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"Tener o no tener"

El "tener" posibilita al hombre un mayor desarrollo, pero también puede ser fuente de abuso de poder y olvido de otros valores como la honradez, la capacidad de compartir o simplemente la necesidad de apoyarse en el otro para sentir que los demás también vibran ante nuestras necesidades. Por esto afirmamos que, lo definitivo no es tener o no tener, sino saber convivir sanamente con esa realidad. 

 

El psicoanalista y la monja

Hace unos días un amigo mío, psicoanalista por más señas, se sorprendía porque le dije, tras la consumición de un café, que tendría que invitarme pues había olvidado la cartera en casa. "Yo - me contestó -  no me encuentro bien si no llevo al menos cincuenta euros en el bolsillo". Ese billete era necesario para sentirse seguro en sus actividades cotidianas. Sin él se encontraba como sentado en el vacío, sin posibilidad de maniobra. Necesitaba "tener" para "ser".

 

En el otro extremo de la situación frente al dinero, podemos situar a una entrañable amiga, monja por más señas, que siempre llevaba, a la hora del café, los únicos cinco euros que posibilitaban su vuelta al convento, en transporte público. El resultado: siempre era invitada. No necesitaba "tener" mucho para sentirse alegre, sonreír y poder compartir o que compartieran con ella. No necesitaba "tener" para “ser".

Ambas experiencias pueden ser igualmente sanas, e igualmente patológicas, ya que, en definitiva, no depende de "tener" o "no tener", sino de saber utilizar el poder que siempre da el dinero o aceptar la privación, que su carencia produce.

 

Lo sano estaría en la línea de saber "tener" para posibilitar el desarrollo de nuestras potencialidades. Así:

  • el deportista incrementa sus cualidades físicas,
  • el intelectual crece en su capacidad de saber,
  • el obrero se perfecciona en su profesión.

           

El afán normal de "tener" se vincula siempre al bienestar personal, familiar, o a una idea científica o religiosa; en cambio, el afán neurótico se cimienta sobre la propia inseguridad, el sentimiento de inferioridad o la angustia de la envidia. En palabras de K. Horney podemos afirmar que "el afán normal de poderío nace de la fuerza; el neurótico de la debilidad". 

 

Tipos de propiedad

Eric Fromm, en su libro póstumo, “Del tener al ser”, distingue entre “propiedad funcional” y “propiedad no funcional”. La primera implica la necesidad de cubrir las necesidades primarias (hábitat, comida, vestido, acogida, seguridad, etc.) del ser humano. Es precisa para llevar una vida digna. No podemos vivir sin tener unos mínimos recursos de comida, hábitat, etc. Es lo que podemos llamar propiedad para uso.

 

Este autor señala algunas características:

  • En esta situación se está al filo de lo imprescindible y provoca que la persona no se duerma en los laureles. Produce acción y actividad para no caer en la miseria.
  • En esta posición no se suele llegar a la envidia, pues se tiene poco pero no se apetece más. La persona se encuentra feliz con lo que posee y no añora los bienes de los otros. Su riqueza está en ser feliz con lo que tiene, aunque sea poco.
  • No existe el riesgo de avaricia, pues se parte de la convicción de que la posesión en sí no produce la felicidad, sino el estar en sintonía con lo que se tiene. No se entre en la carrera del consumismo pues se utilizan las cosas en tanto en cuanto sirven para vivir y no se vive para conseguir más cosas.
  • No se está preocupado por la posibilidad de perder el patrimonio, pues, aunque esto ocurriera, se podría recuperar en seguida, dado lo poco que se tiene.

 

En realidad, podemos afirmar que la “propiedad funcional” favorece el “ser” y posibilita un desarrollo y crecimiento psicológico del individuo, sin poner falsos cimientos, ni apoyándose en tierras movedizas, como cuando lo que se pretende es tener más y más.

 

Pero, también existe la “propiedad no funcional” donde la finalidad primaria y última es poseer, como trampolín para sentirse más seguro, libre o independiente, o para enmascarar otras carencias, como la falta de recursos para resolver los conflictos cotidianos. Este tipo de propiedad satisface necesidades enfermizas, provocadas y estimuladas por nuestra sociedad de consumo.

 

Conclusión

Señalamos algunas pistas para una buena pedagogía sobre el dinero:

* Procurar no premiar con dinero las buenas acciones de responsabilidad, lealtad, respeto, obediencia, etc. También puede ser un premio una muestra de afecto, una palabra de agradecimiento, etc. No todo en esta vida se debe comprar con dinero... 

* Es preciso que los signos de riqueza (coches, casas, etc.)  no se presenten como una manera de deslumbrar al vecino del quinto, sino para una mejora en la calidad de vida de la familia.

* No podemos ser generosos para algunas cosas (viajes, vestidos, juguetes, etc.) y tacaños para otras: cultura, salud, habitat, etc. Esta" esquizofrenia de comportamiento" en los padres en nada facilita un desarrollo adecuado en cuanto a la utilización del dinero.

* Por último: fomentaremos todo aquello que favorezca la autoestima y seguridad en el niño, como forma indirecta de que posteriormente no deba apoyarse en el dinero, la riqueza o el poder, para ser feliz.