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"Prostitutas. ¿Cómo tomar postura ante la polémica?"

“Necesitaba dinero para mantener mi independencia, así que lo tuve claro… me fui directa a una “casa” a trabajar, esta vez no se trataba de dar conversación a los hombres, eso era perder el tiempo".

Por Rosa Belda

Habiendo asumido que yo era una cosa para ellos, ahora ellos también serían una cosa para mí, y punto… Aquello fue un descenso a un nivel más hondo del infierno…” (Cfr. Marta Elisa de León. Las ocultas. Una experiencia de la prostitución). 

Durante el pasado mes de agosto ha saltado la noticia a los medios de comunicación: Se ha creado un sindicato de trabajadoras sexuales, inscribiéndose en el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social con el nombre de OTRAS. Y aunque esta inscripción está impugnada, se abre de nuevo el debate, y al igual que en el resto de Europa, no están claras las posturas. ¿Cómo haremos para tener unos criterios claros, que respeten los principios éticos?


Límites imprecisos

Los periódicos lo relatan con frases clamorosas, que llaman la atención, ese es su propósito: “En España hay al menos tres burdeles por cada hospital público”; “es uno de los países con más prostitución del mundo”; “la prostitución mueve en España, 28.000 millones de euros, la mitad del gasto educativo”; “Interior censó en España, en 2017, 14.000 prostitutas, aunque estima que son al menos el triple. Otros informes aluden a 100.000”… y lo cierto es que es una realidad de la que solo se pueden hacer apreciaciones. Vive de la clandestinidad.

Lo cierto también es que las carreteras de nuestro país están llenas de clubs, cuyo negocio principal es la prostitución, y que existen barrios en las ciudades grandes, y calles en las ciudades más pequeñas y pueblos de nuestra amplitud, donde se ejerce la prostitución, sin velo que la cubra: Todo el mundo lo sabe.

Si además se da por hecho que muchos contactos se producen a través de internet, directamente del cliente a “empresas” o a particulares que intercambian servicios  sexuales por dinero, se trata de un campo difícil de delimitar, impreciso en cuanto a números, pero sin duda existente, y donde hay “negocio”, y muy lucrativo.

La imprecisión no solo es relativa a lo cuantitativo. Lo más alarmante es que se estima que el 80% de este negocio, proviene de la trata de personas, o sea, que son víctimas forzadas, que no ejercen la prostitución desde una elección libre. En muchos casos son mujeres inmigrantes, jóvenes (cada vez más), que vinieron a menudo engañadas, cuando no coaccionadas con rituales mágicos (Nigeria), otras que empezaron en el empleo doméstico, y que se han quedado en el paro, con una deuda imposible de saldar. Muchas mujeres tienen miedo porque consiguieron “los papeles”, o alcanzaron “este paraíso”, a través de “mafias”, que después, las atrapan. La prostitución se ofrece como vía fácil, preparada por la propia organización, que amenaza con dañar a las familias en el país de origen si las mujeres no cumplen.


¿Cómo está “el patio” en cuánto a legislación?

Se dan tres posibles situaciones:

-    La alegalidad, en la que se encuentra España e Italia, por ejemplo. Aunque en algunos lugares existen ordenanzas municipales que imponen multas a clientes y también a prostitutas cuando ejercen en zonas de tránsito público o cerca de los colegios o lugares de ocio. Pero no hay una regulación clara a nivel estatal, ya que la prostitución no está prohibida ni legalizada.


-    El abolicionismo, representado por países como Suecia, que en 1999 aprobó una ley que penalizaba la compra de servicios sexuales. Esta regulación fue pionera en Europa. Llega a imponer incluso penas de cárcel al cliente y al proxeneta, y su finalidad es erradicar la prostitución. Noruega e Islandia adoptaron este modelo, y más recientemente, Francia o Irlanda.


-    La legalización, que existe en Holanda, que desde el año 2000 ha regulado la prostitución como un trabajo, y obliga a los propietarios de clubes a pagar la Seguridad Social de las prostitutas, que deben tener una licencia municipal y derecho a cobrar el paro y otras prestaciones. Variaciones sobre esta propuesta existen en Alemania y Dinamarca.

