Revista Humanizar

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Ética, valores y virtudes en la asistencia sanitaria

El mandato médico se basaba en dos principios morales, beneficencia y no-maleficencia y el paciente adoptaba una postura sumisa, de respeto y obediencia ante las decisiones del médico, no lo cuestionaba, tenía plena certidumbre en su “buen hacer” y “buen saber”.

Los diferentes acontecimientos históricos unidos a la entrada en escena de los avances tecnológicos y biomédicos provocaron un cambio en la relación asistencial. Aumenta el abanico de opciones de tratamiento y el médico ya no decide sólo, sino que el paciente, una vez informado, asume el protagonismo en la toma de decisiones. Paternalismo y autonomismo son hoy modelos extremos y fallidos, que contraponen el principio de beneficencia frente al de autonomía.

Hoy, al profesional sanitario, se le exige excelencia ética; equilibrio entre el “saber” (conocimiento) “saber hacer” (habilidades) y “saber ser” (actitudes). La práctica excelente de la profesión sanitaria tiene que ver con dos asuntos: la importancia de la ética y la forma de concretar  valores y entender virtudes. De hecho, nos movemos entre mundos que, en ocasiones, parecen muy distanciados entre sí, el de los pensadores y el de la práctica sanitaria, el día a día del hospital, del centro de atención primaria, con sus profesionales y sus pacientes.

El cuidar óptimo desde un punto de vista ético es, precisamente el que se mueve en el punto medio, el que dista de los extremos. Sin embargo, la exploración del punto medio resulta ardua y difícil, pues no siempre coincide el punto medio del paciente con el del profesional sanitario y con el de los pensadores y filósofos. ¿Qué virtudes deben poseer y poner en práctica los profesionales sanitarios para ser considerados excelentes tanto por pacientes cómo por filósofos o pensadores? Nuestro objetivo en esta ocasión fue conocer la opinión de cada una de las partes, por un lado pensadores, filósofos y eticistas y por otro población general (incluyendo la asistencial),  respecto a qué son las virtudes que ha de desarrollar un profesional sanitario excelente, tratando de distinguir cuál de ellas y según quien, tiene más peso.

Para ello elaboramos un cuestionario sobre las virtudes que ha de tener el profesional sanitario y ofrecimos contestar a todos los asistentes de las Jornadas de Humanización (Madrid y Barcelona, 2019). Respondieron 161 personas, la mayoría (70%) fueron mujeres y la edad media de los participantes rondó los 50 años.

Respecto a las virtudes de sinceridad, benevolencia y olvido de si, todas con gran peso en el profesional excelente, encontramos entendimiento entre las reflexiones de ambas partes. Sin embargo, en relación a las virtudes de respeto, justicia, prudencia, confianza, amabilidad e integridad, observamos un desencuentro en el que, consideramos, se debe profundizar.

Entre las virtudes se han de incluir los valores tradicionales como la benevolencia y el respeto, el valor del cuidado, que complementa al de la justicia. El valor de la confianza en la relación sustituye al paternalismo y hace que el cuidado  evolucione hacia un modelo centrado en la persona. El valor de la prudencia, definido como la capacidad de autorregulación de los profesionales, se relaciona con la vital particularización en la práctica sanitaria, donde todo son casos singulares. Para todo ello hace falta sinceridad, amabilidad, compasión e integridad.

Así, lo básico para el desarrollo de unos cuidados excelentes es que el profesional desarrolle este abanico de virtudes, desde la teoría hasta la práctica. Aun así, se ha de establecer una forma de relacionarse que redunde en equilibrio y la armonía. Se ha de construir un diálogo diferente en la asistencia sanitaria y con la sociedad entera, una nueva relación más equilibrada ante la complejidad, la falibilidad humana y la incertidumbre inherente de la medicina.