Revista Humanizar

Calidad Humanizadora

Número 120, Enero-Febrero 2012

"Decíamos ayer"

La revista HUMANIZAR cumple veinte años. Un acontecimiento que recordaremos a lo largo de todo el año 2012. Una celebración a la que invitamos a todos nuestros lectores.
Hoy fijaremos nuestra atención en aquel primer número, fruto de una larga gestación, que llevaba, en su portada, la vida con rostro de niña. Aquel rostro, simpático y tierno, fue un símbolo, no una imagen fija y estática. Así nacemos y nacimos. Como realidad humilde y como proyecto que ha de crecer. Historia tejida de sueños compartidos que convierten las ilusiones en nuevas metas alcanzables y alcanzadas.
Aquel primer número, el de la niña de ojos hermosos y dulce mirada, fue como precursor y anticipo sustancioso de un camino, de una apuesta nunca desmentida, de una opción, de un talante y de una espiritualidad, de un ideario y de una trayectoria ya consolidada. Fue un nacimiento buscado.
Humanizar nació apostando. “Apostamos por el hombre” decía la primera carta del director Jesús María Ruiz. Era apuesta, no temeridad. Pues nacía bien adobada de ilusiones contrastadas, de discernimientos largos, de una opción por valores cualitativos (aunque económicamente poco o nada rentables). No era una apuesta “varonil”, sino humana, por todo lo humano. Por el hombre y por la mujer.
Ese primer número, de hecho, nació cargado de humanidad. Un buen comienzo. Veamos solo algunas muestras.
En el editorial, que lleva por título “Una tarea apasionante” se dice que la nueva revista quiere ayudar a “encontrar la verdadera dimensión de lo humano; no solo la medida de la frontera y del límite, sino también los horizontes de la esperanza”. Y es que la condición humana, que nos es dada a todos, no es una condena ni un circuito cerrado, sino una vocación abierta y nunca realizada del todo. Acertar a vivirla es un reto y una opción, que camina de la mano de valores y de creencias, de estilos de vida y de culturas. De ahí la necesidad de “promover una nueva cultura de la vida, de la salud, de la enfermedad, de la muerte”.
Humanidad dolorosa, sufrida y serena, rebosante, la que nos transmite F. de Mateo, un pseudónimo detrás del cual estaba la mujer, todavía joven, con rostro y figura, a la que, en una malhadada transfusión le inyectan el virus del SIDA. “Tengo el Sida, Dios ¿Por qué me haces esto?”. Es el grito dolorido y espontáneo de la mujer creyente que, entonces – hace más de veinte años – se sabía abocada a una muerte injusta e inevitable. Vivía el primer momento de un itinerario humano y espiritual conmovedor, de un calvario coronado en gloria. F. de Mateo ha sido la primera de una larga lista de personas, con nombres y apellidos, que, también desde nuestras páginas, han acertado a vivir humana y humanizadamente las adversidades más duras de la vida.
José Luis Martín Descalzo, sacerdote, periodista, escritor y poeta, tres meses antes de su fallecimiento, nos dejó el testimonio de su larga experiencia de enfermedad, en una entrevista concedida al director Jesús M. Ruiz. El sufrimiento, decía “puede ser convertido por el hombre en vinagre o en vino generoso. Lo terrible  - añadía – es que la opción depende de cada uno”. La muerte nos lo quitó como colaborador, pero nos dejó el agradable sabor (del vino oloroso) de una vida cumplida, en la que nunca perdió “el gozo de ser hombre”.
En aquel proyecto humanizador no podía faltar la firma del entonces jubilado activo Cardenal Tarancón. Su primera colaboración llevaba el título “La esperanza me mantiene”. Fue un honor para nosotros. Se dejó “seducir” porque entendió que la revista respondía a una verdadera necesidad social y cultural: infundir esperanza donde el hombre ha de hacer frente al peso de la realidad dura, o a la tentación de desencanto, o al espejismo de falsas promesas. La esperanza, en cambio, ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos, a humanizar el tiempo de la vida, a despedirse agradecidamente de este mundo. Nos acompañó el añorado Cardenal durante tres años dejando para todos, en la privilegiada sección “Firma”, trece sabias aportaciones.
Aquel primer número, que he revivido con cariño, tenía menos color que los actuales (¡ay, la economía!), pero no menos calor ni calidez. La vida, la frágil y la entera, surca por sus páginas. Está muy pegado a la realidad. Abundan los testimonios. No falta la entrevista al gerente de un gran hospital madrileño. Encontramos con gusto firmas y temas que nos han acompañado a lo largo de estos 20 años, como José Carlos Bermejo, Julián del Olmo, Araceli Caballero, Pilar Martínez Barca y yo mismo.
Veinte años sembrando, saliendo a la luz cada dos  meses con buenas noticias e infundiendo aliento, apostando por un mundo más humano, más a la medida del hombre/mujer, más en consonancia con el corazón de Dios.

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