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"Tebeos, libros y un maestro de escuela"

Los Tebeos y un maestro de escuela

           

            En el pueblecito toledano donde pasé mi infancia no había una Biblioteca pública donde sacar libros, solamente recuerdo una pequeña tienda de “ultramarinos” que tenía de todo: sardinas en grandes cajas de madera redondas, telas para vestidos, chocolate “la Trapa”, legumbres y un largo etcétera. Y en un rincón, tebeos. Con ellos fue con los que me aficioné a la lectura. “Roberto Alcázar y Pedrín”, “El Guerrero del Antifaz” y “Mortadelo y Filemón”, son algunos de los títulos que recuerdo. Ya sé que es una literatura superficial, con errores sintácticos e incluso ortográficos, con gran pobreza de vocabulario, pero mi imaginación se potenciaba y el ansia por saber se acrecentaba a la par que leía más y más tebeos.

 

Ante mi insistencia por leer, mi madre, mujer con gran sentido común, llegó a preocuparse (aunque ella no había leído el Quijote pensaba que me podía afectar a mi mente) y consultó a la máxima autoridad en la materia: D. Fulgencio, a la sazón maestro de escuela. Este contestó en forma lapidaria: “Déjelo que lea ahora TBO, que ya leerá otras cosas cuando sea mayor...” ¿Sabia sentencia o metedura de pata?

 

Del TBO a la Biblia

 

            Siendo adolescente, época de proyectos y de retos, un día decidí leer la Biblia entera. Como suena: página tras página del libro más vendido del mundo. Me pegué ese atracón, que duro varios meses, simplemente por el placer de ponerme una meta, a primera vista inalcanzable, pero típicamente adolescente. Además de cansancio y aburrimiento, en mi memoria histórica se ha quedado impresa una sensación como si estuviera en un tobogán: me impresionó el Cantar de los Cantares, por su ritmo y poesía; la crueldad del Dios del Antiguo Testamento y también el sentido de solidaridad, bondad y la defensa del más débil del Dios del Nuevo Testamento. El Apocalipsis no lo entendí y recuerdo que estuve a punto de tirar la toalla, pero cumplí mi promesa porque... era un reto y un adolescente no puede claudicar.

 

Este atracón, como todos los atracones, no fue bueno, entre otras razones pues un manjar cuanto más exquisito debe ser saboreado y comido despacio. El Libro Sagrado, precisamente por su riqueza variopinta y su diversidad de mensajes, no se puede digerir en una sola sentada. Dos consecuencias de esta experiencia: una, hay que leer por el placer de leer, no por obligación o reto (de hecho, actualmente soy capaz de dejar un libro por la mitad si siento que no hay “química” entre su mensaje y mis sentimientos) y dos, referida al contenido de la Biblia, aprendí la importancia del sufrimiento del otro y también cómo uno puede ser feliz si tu compañero, amigo o vecino es feliz.

 

Del TBO a la psiquiatría y filosofía

Ya de adulto varios textos filosóficos y psiquiátricos han influido en mi vida o me han ayudado a comprender a la persona y su sufrimiento, al mismo tiempo que constituían el acicate para seguir creciendo psicológicamente. Seguidamente sólo señalo algunos de los libros que he leído en los últimos meses:

 

Psicoterapia con dignidad. Logoterapia aplicada de Elisabeth Lukas y de Heidi Schönfeld (2022). Como su subtítulo nos indica las autoras señalan con “historias de vida” de su experiencia clínica cómo abordar la ansiedad, los pensamientos obsesivos, el sentimiento de culpa, etc. desde la logoterapia.

 

El as en la manga. Los dones reservados a la vejez de Rita Levi-Montalcini (2021), premio Nobel de medicina (1986). Es un bello canto a la vejez y cómo el cerebro es “el as en la manga” que el ser humano tiene para vivir ese tiempo en plenitud. Destaca la flexibilidad y la capacidad regenerativa del cerebro.

 

Tiempos de cuidados. Otra forma de estar en el mundo de Victoria Camps (2021). Muchas son las ideas sugerentes que nos propone la autora. Me quedo con una: más que una sociedad de bienestar caminamos a una sociedad de cuidados.

 

Morir antes del suicidio de Francisco Villar Cabeza (2023), que nos habla del suicidio en la adolescencia y es fruto del trabajo profesional del autor durante muchos años atendiendo a una población joven.

 

La persuasión. Las palabras en las relaciones de ayuda de José Carlos Bermejo y Rosa Mª Belda (2023). Es uno de los últimos libros de nuestra casa, el Centro de Humanizar y escrito por personas con gran conocimiento del sufrimiento humano. Parte del principio del gran poder de la palabra para lo bueno y para lo malo, y la importancia de su utilización en el encuentro terapéutico. Es un libro para la reflexión.

 

Sobre textos “más mundanos” leídos últimamente, recuerdo dos: Lejos de Luciana de Luz Gabás (premio Planeta 2022) e Historias de mujeres casadas de Cristina Campos (finalista del premio Planeta 2022).

           

D. Fulgencio tenía razón                

La sentencia de mi viejo maestro de escuela se ha cumplido. Durante mi vida he leído libros de filosofía, psiquiatría, psicología y un largo etcétera, desde la prosa a la poesía (durante mucho tiempo la obra de R. Tagore estuvo en mi mesilla de noche), pero también he seguido recreándome en los TBO... para adultos, pero al fin y al cabo Tebeos. De hecho, todavía conservo la colección completa de Mafalda o la Historia de España de Forges. Hubo una época que para relajarme leía algunas de esas “grandes obras”.

 

Evidentemente he evolucionado, como anunciaba D. Fulgencio, y también mis lecturas. No obstante, el mensaje de fondo siempre es el mismo: los libros nos ayudan a “crecer psicológicamente” y, en definitiva, a ser más felices, que es de lo que se trata. D. Fulgencio tenía razón, pero con un pequeño matiz: he leído muchos libros, pero...he seguido leyendo Tebeos.