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SOLIDARIDAD CIUDADANA EN MADRID: AYUDANDO A LOS “OTROS” REFUGIADOS

La tragedia de los refugiados, en su mayoría sirios, que llegan desde Turquía arriesgando sus vidas a Grecia y de allí continúan su viaje a Europa occidental siguiendo la ruta de los Balcanes ha sacudido conciencias en todo el continente, pero la distancia geográfica ha mantenido a España relativamente lejos de su sufrimiento.

Por Raquel Miguel

Sin embargo, con la política de puertas abiertas de Alemania, los refugiados sirios que se habían asentado en el norte de África quieren llegar también al norte de Europa. Con su sufrimiento y todas sus pertenencias a cuestas, cientos de familias pasan por Madrid desinformados y sin medios. Y ante la inacción de las autoridades, un grupo de voluntarios les presta todo su apoyo en una sala de operaciones poco ortodoxa: la estación de autobuses de Méndez Álvaro…

Todo comenzó entre finales de agosto y principios de septiembre cuando un grupo de gente comprometida por distintos motivos con los refugiados en la frontera sur de España comenzó a comunicarse por Whattsapp para comentar la situación de esos inmigrantes que vivían en condiciones de hacinamiento y precariedad en los centros de internamiento de Ceuta y Melilla. “Y deciden que quieren dejar de ser meros espectadores para pasar a la acción”, cuenta en entrevista con la revista “Humanizar” Hanan Anghar,  coordinadora de la Red Solidaria de Acogida.

Tras convocar una primera asamblea el 3 de septiembre para reunir a quienes “comparten esa  sensación de impotencia porque no saben cómo ayudar”, la sorpresa es mayúscula cuando acuden 250 personas. “El espacio que nos había cedido la Asociación Sin Papeles en Lavapiés se nos queda pequeño y decidimos ir a la plaza de Agustín Lara”, cuenta Hanan. A partir de ese momento, esa plaza se convierte en sede de la asamblea que se celebra cada miércoles y que termina por dar al grupo un carácter de colectivo, que actualmente integran unas 300 personas. “No somos un partido ni una ONG, somos una red ciudadana, una plataforma de solidaridad y acogida”, explica Hanan.

Una de sus primera decisiones: convocar una marcha por Madrid el 12 de septiembre bajo el lema “Por una política europea responsable, bienvenidos refugiados” pidiendo a Europa que abra sus puertas al sufrimiento de los refugiados.  A partir de ese momento, la red comienza también a denunciar políticamente lo que consideran un muy deficiente sistema de asilo en nuestro país.

Otra de sus decisiones inmediatas: ir a la estación de Méndez Álvaro, a donde están llegando en torno a 200 personas por semana, la mayoría de origen sirio, procedentes del norte de África y del sur de España que quieren continuar su viaje a Alemania y a otros países de Europa. El 17 de septiembre, el primer grupo de voluntarios se presenta en la estación. No saben muy bien cómo empezar, así que simplemente, se decidan a esperar en las dársenas con carteles escritos en árabe con mensajes como: “¿Eres refugiado? ¿Necesitas ayuda?”.

“¿Eres refugiado? ¿Necesitas ayuda?”

Y así comienza todo. Los refugiados que llegan se encuentran de repente al bajar del autobús con un grupo de voluntarios, muchos de su mismo país, que están allí para ayudarlos, cuenta emocionada Salam Doudieh, una joven palestina-siria asentada en España que se ofreció como voluntaria como traductora. “Es como ir a un hospital y que ya te esté esperando el médico en la sala de espera”, explica en entrevista a HUMANIZAR. Y es que se ha montado toda una “sala de operaciones” en la estación, cuenta.

Los voluntarios se organizan en diversos grupos (de acogida, de comunicación, de intendencia, de traducción, de seguimiento) y acuden a la estación por turnos. Al principio, ofrecían a los refugiados  comida, transporte y un lugar donde pasar la noche antes de continuar viaje, que no era otro sino las casas de amigos y conocidos de los voluntarios, y a veces las suyas propias.

“Era una experiencia muy buena porque por un lado a nosotros nos enriquecía la experiencia y por otro a ellos les cambiaba un poco la mala imagen de España que se habían forjado a partir de sus experiencias en los centros de Ceuta y Melilla”, explica Hanan.  Pero en un momento determinado las necesidades se desbordaron y la red de voluntarios decidió que era hora de implicar a las instituciones.

