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¿Humor sin límites en Occidente?

A raíz del ataque terrorista contra la revista satírica francesa, “Charlie Hebdo”, que dejó 12 muertos el pasado 7 de enero, se ha

 

hablado mucho sobre el alcance del humor y de la libertad de expresión: quienes defienden a esta última como un valor sagrado se oponen

 

a quienes abogan por límites ante la posibilidad de herir sensibilidades o de lo que llaman el buen gusto.

Por Raquel Miguel

Pero ahí radica precisamente el problema: las sensibilidades no son las mismas en todas las sociedades y religiones y el llamado “buen

 

gusto” es un espacio difuso imposible de definir. Y para sumar aún más confusión, quienes defienden la libertad de expresión como un

 

paradigma mágico tampoco parecen dispuestos a respetarlo en cualquier circunstancia.

La sátira nació en la antigua Grecia como un género literario que después se ha ido extendiendo a ámbitos más allá de la palabra

 

escrita, como las artes gráficas o escénicas. La sátira utiliza recursos como la farsa, la ironía, el sarcasmo, la parodia, la burla o

 

la ridiculización para hacer crítica social, con un sentido que traspasa la lectura literal. Por eso, no hay que interpretarla en su

 

sentido más literal.

Y eso es lo que hacen precisamente revistas como “Charlie Hebdo” en Francia o “El Jueves” en España: exagerar y ridiculizar a

 

personajes públicos, de todos los ámbitos y de todo el arco de ideologías políticas y religiosas, para lanzar una determinada crítica

 

social. Cuando ocurrieron los atentados se definía a “Charlie Hebdo” muy ligeramente como una revista islamófoba. Pero lo cierto es que

 

la publicación a lo largo de su historia ha enfadado por igual a musulmanes, judíos y cristianos, lo que le ha valido juicios, fuertes

 

acusaciones y finalmente, atentados.

ISLAM Y JUDAÍSMO, DISTINTAS SENSIBILIDADES EN EUROPA

Tras los atentados del 7 de enero, el gobierno francés defendió el trabajo de los caricaturistas de Mahoma, levantándose en adalid de

 

la libertad de expresión. Los musulmanes se sienten ofendidos por la reproducción en imágenes de su profeta, y mucho más aún, por el

 

contenido ridiculizante de las viñetas de “Charlie Hebdo” o de otras publicaciones, como el diario danés “Jyllands-Posten”, cuyas

 

caricaturas de Mahoma desataron una verdadera avalancha de enfrentamientos en el mundo musulmán en 2005.

Sin embargo, las autoridades francesas consideraron que en este caso, la libertad de expresión estaba por encima de todo. Un principio

 

con el que no fueron del todo consecuentes en los días que siguieron. Tras la multitudinaria manifestación contra el terrorismo en

 

París, el polémico humorista Dieudonné M'bala M'bala, condenado en varias ocasiones por sus bromas antisemitas, publicó en su Facebook

 

una frase: “En lo que a mí concierne, me siento Charlie Coulibaly”, en una parodia del lema “Yo soy Charlie” acuñado en solidaridad con

 

la revista atacada, añadiendo precisamente el nombre del terrorista que atacó un supermercado judío el 9 de enero y mató a cuatro

 

personas. >

 

En esta ocasión, la Fiscalía de París abrió una investigación y lo interrogó por apología del terrorismo. El provocador humorista ya ha

 

sido investigado en Francia por incitación al odio racial e injuria pública, especialmente contra los judíos. Además, el gobierno de

 

París ha anunciado que va a estudiar una serie de censuras en Internet de contenido que considere sensible.

 

¿Por qué Francia no permite gestos antisemitas que vienen de un humorista y sí caricaturas islamófobas? El motivo es la responsabilidad

 

y sensibilidad especial que tiene en Europa tras el Holocausto nazi del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Al igual que

 

Francia, Alemania se muestra férrea al respecto y, al tiempo que defiende la libertad de expresión en casos como el atentado contra el

 

“Charlie Hebdo” -cuyas caricaturas reprodujeron medios alemanes tras el atentado- no tolera un mínimo gesto de crítica al pueblo judío

 

que tilda de inmediato de antisemita.

 

Esa actitud la ilustra bien lo ocurrido con Lutz Bachmann, ex líder del movimiento islamófobo Pegida (Patriotas Europeos contra la

 

Islamización de Occidente), nacido el pasado octubre en la ciudad de Dresde, que se vio obligado a dimitir de su cargo tras la

 

publicación de unas fotografías en las que aparecía caracterizado como el dictador nazi Adolf Hitler. Bachmann aseguró que todo era una

 

“broma” relacionada con una novela satírica publicada hace unos años que fantaseaba con la posibilidad de una vuelta al mundo de

 

Hitler, pero la provocación no fue bien aceptada y la Fiscalía alemana abrió una investigación.

 

La responsabilidad histórica pesa demasiado en Francia y Alemania como para provocar el más mínimo gesto, satírico o no, contra el

 

judaísmo, países que sin embargo no tienen problemas para tolerar la sátira contra el islam e incluso contra el cristianismo.

LA RESPUESTA DE LOS MEDIOS Y DE EEUU

Tras el ataque a “Charlie Hebdo”, medios de muchos países Occidentales se solidarizaron con la revista publicando las caricaturas de

 

Mahoma de su última edición. Sin embargo, en esa ola de solidaridad hubo importantes ausencias: el diario danés “Jyllands-Posten”,

 

famoso por sus polémicas viñetas de Mahoma que desataron violentas protestas en el mundo musulmán en 2005, no reprodujo esta vez las de

 

“Charlie Hebdo” apelando a la responsabilidad a sus trabajadores. No hay que olvidar que el semanario francés sí reprodujo las del

 

danés en su momento. El redactor jefe negó que se trate de autocensura y apeló a un “cuidado extraordinario” y a una “reflexión

 

necesaria”.

La otra ausencia destacada fue la de los medios estadounidenses, que tampoco reprodujeron las viñetas de “Charlie Hebdo” alegando que

 

no compartían esa forma de sátira y provocación. Ello se explica por la corrección política que caracteriza a las autoridades este país

 

que pese a levantarse como adalid de la libertad de expresión, no dudan en vetar obras que puedan considerarse ofensivas incluso con el

 

islam. El presidente Barack Obama criticó por ejemplo la quema del Corán por el pastor radical Terry Jones hace unos años y también

 

consideró ofensivo el tráiler “Inocencia de Musulmanes” que desató una ola de violencia en el mundo musulmán en 2012.”

LOS LÍMITES, CUESTIÓN DE SENSIBILIDADES.

Con todo esto, queda claro que si bien los países occidentales aseguran defender la libertad de expresión, cada sociedad pone sus

 

límites en función de sus sensibilidades históricas, religiosas o culturales mostrando un continuo doble rasero. Pero a la hora de

 

hacer análisis, nunca debe olvidarse la función y el objetivo del género satírico. Un género que sólo funciona en sociedades libres y

 

tolerantes que saben leer más allá.