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“La formación lectora y el desarrollo del hábito lector están en manos del profesorado”

¿Qué papel ha tenido en estas décadas la animación a la lectura en la formación de nuevos lectores, y en concreto de literatura infantil y juvenil?

Recién estrenada la democracia, en la década de los 80 del siglo pasado, nos encontramos en el campo de la literatura infantil y juvenil, como en casi todos los ámbitos culturales y sociales, con una verdadera revolución. Tranquila y pacífica, pero una revolución. Empezamos a descubrir autores, tanto en lengua castellana como en otras, que habían sido censurados por el régimen dictatorial en el que vivimos hasta 1975. Se empezaron a traducir magníficas obras que, hasta entonces, solo habían llegado circunstancialmente desde Hispanoamérica.

 

Con esta eclosión, quienes trabajábamos en las escuelas y en las bibliotecas, y también en otras instituciones, pero sobre todo en éstas, sentimos la imperiosa necesidad de poner en manos de nuestros niños y jóvenes todo lo que salía a borbotones de las imprentas en nuestro país.

 

También fue el momento, como no podía ser de otro modo, en el que la educación reglada, la que se impartía en las escuelas e institutos, cambió radicalmente. Había que dejar atrás: “la letra con sangre entra” y adoptar: “el conocimiento y el saber se adquieren con la experiencia gozosa, con la comunicación, con el encuentro, con el juego...”

 

De las aburridas, tediosas y obligatorias lecturas de las décadas anteriores había que pasar a los textos divertidos, emocionantes, cercanos a la vida de los propios niños. Textos con calidad literaria, que estimulasen la imaginación de los muchachos. Pero no era suficiente que esas obras estuviesen en los escaparates de las librerías o en los estantes de las bibliotecas. Había que hacerlos volar por encima de las cabezas de los posibles lectores. Y esa fue la misión en la que nos embarcamos maestros y bibliotecarios.

 

Aquí y allá surgieron asociaciones, escuelas de verano, publicaciones, encuentros, jornadas, en las que intercambiábamos experiencias y en las que uníamos esfuerzos para que el trabajo de unos y otros fuese lo más fructífero. Y eso hizo que empezaran a cambiar radicalmente tanto la cantidad como la calidad de las lecturas de los niños y jóvenes de este país.

 

Desde su experiencia en el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil de Guadalajara, ¿qué herramientas pedagógicas y artísticas son las más adecuadas para reforzar el esfuerzo por formar nuevos lectores?

Me parece realmente sugerente la pregunta acerca de “herramientas pedagógicas y artísticas”. Quizás por mi formación, entre otras, como maestro de educación musical, y por mi pasión por la música y las artes plásticas, ha habido muchas ocasiones en las que una y otras la he unido en mis iniciativas para la animación a la lectura.

 

Un relato que lleva en su trama una canción que han de aprender los niños. Una narración en la que aparecen las melodías de unos pájaros que reproducimos con una flauta. Un cuento en el que aparecen varios personajes que van encadenando su historia, de los que nosotros hacemos una serie de siluetas para que los lectores las coloreen y que sirven para que ellos mismos vuelvan a contarlo, pero representando cada uno a ese personaje. Las posibilidades son infinitas. Tantas como la imaginación nos sugiera.

 

Ahora bien, como en cualquier otro campo de la educación, la mejor forma de crear lectores es que los alumnos vean en nosotros a un buen lector. El maestro que llega al aula con un libro en la mano, lo deja encima de su mesa y a lo largo de la clase hace algún comentario sobre la trama, sobre los personajes. O que entra, da los buenos días y se pone a leer algún párrafo o algún capítulo interesante. Está haciendo la mejor animación a la lectura posible.

 

¿La animación a la lectura en las bibliotecas escolares, qué resultado está teniendo?

Un resultado magnífico. Pero maticemos. En realidad, lo que está dando muy buenos resultados es el trabajo paciente, sistemático, bien planificado y sostenido en el tiempo de las maestras y maestros que creen que la lectura es el vehículo más apasionante que el ser humano ha inventado.

 

¿Por qué digo esto y no hablo del trabajo de las bibliotecas escolares? Pues muy sencillo. Porque en España las bibliotecas escolares no existen.

“¡Qué barbaridad!”, dirán algunos al oír esta afirmación.

Así es. Nunca diríamos que existe un hospital si hay un edificio sin médicos y enfermeros, que existe un juzgado sin jueces o que existe un restaurante sin cocinero.

 

En España, salvo honrosas excepciones en alguna comunidad autónoma, las bibliotecas escolares no cuentan con bibliotecario escolar. Por lo tanto, la labor de formación lectora y de desarrollo del hábito lector está en manos del profesorado que utiliza con el mayor entusiasmo, con profesionalidad y con dedicación los recursos de los que dispone en el centro educativo.

