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Rosa Montero: "Capaces de sobrevivir"

Autora de La hija del Caníbal o Historia del rey transparente; relatos infantiles y juveniles; trabajos periodísticos, prólogos y traducciones. Ha colaborado en televisión y en libros docentes. Semana tras semana nos saluda en El País. Nos conocimos en la presentación de Lágrimas en la lluvia: fue como un flechazo.



Por Mª Pilar Martínez Barca

Cambio y supervivencia
P.- ¿Tenemos miedo al cambio?
R.- Sí, el ser humano es un animal de costumbres y los cambios le insegurizan. Personalmente, los cambios no me asustan tanto como a la media. Como soy bastante claustrofóbica, lo que me angustia es precisamente la rutina.  


P.- Muchos personajes de su obra son supervivientes. ¿Se considera usted una superviviente?
R.- ¡Totalmente! Todas mis novelas son historias de supervivencia, y yo me tengo por una superviviente de muchas, muchas cosas… Esa capacidad de supervivencia y de volver a ponerse en marcha tras haber estado casi destruidos es una de las características más emocionantes de los seres humanos.


P.- Casi todos sus personajes son femeninos… ¿Quién es Marie Curie?
R.- Todas las novelas tienen montones de personajes masculinos. Si te refieres a los personajes protagonistas, la mayoría de los escritores ponemos un gran número de protagonistas de nuestro propio sexo, pero incluso tengo varios protagonistas hombres en mis novelas… Marie Curie es una mujer formidable, un ejemplo para hombres y mujeres de hasta dónde puede llegar el ser humano a fuerza de tesón y sacrificio.


P.- Su última novela, La ridícula idea de no volver a verte, ¿se centra básicamente en el duelo?
R.- En realidad no sé cómo clasificarla, digamos que es un artefacto narrativo. Yo creo que es un libro sobre la vida, no sobre la muerte; un libro que celebra la vida, pero para poder vivir la vida con plenitud hay que llegar a cierto acuerdo con la muerte. Con la de los demás y con la propia. En cuanto a los duelos, uno nunca se recupera tras la desaparición de un ser querido: uno se reinventa. Gracias a esa capacidad de supervivencia de los humanos, esa nueva vida puede ser mejor que la anterior.


P.- En nuestras decisiones y bloqueos, ¿nos condicionamos nosotros mismos o nos condicionan?
R.- Las dos cosas. Pero las limitaciones más difíciles de superar son aquellas que nos imponemos nosotros mismos.


P.- Por su experiencia y su formación como psicóloga ha conocido bien el sufrimiento. ¿Qué sufrimiento es más atroz, psicológico, físico, social?
R.- Buf, no terminé psicología, y creo además que no aprendí casi nada. Sí he aprendido del sufrimiento viviendo, en mi propia carne y en la de la gente cercana, porque toda vida tiene una cuota más o menos grande de dolor. Detesto la mitificación del dolor; eso de que “el dolor te enseña”, vale, sí, pero te enseña si no te destruye. Lo mejor es sufrir lo menos posible. Pero es imposible pasar por la vida sin dolor, así que tenemos que aprender a hacer algo para que no nos destroce. Y la gente consigue hacer verdaderas obras de arte a partir del sufrimiento. En cuanto a cuál es peor, es imposible cuantificar. Cada dolor se vive de una manera única e intransferible.


P.- ¿Es la vida un tiovivo de colores?
R.- Jajaja, desde luego que no, pero tiene tal fuerza y tal magia que puede estallar en una supernova de maravillosos colores en cualquier momento.


Teoría de la evolución
P.- Sus primeras novelas, corríjame si me equivoco, se centran en el amor. ¿Han cambiado mucho el concepto y las formas de amarnos?
R.- No sé si esa afirmación es cierta. La función Delta sí trata de la pasión y de la muerte, los dos temas en el mismo nivel. Crónica del desamor trata del amor pero fundamentalmente es un retrato de la sociedad española en la Transición. Y no, creo que no ha cambiado nada en los treinta y cuatro años que llevo escribiendo sobre la manera en la que nos amamos.


P.- ¿Podemos ser amantes y enemigos?
R.- Por desgracia, eso es lo más habitual. El amor suele estar lleno de furia.


