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“Acompañar las dificultades del otro te exige una reflexión continua de tu persona y de tu vida”

Con más de una década a sus espaldas de experiencia en duelo, Marisa Magaña, responsable del CE San Camilo, reflexiona sobre el acompañamiento, la esperanza, el autocuidado y el compromiso con el que sufre…

Diana Sánchez

Trece años consecutivos celebrando Jornadas sobre Duelo… ¿Para qué sirven, en realidad?
Desde mi punto de vista estas Jornadas de duelo, como cualquier otra forma divulgativa de este tema, son informaciones de primera necesidad. Se va generando cultura, interés, situando el proceso de duelo en su punto de valor. Hace apenas 10 años el duelo seguía siendo de minorías. Hoy en día, observas que  los cursos  de duelo están llenos de gente joven interesada en entenderlo…La desinformación es fuente de problemas, aumenta las dificultades.  Un  duelo, que de por sí es muy duro, si se vive desde la incertidumbre: “¿qué me está pasando?, ¿Será esto normal? ¿Estaré así toda la vida?”...aún se vuelve más doloroso. Para eso sirve, para entenderlo y así vivirlo o acompañarlo con mayor esperanza.

El programa ha destacado por sus temáticas de rabiosa actualidad en talleres, mesas y ponencias…

Ciertamente, la sociedad va cambiando, y la forma de afrontar el duelo depende en gran medida de cómo ha sido vivido el fallecimiento. Por desgracia, la violencia de género o la muerte por suicidio, son dos realidades muy duras  presentes en nuestra sociedad. Su abordaje desde el punto de vista de la pérdida tiene también sus peculiaridades: se hace necesario saber para ayudar a manejar ese estigma social que tienen determinadas formas de morir.  Desde mi punto de vista, ayudar al que sufre es un compromiso personal de carácter social y por tanto ende se hace imprescindible conocer la realidad social.


Entre los talleres nos ha llamado la atención uno sobre experiencias cercanas a la muerte…

 La decisión de abrir la puerta a temas como las experiencias cercanas a la muerte tiene que ver con lo que comentaba antes. Las experiencias cercanas a la muerte registradas en diversos documentos, no todos ellos con rigor científico, se cuentan por cientos, libros publicados, series de televisión.

Y últimamente la ciencia empieza a hacerse eco de ello. No se puede  ni aceptar ni rechazar lo que no se conoce, y este tema está vigente.  José Carlos Bermejo, Director del Centro, consideró oportuno no sólo incluir sino también escuchar con  mente abierta  y yo aplaudo esta apertura de miras, sin lugar a dudas.


Has coordinado la reunión de Centros de Escucha en España y en el mundo, celebrada dentro de las Jornadas…

Sí, ha sido emocionante para mí comprobar cómo los espacios de ayuda se van multiplicando, por España y como bien dices por el mundo. Actualmente existen más de 20 Centros en España y otros tantos repartidos por el mundo. Unidos todos por un deseo de llegar al que está sufriendo y no tiene más recurso que esperar la buena voluntad de sus semejantes, pues al menos esa, que no nos falte.
Crear un Centro de Escucha no es difícil, al menos no tanto como se pudiera imaginar. Algunos Centros de Escucha han nacido apoyados por una sola persona y siguen en activo. Un local en parroquias, en comunidades de vecinos… un par de personas con ganas de ayudar y una buena formación para hacerlo.
Un alto porcentaje de casos en el Centro de Escucha se refiere a muerte por suicidio…


He tocado antes este tema porque me parece importante. Es verdad que la atención a seres queridos de personas que han muerto por suicidio, se ha triplicado en relación a hace unos 5 años. Yo suelo decir que lo que llega al Centro de Escucha es muestra representativa de lo que pasa en nuestra sociedad… 

Ser conocedores de que 3.000 personas fallecieron por suicidio en España en el 2015, no nos permite mirar para otro lado. El abordaje del duelo por suicidio  está muy presente en este Centro, se forma en ello a los escuchas y a los alumnos del máster y por supuesto en las Jornadas de duelo entendemos que ha de estar presente.

En esta ocasión, contamos con un profesional experto en el abordaje del suicidio, Alejandro Rocamora, y con el  tremendo testimonio de una madre cuyo hijo se suicidó. Es emocionante ver lo generosas que pueden llegar a ser las personas. Esta madre nos sobrecogió a todos, no solo por la dureza de su testimonio, sino por su forma de compartirlo desde su verdad más profunda y sin caer en victimismos, que no es fácil.

Vuestro contacto diario con el sufrimiento, tanto en la atención individual como grupal, os “exige” no solo preparación, sino autocuidado…¿cómo puede cuidarse el escucha?
Desde mi experiencia, el cuidado de la persona que ayuda es imprescindible. Como siempre digo, nosotros somos el instrumento: si no lo cuidas y lo afinas dejará de sonar bien. No se trata de ser prefecto se trata de ser conocedor de mis carencias y dificultades para poder manejarlas y no repararlas a través del otro, como suele pasar.

Precisamente los voluntarios del Centro de Escucha San Camilo tienen este año un curso obligatorio sobre la toma de conciencia de la ayuda que daña, es decir, cuando se hace mal el bien. El primer compromiso de ayuda siempre es con nosotros mismos y si nos cuesta  entender y dar respuesta a esto, difícilmente podremos dar respuesta a las necesidades de los demás.

Marisa, tras 10 años de experiencia en el CE… ¿Cuál es tu balance, profesional y personal?

La primera sensación que me surge, según leo la pregunta, es que el balance es positivo, si no sería complicado mantenerse en una labor de este calibre emocional. Reflexionándolo un poco más, me doy cuenta de cuantísimo me está aportando estar en contacto continuo con situaciones difíciles. Tras estos años de experiencia, he entendido que lo que trabajas con el otro al mismo tiempo lo estás trabajando contigo mismo, sino la veracidad de lo que das no sería tal.

Acompañar las dificultades del otro te exige una reflexión continua de tu persona y tu vida. Todo eso es un regalo que te proporciona  el estar en un lugar y en un momento tal crucial para el ser humano.  Algo que me ha impactado mucho es experimentar cómo acompañar a personas que están en proceso de afrontamiento de su muerte, me ha enseñado a entender mi proceso de vida y mi muerte. Por ejemplo, he entendido que mi miedo no está en morir sino en el sufrimiento que causaría mi muerte en los míos. ¡Esta labor es una escuela de la vida y la muerte increíble!