“Era también una cuestión de derechos”, cuenta Hanan, “pues los políticos han firmado tratados y se han comprometido a garantizar ciertos derechos”. La red comenzó a negociar con el Ayuntamiento de Madrid, definida además como una “ciudad refugio”. Ahora es el  Samur social del Ayuntamiento quien ofrece el alojamiento y el transporte a los refugiados en tránsito. Sin embargo, pese a ello Hanan denuncia que sigue faltando un plan específico o protocolo de emergencia desde las autoridades.

No quieren quedarse en España

Desde la entrada del Ayuntamiento, la red de voluntarios ha visto limitadas sus funciones. Ahora se dedican a recibirlos, atender sus necesidades y llevarlos al hospital si están enfermos. También reciben asesoramiento, por ejemplo legal, sobre el derecho de asilo en España.

“La mayoría no se quier quedar en España porque tienen familiares en otros países y porque ven que otros países les reconocen más derechos, les dan más recursos y tienen políticas de asilo más favorables”, cuenta Hanan. Sin embargo, la probabilidad es alta de que los países de destino los devuelvan en base a los Convenios de Dublín -que contemplan que un refugiado sólo puede pedir asilo en el primer países de la Unión Europea al que llega- porque ya han solicitado asilo en España al ser registrados en Ceuta o Melilla. “Por eso muchas veces son rechazados y tienen que empezar de cero en España, y queremos que estén preparados para eso y que cuenten con la información necesaria”.

Además, hay un grupo de seguimiento que investiga lo que ocurre con los rechazados o deportados. “No es posible hacer un seguimiento exhaustivo y a veces les perdemos la pista, pero sí al menos de los que están en situación más vulnerable”, cuenta Hanan.

Un vínculo emocional


Sin embargo el seguimiento se debe en otras ocasiones a un vínculo más emocional, cuenta Salam. “Intercambiamos los teléfonos y nos mandamos mensajes, me cuentan si han llegado o cómo están”. E incluso han creado una red de contactos. Y es que los voluntarios traductores son quizá quienes más forjan ese vínculo, al ser los primeros en atender a los refugiados desde que entran en Madrid hasta que se van.

“Hasta una vez me encontré entre los refugiados a un hombre de mi barrio que lavaba cabeza en una peluquería de Yarmuk”, cuenta Salam, que en Siria vivía en ese campo de refugiados palestinos a las afueras de la capital Damasco. “La gente se encariña y en la estación se ven escenas de llanto y de emoción. A mí como siria-palestina esto me toca mucho. Ves llegar a gente de tu país con toda su vida en las manos en busca de una vida mejor. Escuchas sus historias de muerte y violencia. Además, mi familia hizo lo mismo para llegar a España y entiendo ese sufrimiento. Entiendo lo que supone llegar a España con toda tu vida en una maleta. Llegan pensando en una vida mejor pero a saber dónde acaban, quizá viviendo en escuelas o en tiendas. Ver a tu propia gente sufriendo es muy duro, insoportable”.


La red de voluntarios sólo puede sin embargo realizar una atención de emergencia a gente que sufre ansiedad o angustia y que quiere marcharse lo antes posible, así que no les da tiempo a hacer un apoyo psicológico y una intervención en esa materia, explica Hanan, que señala que principalmente se les ayuda a tratar los problemas de salud que sufren.

“Muchos llegan muy tocados y se les pregunta cómo están. Algunos se derrumban pero otros se han  puesto una coraza y no quieren contar nada, sólo quieren borrarlo de su recuerdo”, cuenta la coordinadora de origen marroquí. “Aquí intentamos no ser invasivos, si quieren hablar los escuchamos y si no, no los forzamos”.

Tras los atentados del 13 de noviembre en París, la red teme que pueda haber una influencia negativa en la opinión de los ciudadanos sobre los refugiados, sobre todo a raíz de la información de los medios de comunicación. Pero ellos lo tienen claro: “Los refugiados son los primeros afectados por todo este horror”, cuenta Hanan. “Todos sabemos quién lo ha hecho”, añade Salam, que espera que no se identifique a su país con el terrorismo. “El terrorismo no tiene nacionalidad ni identidad”.