Revista Humanizar

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Reencantarse con el arte de cuidar

Vivimos hoy una verdadera “crisis de humanización” cuyos síntomas más evidentes se manifiestan con el descuido, descanso, indiferencia y abandono de la vida más vulnerable que claman al cielo.

Por Leo Pessini, Superior General de los Religiosos Camilos

Por citar solo algunos ejemplos: nos encontramos con niños hambrientos deambulando por nuestras ciudades, aumenta el número de los excluidos, hay poca consideración con los ancianos y los que sufren, no se respeta el medio ambiente, y las instituciones de salud, técnicamente impecables, son frías, carecen de alma.

Felizmente, estamos comenzando a tener ejemplos de sensibilidad y solidaridad en relación con la vida humana vulnerable por la enfermedad y el sufrimiento, a estar de acuerdo en que la esencia de la vida es el cuidado. ¿Y qué se entiende por cuidado? La palabra terapéutica se deriva del griego therapéuo, que significa “yo cuido” En la Grecia antigua, el thérapeuter era quien se ponía al lado del que sufre, el que compartía la experiencia de quien sufría para poder comprender el dolor, y desde ahí desplegar sus conocimientos y su arte de cuidar, sin saber si podría realmente curar. Para comprender la enfemedad, se interesaba por la totalidad del que sufría, inclinándose para oirle y examinarle. Esa inclinación (klinos, en griego, término del que se deriva la palabra clínica) significaba también reverencia y respeto ante el sufrimiento del otro.

Cuidar, más que un acto aislado, es una actitud constante de ocupación, preocupación y ternura con el semejante. En las palabras de un paciente compartimos la reflexión de un amigo camilo, Tom O´Connor, que fue capellán del famoso hospice Saint Joseph, en Londres, sobre lo que significa cuidar.


Cuidar es cuando tú:

- te acercas a mí, aun sabiendo que no puedes atender mi más profundo deseo, es decir, mi curación; - me visitas, aun sabiendo lo que todos sabemos, que estoy despidiéndome de la vida; - continúas viéndome, aun siendo uno de los representates de una de las profesiones que fracasarán al querer curarme; - vienes a verme, porque crees en mí, tenga o no curación mi enfermedad; - pierdes tu tiempo conmigo, aunque me encuentre en una situación tan frágil y sea incapaz de darte algo a cambio. No puedo ni decir “gracias” con elegancia; - me haces sentir como alguien especial, aunque yo sea como todos los demás pacientes; - no me ves como un caso perdido, sino como alguien, y así me ayudas a concentrarme en vivir; - recuerdas pequeñas cosas mías, te interesas por mi pasado, mi futuro y mi familia; - dices “buenas noches”, lo que no significa “adiós”, sino tratar de infundirme la certeza de que volverás al amanecer; - no te con concentras en mi “malhumor”, sino en mí como persona; - te acercas a mí sin aires de un profesional insensible, sino como persona humana que todos somos; - oigo a mi familia hablar bien de ti y se siente confortada con tu presencia; - haces que me sienta seguro con tus palabras.

El cuidado auténtico es amor; tiene un poder peculiar, que es el poder del amor.

 

Es bueno preguntarnos: ¿Qué marca estamos dejando en nuestras vidas y en las vidas de las personas con las que nos relacionamos? ¡Ojalá sea siempre una marca de ternura y cuidado, o de ciencia con ternura!