P.- ¿Hemos evolucionado socialmente las mujeres?
R.- Muchísimo… En cuatro o cinco generaciones estamos cambiando una situación de sexismo que ha durado milenios. Basta con recordar que hace tan solo cien años las mujeres tenían prohibido estudiar en las universidades de la mayor parte del mundo, por ejemplo…  El cambio ha sido vertiginoso. Aunque todavía quede mucho.


P.- ¿Se considera feminista?
R.- Siempre me he considerado feminista. Reivindico la palabra, que es una palabra histórica hermosa que hace referencia a la lucha de tantas mujeres y de bastantes hombres para conseguir una sociedad más igualitaria. Pero me gusta más definirme como antisexista, es un término más exacto. Pienso que ser antisexista a estas alturas del siglo XXI es algo obvio tanto para ambos sexos.


P.- ¿Por qué bella y oscura?
R.- Es el título de una de mis novelas y se refiere a la vida. La vida puede ser bella, bellísima, una supernova deslumbrante; y oscura, oscurísima, un infierno de dolor.


P.- La discapacidad es otro de sus temas favoritos. Desde los aberrantes experimentos del doctor Mengele al nuevo concepto de diversidad funcional, ¿hemos avanzado realmente?

R.- Creo que hemos avanzado muchísimo en el respeto al diferente, y no solo en cuanto a discapacidad sino a todo tipo de diferencias. Pero todavía queda mucho por hacer.


P.- En una de sus últimas columnas de El País, publicadas en junio de 2013, leemos: “No soy creyente, pero pienso que la espiritualidad no es una prerrogativa de las religiones, sino una cualidad esencial del ser humano”. ¿Podemos humanizar con la escritura?
R.- ¡Claro! La escritura es la base de lo que somos. La escritura nos hace humanos.


P.- A nivel social, ¿vivimos una crisis o un cambio profundo?
R.- Las dos cosas. Vivimos una crisis atroz que deberíamos saber utilizar para hacer un cambio profundo y mejorar nuestra sociedad.


La escritora mutante
P.- ¿Por qué escribe?

R.- Siempre he escrito, desde que tenía cinco años; desde que me recuerdo como persona me recuerdo escribiendo. No es una elección, forma parte de lo que soy. Es algo estructural. No sabría vivir sin escribir.


P.- Leyendo La loca de la casa, no se sabe bien si la imaginación y la escritura son una terapia o algún tipo de enajenación…
R.- Jajaja… la imaginación nos salva A TODOS, a aquellos que no escriben también… Mi teoría es que todos somos narradores, nuestra memoria es un invento y nuestra identidad también. Y sin esa imaginación que da una apariencia de coherencia, la existencia seria insoportable. O sea que es más que una terapia: es nuestra manera de sobrevivir.


P.- La descubrí en Temblor. ¿Es Agua Fría, su protagonista, una metáfora de la vida?

R.- Temblor es una novela de iniciación, o sea que sí, Agua Fría es un emblema del aprendizaje del vivir.


P.- Da la sensación de que sus obras son una continuidad. Bruna, en Lágrimas en la lluvia, vive la pérdida del amado como Marie Curie en La ridícula idea… Igual sus novelas anteriores muestran un fondo común y unos enlaces invisibles. ¿Pequeñas perlas de luz en la noche inmensamente oscura, aunque intuitiva, de su creación?

R.- Qué preciosa pregunta… Mis libros son todos aparentemente muy distintos unos de otros, pero todos en el fondo hablan de los mismos temas, se mueven alrededor de las mismas obsesiones, de los mismos fantasmas… Y sí, escribes buscando aprender, buscando esos destellos de luz….


P.- Entre todos los géneros que cultiva, ¿dónde se siente más cómoda?

R.- En la novela, desde luego. Es la mayor aventura.


P.- En El amor de mi vida va reseñando a autores que le han dejado huella. ¿Qué tres obras nos recomendaría ahora mismo?
R.- Mmmm, así, de golpe, Los desposeídos de Ursula K.  LeGuinn, Lolita de Nabokov y Conversación en La Catedral de Vargas Llosa.


P.- ¿Tiene un horario fijo de trabajo?

R.- Noooo, ya digo que me ahogan las rutinas… Pero trabajo muchísimo.


P.- ¿Cuánto de sí misma hay en su obra?

R.- Muchísimo, pero nada autobiográfico, sino simbólico. Mis novelas son como sueños.


P.- Según Javier Escudero, la suya es una ética de la esperanza. ¿Está de acuerdo?
R.- ¡¡¡Sí!!! Me encanta esa frase. Y creo que es verdad.