Revista Humanizar

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En el ocaso, el sol es amarillo

"1. La soledad sonora...Laura vive sola pero en su casa y su corazón hay más presencias que ausencias. Todos, presentes y ausentes, cada uno en su sitio. “Tula”, la gatita de compañía, a su vera atenta a cualquier movimiento que esté fuera del guión. Sus hijos, colgados al teléfono para estar puntualmente informados.

Por Julián Del Olmo

En la mesilla de noche, desde una fotografía de juventud, su difunto esposo vela sus sueños y sus insomnios. La “medalla” de la tele-asistencia la lleva encima por si hubiera una emergencia y el “rosario”, en el bolsillo para tenerlo a mano. Hace más de cuarenta años que Laura vive en el barrio y los vecinos son parte de su familia. Ella fue servicial con todos y ahora los vecinos le están devolviendo amistades y favores.

Le compran el pan los días de lluvia y frío y la visitan a diario. Yo le llevo la comunión porque sé que le da Vida. Me emociona cuando dice con palabras que le salen del corazón: “Señor, no soy digna de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Visto lo visto, a Laura no le falta nada, si acaso algo más de salud y alguna visita más de sus hijos y nietos.

2. Con mucho cuidado

Últimamente he andado de médicos y quirófanos. La visita a los médicos es ya una rutina y lo de pasar por el quirófano tampoco es nuevo. De momento nada del otro mundo y toco madera. En los días previos a la intervención, la pregunta obligada de propios y extraños era: “¿Quién te va a cuidar cuando te operen?” Se supone que a los enfermos los cuida la familia directa, que entre otras cosas también está para eso, pero ¿quién cuida a los “unifamiliares”?

He visto a muchos enfermos, en hospitales y en sus casas, más solos que la una. Yo no tengo esposa ni hijos que me cuiden pero tengo hermanos y amigos del alma que han hecho guardia junto a mi cama en el hospital y en casa. Me he visto obligado a rechazar ofertas de ayuda generosa porque la necesidad no daba para más.

Las ofertas de oraciones, que fueron muchas, las recibí todas con mucho agrado. Durante la recuperación he tenido que solicitar “tiempos muertos” para las llamadas telefónicas y las visitas porque me faltaba espacio para el silencio, la meditación y la oración. No cabe duda que mis hermanos y mis amigos son de matrícula de honor y yo un privilegiado por tenerlos tan cerca de mí.

3. La sonrisa tatuada

Angelines tiene la sonrisa tatuada en su cara y en su alma. No es una máscara sino el fruto maduro de un corazón bondadoso y servicial. El toque evangélico (la alegría del Evangelio) hace que su sonrisa sea natural y armoniosa. Angelines es esposa, madre, trabajadora por cuenta ajena, ama de casa y voluntaria en un centro de menores con discapacidad extrema.

Los fines de semana, dedica unas horas a sus “niños” que la han vuelto loca de amor hacia ellos. Estos niños y niñas son tan especiales que no hablan con palabras del diccionario sino con los ojos, los besos y las caricias. Angelines se comunica con ellos a través del lenguaje de la ternura y el cariño que es su especialidad. Son niños normales.

Van a la escuela, pasean en silla de ruedas por el parque y sueñan como todos los niños pero no cuentan sus sueños para nadie se los robe.

4. La edad no perdona

He presenciado una discusión de alto voltaje entre un padre y su hija. El padre tiene 80 años y está enfermo. Ni corta ni perezosa, la hija sentenció: “Papá, ha llegado la hora de contratar a una persona para cuide de los dos porque ya no os podéis valer por vosotros mismos”.

El padre negó la evidencia: “Ni tu madre ni yo somos tan inválidos como tu crees” (la madre también es mayor y está enferma). Empezó la guerra y el fuego cruzado. “¡Arregla tu casa y déjanos a nosotros en paz”!, disparaba con bala el padre. “No te voy a dejar que te salgas con la tuya!”, respondió con munición pesada la hija. Gracias a Dios, solo hubo heridos, todos de la misma familia. Desde hace algunos días, una señora ecuatoriana cuida a los dos ancianos. ¡Cuánto nos cuesta reconocer las propias limitaciones y las de los demás!