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Abandonar y abandonarse

Hoy el tema es serio y nos toca mirarnos hacia adentro. Enseguida sabemos cuando alguien ha abandonado algo o se ha abandonado en alguna parcela de su vida.

Por Mari Patxi Ayerra

Lo solemos decir cuando ha dejado de cuidar alguna actividad, o de aceptar compromisos.
Lo normal es que cuando una persona está bien en equilibrio y armonía se haga cargo de su propia vida. Pero ocurre que personas que están mal de ánimo y fortaleza, dejan un trabajo, o el cuidado de la casa, o su arreglo personal y su dejadez es reflejo de su falta de ilusión en la vida y en las cosas normales: de  alimentarse, descansar, asearse, embellecerse, cuidar la estética y el orden en su entorno.

Cuando una persona está deprimida, uno de los primeros síntomas es el desarreglo personal, el desorden que le rodea o la dejadez con la que trabaja, sea cual sea su trabajo, laboral o doméstico. La persona se diferencia del animal en que pone belleza en todo lo que hace. Por eso a los animales se les echa de comer, pero a las personas nos gusta más que el plato esté adornado y el huevo frito con puntilla. Y lo curioso es que en cada una de nuestras necesidades ponemos arte y belleza. Para la necesidad de comer tenemos la gastronomía, para la de guarecernos del frío tenemos la decoración, para la de arroparnos tenemos la moda, para la necesidad de reproducirnos tenemos el amor, y para la de comunicarnos tenemos la palabra, las cartas y la música y para comunicarnos con Dios tenemos la fe, la oración.

De niño, la responsabilidad de la propia vida la tienen sus padres. Luego, empieza a decir: “yo solo” y se quiere cambiar el pañal y comer solo e ir haciendo las cosas por sí mismo. Hasta que llega un día en que ya es autónomo e independiente, pero responde de sus actos y aprende a cuidar su aseo personal, su ropa, su orden, su imagen y sus cuartos. Los mayores son los responsable de su alimentación, hasta que ya, de joven, quiere independizarse y se hace responsable de sí mismo. Se hace independiente e intenta ganar dinero para cubrir sus necesidades.

Las ilusiones y motivaciones que muevan su vida, le ayudarán a ir haciéndose cargo de sí mismo y de lo que le rodea, a nivel doméstico, alimenticio, de ropa, casa, cama y demás. Pero enseguida se nota si vive en abandono, si se va dejando caer y no se arregla igual, si le falta aseo, alimentación o descanso, y es importante recordarle que necesita dormir, comer adecuadamente, descansar, despejarse, relacionarse y vivir bien.

Algunos adultos se abandonan cuando pierden la ilusión por su familia o por su vida laboral y comienzan a dejar de lado su aseo, sus relaciones, su comunicación con la familia y en otras parcelas de su vida. En los albergues están las personas que viven en abandono: han perdido un trabajo, o se les ha roto la pareja, o están separados de todos los suyos y el propio dolor les lleva al abandono físico, social, humano y espiritual. Cuando una persona se siente abandonada, tiene un dolor profundo y cuando falla la familia, uno se viene abajo y no encuentra el espacio donde vivir y se siente como perdido. En muchos casos se refugian en la bebida o en compañías que no les hacen bien y su abandono suele ser mayor, por su falta de higiene, de limpieza en la ropa, de habilidades de relación y de modales.

El abandono puede ser físico, emocional o espiritual y uno deja de cuidar su aspecto corporal, sus relaciones o su comunicación. Mucha gente, que ha tenido una experiencia fuerte de Dios y vivido en amistad con El, la abandona por algún percance de la vida o por agobios, y vive alejado de Dios, por lo que pierde una fuente de equilibrio y bienestar que antes le hacía bien. Menos mal que Dios siempre anda por ahí, esperándonos y nos va tendiendo manos para que recuperemos la amistad con El.

El abandono relacional o social es una parte bastante peligrosa de la vida, que ocurre cuando se tiene excesivo trabajo o está muy volcado en alguna tarea de la vida, y deja de frecuentar a los amigos, familiares, compañeros y personas que antes le hacían la vida más bonita y llevadera. Muchos, por exceso de trabajo laboral o doméstico, dejan a un lado a las personas y se sienten incompletos.

