción de un cuidado integral a cada persona y en la difusión de una cultura de la atención digna, humanizada y justa a las personas que sufren.