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"Los emigrantes de hoy tienen la misma nostalgia que en los ´60 pese a Internet y los vuelos de bajo coste"

Unos 700.000 españoles han emigrado desde que empezó la crisis y al menos 20.000 lo han hecho a Edimburgo, el segundo destino de Reino Unido que más emigrantes españoles acoge, sólo superado por Londres…

Por Laura Sanz Cruzado

La cineasta Icíar Bollaín ha querido dar voz y poner cara a un amplio número de esos españoles que se han marchado a la capital escocesa en el documental En tierra extraña, un trabajo que reflexiona en presente sobre una realidad muy vinculada con nuestro pasado más cercano.

La emigración siempre ha estado muy presente en el cine de Icíar Bollaín (Madrid, 1967), directora de películas como Katmandú, un espejo en el cielo (2011), Te doy mis ojos (2003), Flores de otro mundo (1999) u Hola, ¿estás sola? (1995). Pero el hecho de llevar viviendo en Edimburgo desde hace dos años y medio ha hecho que la cineasta empezase a ver esta realidad de una manera mucho más cercana y comenzara a plantearse qué hay detrás de este fenómeno renacido en España tras la crisis. A ello ha querido dar respuesta con En tierra extraña, un documental que narra las vivencias de un puñado de españoles de entre 20 y 45 años —la mayoría con licenciaturas y másteres— que se ganan la vida en la capital escocesa trabajando casi siempre en empleos de baja cualificación que nada tienen que ver con lo que estudiaron.

—¿Qué fue lo que te hizo querer rodar este documental?
—Llevaba un tiempo viendo que aparecía mucha información en la prensa sobre esta nueva ola de emigración. Además veía que había una guerra de cifras entre el Gobierno, que minimizaba el fenómeno, y las organizaciones sociales, que lo subrayaban y decían que era una evidencia. Entonces empecé a pensar si esta ola migratoria era tan grande como la que hubo en los ´60, cuando salieron entre dos y tres millones de españoles. Me planteé si era igual, si estábamos otra vez saliendo con la maleta a buscar trabajo como pasó entonces y con todas estas preguntas, empecé a investigar.

—¿Qué fue lo primero que aprendiste en esta búsqueda?
—Descubrí que había un denominador común entre toda la gente que entrevistaba: el retrato tan tremendo que hacían de la situación laboral en España, con falta de oportunidades y con condiciones laborales precarias y a veces hasta indignas. Al ver que toda esta gente estaba saliendo como consecuencia de la crisis, decidí que era más urgente centrarme en la propia crisis y en denunciar lo que está pasando en vez de hablar sólo de emigración. Gente que se ha marchado de España ha habido siempre, pero ahora es gente que se marcha porque realmente no encuentra su sitio en España, porque ve que allí no puede hacer una vida medianamente independiente. Ahora no sólo se marchan profesionales de determinados oficios con demanda fuera. Ahora se marchan todos. Y de esto hay responsables.

—¿Cómo contactaste con los entrevistados?
—Yo empecé con la idea de encontrar a cuatro o cinco personas en Edimburgo y seguirlas a lo largo de un año, pero me encontré con que, por un lado, el día a día de un emigrante ya establecido no es tan especial, y, por otro, me surgió el problema de que mucha gente se iba de la ciudad. Entonces encontré a Gloria, una mujer con mucha iniciativa que tenía pensado hacer una acción reivindicativa antes de volver a España. Ahí encontré mi estructura para contar todo lo que quería contar.

—¿Qué fue lo que más te impactó de estos testimonios?
—Además del retrato tan terrible que todos hacían del mercado laboral en España, me sorprendió mucho la nostalgia. Pensaba que en esta época de Internet y vuelos de bajo coste esa nostalgia no sería tan grande como en los años 60 y sin embargo, es igual. Es algo que ambas emigraciones tienen en común.

—¿Qué más similitudes hay?
—Sigue habiendo países que necesitan trabajadores y países a los que les sobran. Se sigue saliendo a buscar trabajo, como entonces. Y aunque se tenga carrera y demás, sigue existiendo la barrera del idioma y la sensación de estar en desventaja.

—¿Diferencias?
—La generación de los 60 tenía muy pocos estudios, algo que ya no es así. Era una emigración que tenía mucha conciencia de grupo y que desarrollaba una fuerte una conciencia política una vez fuera. Ahora, salvo excepciones como los círculos de Podemos o el colectivo de la Marea Granate, está todo mucho más disgregado, más separado. La gente no tiene mucha conciencia de ser un colectivo con problemas comunes. La sensación que se tiene es de aventura personal. Otra enorme diferencia es que la generación de los 60 mandó a España grandes cantidades de dinero y ahora eso no pasa. Bastante hay con sobrevivir.

—No es un Españoles en el mundo...
—No. Lo tenía muy claro. No iba a dejar de sacar a gente que está bien, pero iba a darle mucho más espacio a toda esa gente que se ha ido porque no tenía más remedio. Me parece que ese tipo de programas son bonitos, pero se han quedado desfasados al no registrar esta otra emigración. Creo que en general hay una imagen idealizada de lo que es emigrar, quizá un poco por este tipo de programas. Por eso a mí lo que más me preocupaba es que los emigrantes se sintiesen identificados.

—¿Crees que ha sido así?
—Eso creo. Creo que se transmite esa sensación de decepción y engaño que tienen todos. Hay una chica, por ejemplo, que es ingeniera química y trabaja limpiando habitaciones de hotel y que siente que le han timado. Cuando llevan toda la vida diciéndote que si estudias y te esfuerzas vas a tener algo después y luego ves que eso no es así, la sensación es de timo.

—¿Qué futuro crees que le espera a toda esta gente?
—Yo soy optimista, entre otras cosas, porque la situación no puede ir a peor. Además, estar fuera siempre es positivo, incluso aunque te vuelvas a casa porque no has conseguido lo que querías. La experiencia es siempre positiva y siempre se crece, y cuando se vuelve, se vuelve con otro bagaje y con muchas cosas que aportar. Lo ideal desde luego sería que el que se quede, se quede porque quiere y que el que se quiera volver, encuentre un lugar cuando lo haga. Poder elegir, básicamente. Lo que es duro es estar fuera porque no ves cómo volver.

—¿Te gustaría rodar una segunda parte contando qué ha sido de ellos?
—Sería muy bonito. Buscar a los que salen en el documental, incluir probablemente a gente nueva y ver qué ha pasado con ellos y con España en, por ejemplo, diez años. Muchas cosas, supongo.