El gobierno en nuestro país quiere legislar en torno al tema de la trata y de la explotación sexual forzosa, que es lo que está en la base de buena parte de la prostitución, aunque no de toda. No habla de legislar sobre la prostitución en sí. Al mismo tiempo, un colectivo de personas que ejercen la prostitución decide formar un sindicato para defender sus condiciones de trabajo, para no estar tan desprotegidas, para no ser esclavas. Esta es la ambivalente realidad social.


Ingredientes para una toma de postura

Tal vez, responderíamos espontáneamente, que como otras muchas cuestiones “alegales”, legislar sobre ellas supone admitir que existen, y que se trata de un mal menor si, ya que es un hecho, al menos se regula sobre ello, protegiendo así a las mujeres (fundamentalmente son ellas) que ejercen, impidiendo las condiciones indignas.

Parece que dejar a las mujeres a la intemperie legal, también es condenarlas a un infierno mayor. Esta manera de argumentar considera que siempre va a existir prostitución, que no se va a acabar con ella, que hay demanda, y la oferta ha de estar protegida. Mejor entonces meter este asunto en un marco jurídico.

Es cierto que la experiencia dice que donde hay legalización puede haber mayor tráfico de personas, según un informe del Parlamento europeo de 2014. Pero también es cierto que la ilegalidad, la abolición, podría provocar más oscurantismo y más abusos.

Por otro lado, este “negocio de la carne”, del cuerpo, del sexo, es un atentado contra las mujeres, es una manera más de denigrar a las mujeres. La compra de un servicio sexual, convierte en objeto la sexualidad, rompe la idea de dignidad, cosifica, utiliza, maltrata, violenta lo más sagrado de la persona.

Son escasos los testimonios de mujeres que disfrutan con lo que hacen, más veces hablan de una especie aprendizaje en el desdoblamiento, como si se pudiera separar el cuerpo de lo que se siente. Si no hubiera oferta (abolición), decaería la demanda, por seguir con el grotesco símil mercantil.

La integridad física-corporal-mental, podría ser un bien a proteger por encima del derecho a sindicarse, siempre que se considere que con algo tan íntimo como el sexo no se puede traficar sin vulnerar la integridad de la persona. Esta manera de argumentar considera que el sexo no tiene un precio, es una expresión más de la afectividad, directamente relacionada con lo esencialmente humano.

No todos los países parten del mismo contexto-marco valórico, luego lo que en un país se ve tan claro, en otro no lo es. Los matices son importantes, y tal vez, otra consideración a tener en cuenta tiene que ver con quiénes son las personas que se prostituyen, ¿qué dicen ellas?, ¿pueden hablar?, ¿es un negocio clandestino o declarado?, ¿el ejercicio es libre o forzoso por circunstancias o coacciones?

Parece que las que ejercen la prostitución sin amenazas, son una minoría, que desde luego hay que tener en cuenta. Habría que delimitar también si se puede considerar “trabajo” a este intercambio de sexo por dinero.

Un total de 5.695 víctimas de trata han sido liberadas entre 2012 y 2016, gracias a los cambios legales en España de 2010 y 2015. Es cierto que, como pasa con la violencia de género en general, es un fenómeno que no se ve hasta que no se pone en él el punto de mira.

La trata de personas (un aspecto del maltrato) y la prostitución están perfectamente entremezclados. El proxenetismo, es decir, que un tercero se lucre del intercambio sexo-dinero, es sangrante, y este suele ser el modelo de ejercicio. La pobreza y la marginación de las mujeres son el caldo de cultivo del que se nutre el proxeneta, al que siempre habría que perseguir.

En el proceso de discernimiento, elementos como la justicia, la libertad, el daño físico y/o psicológico, están en juego, además de los valores propios y los de la comunidad que aspira a garantizar los derechos de todos los individuos, estableciendo prioridades en su protección.