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Cambio copernicano

Nuestros tiempos están pidiendo un cambio. Deseamos que cambie todo, la sociedad, la política, la economía, la sanidad… Anhelamos un cambio total y profundo de nuestras cosas que no van bien, de la vida entera.

 



Por Jesús Mª Ruiz Irigoyen, Director de Humanizar

 

Cambio Copernicano

Algunos dicen, escriben y anuncian que sí, que se ya se ven algunas señales de que el cambio viene, pero otros, no tan seguros y más pesimistas, prefieren suspender los pronósticos. El caso es que el cambio de paradigma nadie lo ha visto por ahora. La mayoría de la gente corriente a lo más que llegamos es “al cambio de aires”, cambio éste muy ligero y epidérmico, de corto alcance, pues como dice el proverbio, el cambio de aires a quien realmente favorece es al gremio de hoteleros.


Ahora, en septiembre (algunos más privilegiados en octubre) los más rezagados inician el regreso de sus vacaciones veraniegas disfrutadas en lugares y destinos distantes del domicilio habitual. Ese cambio de aires ¿nos ha modificado algo por dentro? Pues si a nuestro regreso todo continúa como antes, o peor,  la respuesta debería incluir el reconocimiento de que ni el destino ni el viaje son por sí mismos autores de un cambio personal.
Un cambio en condiciones o comienza por uno mismo o no es un cambio que valga la pena.

“Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”, dicen por Francia. Y tienen razón. Los grandes expertos en comportamiento humano suelen reconocer que lo que de verdad cambia a una persona son sus encuentros, los encuentros que mantiene con sus semejantes. Nuestras relaciones personales nos cambian de verdad cuando nos esforzamos en que sean sinceras, auténticas, honestas. Si damos la mano no por conveniencia sino de verdad, si expresamos hacia afuera lo que sentimos por dentro…, tal comportamiento nos cambia y nos va haciendo más auténticos.


En tiempos de cambios profundos quienes son capaces de cambiar en lo hondo de su persona heredarán el futuro, es decir obtendrán las cualidades necesarias para vivir adecuadamente el tiempo que está por llegar. Esas personas poseerán las claves para adaptarse a los nuevos tiempos y sobrevivir dignamente en ellos. Quienes no logran cambiar personalmente pueden saber muchas cosas de los nuevos tiempos, incluso pueden explicar bellamente la esencia del cambio acaecido en el mundo, pero ese mundo nuevo ya no existe para ellos, se han quedado fuera de él. Pasó ya su mundo, pasó también su tiempo.


El “mundo camiliano”  posee un ejemplo muy claro de este tipo de cambio en profundidad. El propio Camilo de Lelis, fatigado interiormente por una vida vacía y sin sentido, supo cambiar ese estado de cosas y emprender otra clase de vida. Arrojó de sus manos de soldado el arcabuz y puso en ellas su propio corazón convertido.  Se separó del vacío existencial que lo estaba enloqueciendo y se aplicó al servicio de los enfermos sin perder un solo minuto de su tiempo. Puso fin a sus caprichos egoístas y a sus querellas altaneras y comenzó a dejarse llevar por Otro…


Si hoy celebramos el IV Centenario de su muerte es porque su cambio de vida valió la pena.