Hay un abandono social, que es cuando en las calles están las papeleras rotas, las colillas y papeles en el suelo y las bolsas de plástico volando por los jardines. Es un abandono general, pues lo que es de todos, al cuidado de todos se encomienda y todos somos responsables de que esté limpio y cuidado nuestro entorno. Cuando estamos rodeados de desorden y suciedad, nos desarmonizamos por dentro. Es como lo que les ocurre a los adolescentes, que tienen tal caos mental interior que su entorno lo refleja y tienen desorden en los libros, los papeles, la ropa, la habitación y hasta la cartera, porque están así de descolocados por dentro. Y al madurar,  consiguen un orden y armonía exterior que expresa lo bien que van estando por los adentros.

Hay personas que saben cuidar lo común y las hay que destrozan lo de todos, e igual rasgan la tapicería del autobús, que rompen una papelera, o queman con los cigarrillos un banco del jardín, o hacen una gran pintada en un espacio público. Todas estas personas viven abandonando los servicios comunes. Yo me pregunto cómo serán en su casa, si pintarán en las paredes de su salón algún grafitti o si tendrán todo sucio y desordenado. 

También puede haber abandono en la sanidad, cuando hay demasiada gente y no pueden llegar a todo y te dan una cita urgente para dentro de ocho meses, y tú, que tienes una avería, te sientes fatal, porque crees que no se ha tomado más interés la persona que te ha hecho la gestión. Afortunadamente, estos servicios van mejorando.

Hay un abandono sano, que es el de ir dejando cosas. Tenemos necesidad de tener cosas, de acumular, de acaparar y es muy bueno mirar lo que uno acumula en casa o en sus estanterías y empezar a despojarse de cosas: algunos libros que ya leíste, o que tienes repetidos, alguna música, que ya no escuchas o que le podría venir bien a alguien, alguna ropa, algunos zapatos,.. porque, sin querer, vamos acumulando cosas y cosas y, como dice una japonesa, Marie Kondo, en su libro LA MAGIA DEL ORDEN: hay que ir ligeros de equipaje y que las cosas enferman en las casas y sus dueños también, por tener tanto. Dice que es bueno ir tirando, o dando, o compartiendo con otros, e ir recuperando espacios libres, estantes, cajones y paredes, para sentirse más libre y más desahogado… Yo lo estoy intentando, pero no lo consigo del todo. Tengo más papelotes de los que me va a dar tiempo a leer, más camisetas de las que usaré y más libros de los que puedo releer en toda mi vida.

Es misterioso el ser humano. A veces te da una pena tremenda despedirte de una bobada, un adorno, un broche, o un cuadro, que te recuerda a alguien o que tiene para ti un sentido especial y no lo quieres dar por nada del mundo. Nos gusta acumular recuerdos, fetiches, bobaditas y cosas mil. Pero no sabemos bien por qué. Pero hay que aprender a abandonarlas y quedarnos más ligeros de equipaje, pues nada de lo que tenemos nos lo vamos a llevar en el último viaje.

Hay que abandonar viejos aprendizajes, que no nos sirven para ser libres sino que los arrastramos por costumbre o por fidelidad a nuestra biografía y que no valen para nada. Todos tenemos alguna manía oculta que decimos que “no podemos soportar”… y sería bueno que la abandonemos y nos vayamos liberando de ellas.

Pues ya no se me ocurre qué mas contar del abandono, del que tenemos que huir y el que tenemos que conseguir. No abandonemos a algún familiar, o a parte de la familia, o la pandilla, o de los que tenemos alrededor de la mesa de trabajo. Pero abandonemos las excesivas cosas que tenemos en la estantería, los cajones, los papeles, la cartera, el bolso, el armario y la casa en general, para ir más libres por la vida y más ligeros de equipaje. A mí, personalmente, me ha venido bien toda esta reflexión. Hasta la próxima. Un abrazo.