 

Pero dicho esto, vuelvo al primer párrafo de mi respuesta: el trabajo que se hace en los centros educativos en favor de la animación a la lectura es, en general, de gran calidad. Y particularmente, en los colegios de infantil y primaria.

 

En un entorno tan digitalizado, ¿qué tan difícil se vuelve el objetivo de atraer nuevos lectores, de crear pasión la lectura?

En efecto: el entorno digital está poniendo las cosas muy difíciles a quienes nos apasionamos por atraer nuevos lectores y hacer que la lectura se convierta en una verdadera pasión.

 

Tengamos en cuenta que son ya muchas las investigaciones y evaluaciones en el campo de la educación de los más pequeños que están apostando porque no se ponga en manos de los niños una pantalla hasta pasados los 7 u 8 años.

 

Son indiscutibles los beneficios que nos han aportado las tecnologías digitales en el campo de la información, la comunicación y el aprendizaje. Pero, como cualquier otro instrumento, usado indebidamente puede ser más perjudicial que beneficioso.

 

A ningún padre o educador se le ocurriría ofrecer a un niño de 2 o 3 años una bicicleta o un patinete eléctricos para desplazarse. De igual modo, es mucho más adecuado y provechoso poner en manos de los lectores libros impresos, manipulables, adaptados a cada edad, que sofisticados aparatos que nos llevan de acá para allá y que en muchas ocasiones son ellos los que nos controlan a nosotros, y no a la inversa.

 

Hay adultos que se apasionan con la lectura a través del e-book o la tablet. Pero, para que un niño adquiera el hábito lector y la pasión por la lectura a través de una pantalla hay que realizar un trabajo de enseñanza-aprendizaje y acompañamiento que generalmente no se hace. Y lo mismo que el niño, en sus primeras etapas de aprendizaje, necesita manipular agua, arena, juguetes, objetos..., también necesita manipular libros.

 

Recientemente se conoció la noticia de que ha empeorado la comprensión lectora de los niños de 9 años de edad en varios países, ¿qué retos abre este tipo de situaciones?

Son los retos a los que se enfrenta la educación en su conjunto, especialmente en los países más avanzados económica y tecnológicamente.

 

Uno de los retos es, precisamente, ese del que hablábamos en la pregunta anterior: que los objetos, lo manipulativo, los libros impresos, vuelvan a tener el papel que tenían en la formación durante los primeros años del niño.

 

Otro, quizás más importante que el anterior porque se refiere a la educación en su conjunto, es que no se puede trasladar toda la responsabilidad a la escuela y a la familia, cuando hay otros factores sociales que llegan a tener tanto peso o más en el proceso educativo. Me refiero a los medios de comunicación de masas, a las redes sociales, a las tecnologías que nacen sin paran y que controlan nuestros aprendizajes y nuestras conductas.

 

Y desde luego, algo que hemos perdido en tantos ámbitos de nuestra vida: la actividad, el trabajo lento y pausado. Como bien sabes, hay grupos sociales y comunidades que apuestan por volver a la vida sosegada, la vida que llevaban nuestros abuelos en el ámbito rural. Hay que hacer las cosas, despacio, con calma, saboreando cada momento, para que cada experiencia, también la lectura, vaya calando como agua suave de abril.

 

También aquí tenemos que dejar de lado las tecnologías de la velocidad para volver a la dimensión humana: más caminatas y menos automóviles. Más lectura sosegada y saludable, y menos salto frenético de pantallas.

 

¿Cuál sería su mensaje a las familias que quieren que sus hijos adquieran hábitos de lectura?

Uno bien sencillo y, a la vez, bien difícil de conseguir en determinadas familias y en determinadas circunstancias: que los padres y los hijos dediquen tiempo a la lectura. Lo mismo que es imprescindible para la buena educación que dediquen tiempo al diálogo, a la escucha, a las caricias y a los besos.

 

La madre que canta nanas a su hijo cuando todavía lo lleva en su vientre. El padre que cada noche se acerca a la cama de su hija para contarle un cuento, para recitarle una un poema. El abuelo o la abuela que reúnen en torno a sí a sus nietos para contarles las narraciones que ellos mismos escucharon de boca de sus abuelos. Estos son los que están plantando las mejores semillas para el desarrollo del hábito de la lectura.

 

Más tarde, llegará el momento de abrir juntos esos magníficos álbumes ilustrados para contarles historias basadas en las imágenes. El momento en que la madre leerá un párrafo y la niña leerá otro, porque está aprendiendo a leer.

 

Y poco a poco el lector se irá independizando. Pero siempre estaremos atentos para que puedan compartir con nosotros sus experiencias de lectura, sus emociones, sus dudas, sus preguntas.