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Tener o ser. Educar para “ser-teniendo”

Hace bastantes años que leí el libro de Erich Fromm, ¿Tener o ser? Como todos sabemos el autor plantea dos posibles posiciones del ser humano respecto a la propiedad: la tendencia de poseer o la tendencia a desarrollar todas nuestras posibilidades (psicológicas, laborales, relacionales, etc.). Ambas parecen excluyentes.

Por Alejandro Rocamora, psiquiatra.

Esta disyuntiva me ha cuestionado durante muchas etapas de mi vida: ¿soy feliz porque tengo más dinero, más poder, más cultura? ¿Es necesario no-tener para ser? ¿Se puede ser feliz teniendo? ¿El ser es sinónimo de felicidad? Preguntas que aún resuenan con frecuencia en mi mente. El propio Eric Fromm modificó su inicial propuesta en un libro póstumo : “Del tener al ser”, donde matiza su pensamiento primigenio llegando a la conclusión de que todo “tener” implica un “ser” y todo “ser” necesita un “tener” para existir.


¿Poseer es sinónimo de felicidad?
    En cierta ocasión leí este bello pensamiento: “ante una rosa uno puede disfrutarla contemplándola (ser) o cortarla para poseerla (tener)”. La buena solución sería disfrutarla-teniendo, aunque sea por menos tiempo.


    A veces, ese dilema se repite en nuestra existencia. Y optamos por una u otra solución. Podemos contemplar la vida como una larga carrera por “tener”: casa, coches, amigos, trabajo,… hasta nos reservamos un lugar en el cementerio, cuando compramos un nicho. Es como si esos títulos de propiedad nos hicieran más fuertes, mas importantes, mas felices. Por el contrario, ni no queremos un coche, ni una casa, ni realizar un viaje, entonces somos gente rara, que no sintoniza con el “modelo-persona-triunfador” del siglo XXI.


    K. Horney señala que los rasgos neuróticos de nuestro tiempo son: la dificultad de dar y recibir cariño, la falta de valoración de sí mismo, la agresividad. Para compensar esas deficiencias la persona moderna tiene una salida: poseer. “Cuanto mas tenga, menos daño me pueden hacer y también más seguro me encontraré y no tendré que destruir al otro”, piensa el hombre de la calle. De esta forma el “tener” es un antídoto (falso) contra la baja autoestima y contra la agresividad del otro.

Aunque luego la realidad es otra: al tener más hay que ser más agresivo para defenderse y no perder lo que se tiene. La posesión, no evita, sino que puede potenciar el “cuanto” de agresividad. El que nada tiene, nada teme. La seguridad que provoca la posesión es ficticia, pues no se cimienta en uno mismo sino en circunstancias externas, cuando éstas fallan, y pueden fallar, todo se viene a pique.


    Además, este afán de poseer, llevado a sus últimas consecuencias, con la ausencia total del “ser”, puede conducir a la alineación del individuo. Dos caminos. En primer lugar, recordemos la fábula del Rey Midas: según la leyenda todo lo que tocaba este personaje se convertía en oro: rozaba una mesa y se convertía en oro, también una casa, una pared, etc. Al principio estaba muy alegre hasta que quiso como y beber…También los alimentos y el agua se convirtieron en oro, en mucho oro. La abundancia ahogó su vida.


    En el otro extremo, se encuentra el enfermo mental, que por no tener, no es dueño ni de sus propios pensamientos. Me lo decía en cierta ocasión un joven que padecía una psicosis: “me siento que no soy yo. Las ideas vienen y se van y no puedo contralarlas. Quiero pensar pero no me dejan las voces interiores: ellas me dicen lo que tengo que hacer y sentir.” Son vivencias impuestas o delirios, descritos desde antaño en la psiquiatría.


    Así pues, tanto la “miseria” (ejemplo del joven que padece una enfermedad psicótica) como la opulencia (ejemplo del Rey Midas) no son buenos soportes para la felicidad. Es preciso una alternativa intermedia, donde se posibilite el ser y también el tener. Ahí radica la auténtica seguridad y felicidad: ser-teniendo.


