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La ciudad digital: luces y sombras

Son gentes con impulsos y gustos por el cambio acelerado. Están acostumbrados a seguir formas con cambios acelerados, a estar pendientes de la estética de los ambientes y a aceptar la religión del estilo. Les apasiona lo que cambia rápidamente y mitifican la velocidad.

Centrados en el consumo: viven para consumir y experimentan el máximo placer en el consumo. El consumismo es una serie de devociones y casi una religión. Son abúlicos y orientados hacia la excitación: no participan plenamente en la vida real, están acostumbrados a ser espectadores pasivos y por ello sienten sin voluntad, pero para compensar este estado psicológico buscan la excitación constante, sobre todo en forma de discurso audiovisual estridente.

Son también de una cierta docilidad política. Como no participan activamente en la vida social, son propensos a dejarse arrastrar por el mimetismo y por la manipulación de masas. Les definen como adaptables. Se adaptan al entorno, no se amparan en instituciones firmes y estables y pueden cambiar con la facilidad que les reclama cada cambio ambiental.

Se les califica también de comunitaristas. Les gusta sentirse integrados en comunidades de estilo de vida, de las que obtienen modelos y seguridades psicológicas. En este sentido ni son individualistas, ni son auténticamente comunitarios, ya que estas comunidades a las que pertenecen son, fundamentalmente, formales y se basan en las apariencias. Podríamos decir que son comunidades debidamente higienizadas.

Son también fragmentarios. La dispersión y saturación de los mensajes que reciben les lleva a captar una visión de la vida hecha de fragmentos, de retales, de discursos descontextualizados y sin memoria. Los podemos también definir como inestables. La predisposición al cambio les conduce a la falta de seguridad y a la inestabilidad psicológica. Son vulnerables y les gusta esta inestabilidad.

¿Cómo son las instituciones digitales?

Son dislocadas y descentralizadas. Han perdido el lugar, el espacio y ya no constituyen recintos sino que deben proyectarse mediante redes de comunicaciones si quieren seguir siendo eficaces. También son adaptables y flexibles. Tienen que transformar las formas y comportamientos para adaptarse a la psicología de los nuevos usuarios que no aceptan ya estructuras fijas e inmutables, que procuran alcanzar el valor principal de la flexibilidad.

Son controladoras y automatizadas. Son instituciones que tiene que racionalizar los procesos, controlarlos mediante algoritmos estadísticos y mejorar la eficacia de los recursos que utilizan. Un cierto sentido economicista ha invadido el funcionamiento de cualquier tipo de institución.

Son inestables. El sentido propio de la adaptabilidad y flexibilidad hace que las instituciones sean inestables, alejadas de principios firmes y volcados al cambio. También son poco emotivas. En la medida en que se separan del espacio y del tiempo real, el contacto humano que fomentan es virtual y falto de emociones y de psicología.

Así son, pues, los individuos e instituciones de la sociedad digital. Personas sensibles a la mimetización de los demás, al cambio constante, al estilo, al consumismo y a la virtualidad higienizada. Son instituciones inestables, dóciles a la economía, volcadas al cambio constante y a la adaptación, globales, frías y poco emotivas, racionalizadas. Así puede ser nuestro futuro digital.

Globalización audiovisual

La educación en medios tiene que rescatar los valores que ayudan a configurar esta red audiovisual —internet y televisión digital— que está globalizando el planeta. Sin embargo, esta red, que no está exenta de riesgos, puede representar la unión, un cierto sentido de comunicación, y en consecuencia, de comunidad. Esta red significa diálogo, intercambio de puntos de vista, búsqueda del acuerdo y el consenso. Significa, también, aspiración al flujo igualitario de información, a la abolición de las diferencias de clase y de estatus.

Esta red como valor es una aspiración de unidad, de comunión en la que tiene que basarse la educación en medios. Esta red, más allá de las posibles perversiones, tiene en esencia un sentido pacífico y contribuye a la construcción de un estatuto cosmopolita, de un ciudadano global y universal en el que todos los ciudadanos del mundo se puedan ver comprometidos.

Cuando la red audiovisual visita al individuo, puede abrirle nuevos horizontes de conocimientos, de intercambios y de relaciones. Puede ayudarlo en el trabajo, facilitándoselo, complementando su quehacer cotidiano con la de otros que, a pesar de estar a una larga distancia, pueden compartir objetivos y deseos.

La red puede potenciar la comprensión de las personas sobre su mundo, y procurarle más consciencia y autonomía. Nos puede comprometer a cada uno de nosotros con lo que pasa en el resto del mundo y aumentar nuestro sentido de compasión, de la solidaridad, y de los que desde muchas religiones se conoce como caridad.

Atrapados en la red

Hasta aquí los aspectos constructivos, pero la red puede ser una trampa para la independencia y autonomía de los individuos y constituir una vía de penetración e invasión para las estrategias de márquetin y de comercialización, además de poder ser un vehículo de ideologización y manipulación muy poderoso.

La red también nos puede atrapar, obligarnos a una conexión permanente que nos aleje de nuestro propio mundo interior. La red puede atrapar a niños y jóvenes y conducirlos a una existencia vacía; conducirlos continuamente a charlas vacías de sentido y a juegos violentos y agresivos. Frente a esta posibilidad, la educación en medios tiene que dedicarse a construir valores, proponiendo una revisión crítica de los procesos, y exigiendo, también, una transformación de las condiciones negativas.

Universo e-learning

La red audiovisual puede construir algo parecido a una escuela universal que acerque los recursos del conocimiento a cualquier lugar y puede ser un vehículo perfecto para conectar a los que aprenden. Lo que se denomina e-learning puede revolucionar las formas de aprendizaje, haciéndolo más profundo, sólido y diverso.

Los medios telemáticos en las escuelas pueden potencias nuevos estilos de aprendizaje, adaptar las tareas y los recursos didácticos a las necesidades de cada niño o de cada aprendiz, simular situaciones con las que adquirir experiencias imposibles de obtener de otra forma. Los profesores del mundo se pueden sentir asistidos y ayudados en su trabajo por la obra de la Red de redes. Todos estos aspectos son, sin lugar a dudas, constructivos; pero la red aporta también elementos disolventes y destructivos.

El uso de la red, sin la debida vigilancia, puede estar introduciendo en el aprendizaje fuentes interesadas, poco rigurosas y oscurantistas. Esto se puede producir en campos muy sensibles como pueden ser la medicina, la farmacia, la genética y otros; pero es más sutil el efecto en cuestiones que afectan al pensamiento social, al pensamiento político y cívico.

La red, especialmente en su dimensión televisiva, nos puede alejar del auténtico acto pedagógico y substituir el auténtico magisterio y el esfuerzo del aprendizaje —y por qué no decirlo, también su placer— por un sucedáneo de transmisión de conocimientos, por la saturación de la información y por un tecnicismo vacío de contenido. La red puede privar también de sentido el acto creativo y original que tiene siempre que acompañar al auténtico aprendizaje por un copy-paste sin límite ni moderación. La red nos puede conducir al espejismo de sustituir cantidad de información por conocimiento y lo que es más esencial, por sabiduría de la vida.

Administración electrónica

La red, en su aspecto más constructivo puede potenciar lo que se denomina egovernment. Es decir: profundización en la administración electrónica, por una parte; y por otra, el avance de la democracia electrónica. La administración electrónica conecta con la utopía de una burocracia transparente y accesible. Poder resolver todos los trámites administrativos vía web: permisos, licencias, consultas y pagos.

La democracia electrónica conecta con alguno de los pensamientos más actuales que solicitan una profundización en la deliberación pública, una ciudadanía activa y mayor participación por parte de los ciudadanos. A pesar de ello, la visita de la red puede suponer también un retroceso para nuestros gobiernos y nuestras instituciones democráticas.