Tipos de propiedad

Eric Fromm, en su libro póstumo ya citado, distingue entre “propiedad funcional” y “propiedad no funcional”. La primera implica la necesidad de cubrir las necesidades primarias (hábitat, comida, vestido, acogida, seguridad, etc.) del ser humano. Es precisa para llevar una vida digna. No podemos vivir  sin tener unos mínimos recursos de comida, hábitat, etc. Es lo que podemos llamar propiedad para uso. Este autor señala algunas características:


•    En esta situación se está al filo de lo imprescindible y provoca que la persona no se duerma en los laureles. Produce acción y actividad para no caer en la miseria.
•    En esta posición no se suele llegar a la envidia, pues se tiene poco pero no se apetece más. La persona se encuentra feliz con lo que posee y no añora los bienes de los otros. Su riqueza está en ser feliz con lo que tiene, aunque sea poco.
•    No existe el riesgo de avaricia, pues se parte de la convicción de que la posesión en sí no produce la felicidad, sino el estar en sintonía con lo que se tiene. No se entre en la carrera del consumismo pues se utilizan las cosas en tanto en cuanto sirven para vivir y no se vive para conseguir mas cosas.
•    No se está preocupado por la posibilidad de perder el patrimonio, pues aunque esto ocurriera, se podría recuperar en seguida, dado lo poco que se tiene.

En realidad, podemos afirmar que  la “propiedad funcional” favorece el “ser” y posibilita un desarrollo y crecimiento psicológico del individuo, sin poner falsos cimientos, ni apoyándose en tierras movedizas, como cuando lo que se pretende es tener más y más.

Pero, también existe la “propiedad no funcional” donde la finalidad primaria y última es poseer, como trampolín para sentirse más seguro, libre o independiente, o para enmascarar otras carencias, como la falta de recursos para resolver los conflictos cotidianos. Este tipo de propiedad satisface necesidades enfermizas, provocadas y estimuladas por nuestra sociedad de consumo.

Educar para “ser-teniendo”

    No existe una disyuntiva clara entre “tener” o “ser”. La solución discurre por ser capaces de poseer sin alienarse y “ser” sabiendo manejar las posibilidades que la tecnología y la cultura nos ofrece, lo que no significa una ascetismo a ultranza. Tanto la miseria como la opulencia pueden producir angustia, y en definitiva, dificultar un desarrollo armónico de la personalidad.

    He aquí algunas claves para poder sintonizar el “ser” con el “tener”:
•    Saber desprenderse de las cosas: desde la infancia debemos transmitir que es más gratificante compartir que tener. El niño debe aprender a dejar sus juguetes a sus compañeros, y a renunciar, por el bien del otro, a satisfacer de forma inmediata su deseo.
•    No es más feliz el que mas tiene: los medios de comunicación (tv, internet, etc.) nos transmiten la sensación que para ser feliz hay que tener un buen coche, una buena casa, un buen móvil o una zapatilla de marca, por poner solo algunos ejemplos. Nuestro mensaje debe orientarse a enseñar a disfrutar  de lo que se tiene, aunque sea poco, o no sea tanto como tiene el primo o el vecino del quinto.
•    Un “cuanto” de frustración es necesario para seguir progresando: hoy tendemos a saciar de forma automática todos los deseos del niño: los patines, la bicicleta, un helado, etc.  Se confunde el deseo con la realidad. Mas cuando las frustraciones y contrariedades llegan, el adulto no está preparado para asumirlas. Se produce así la infelicidad y la tendencia a “tener” para salir esas deficiencias.
•    Educar preocupándose por los demás: la posición de “tener” está centrada en uno mismo. Gira en torno a las propias necesidades: primero yo, después yo y yo… Poner el punto de mira en los otros es una forma de relativizar el poseer. Es una forma de vencer al narcisismo patológico que lleva al consumismo.
•    Favorecer la autoestima: apoyándonos en las propias capacidades del niño (honradez, generosidad, solidaridad, etc.) y no en lo que posee o por sus resultados (las buenas notas) ayudaremos a que de valor a lo que verdaderamente lo tiene: “el ser”. Hay que primar el “ser” sobre el “tener”, para que de adultos puedan disfrutar de forma correcta de su “tener” (riqueza, posesiones, etc.). De esta forma, habrán conseguido unir los dos términos de la disyuntiva: “ser-teniendo”.