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"PACTA SUNT SERVANDA"

¡Cuántas veces hemos oído esta frase a lo largo del pasado año 2015, refiriéndose a la situación de Grecia! La traducción de esta frase es: “los pactos están para cumplirlos”. Y sobre esta frase quiero construir mi reflexión.

Por Francisco Javier Rivas Flores,
Médico y bioeticista.

Los pactos están para cumplirlos, ¿tiene significado esta expresión en el mundo de la relación sanitaria? ¿Es una relación basada en pactos o se basa en otros elementos?

Creo y, en esto sigo al filósofo Paul Ricoeur (1913-2005), que la relación sanitaria está firmemente sustentada en un pacto entre el sanitario y el enfermo, incluyendo también a la familia, pero también en pacto entre el sanitario y la sociedad, al margen del tipo del modelo de ejercicio sanitario. Estos pactos tienen una evidente finalidad beneficente para todos los actores, pero también pueden ser unos pactos negativos en los que se pueden perjudicar todas las partes implicadas.


Pacto social
Es un hecho que los sanitarios pueden acceder a varias esferas de las personas (pacientes) que están vetados al resto de la sociedad, y no solo están vetados, sino que el acceso a dichos espacios constituye un delito.

Los sanitarios pueden entrar en la intimidad de los pacientes a través de las exploraciones físicas, pueden entrar en su organismo tras una incisión, que en otros ámbitos constituye una agresión y pueden entrar a conocer el pasado, los valores, la vida de las ideas, de la sexualidad de las personas.

Esto se puede hacer como consecuencia del pacto implícito entre la sociedad y las profesiones sanitarias: “te permito acceder a estas esferas personalísimas a cambio de que pongas todo tu esfuerzo en curar, si es posible, en cuidar y en acompañar a las personas enfermas, y además te preocupes de investigar para mejorar la salud de la humanidad”.


Este pacto tiene una gran exigencia ética para los sanitarios. En primer lugar exige respetar la dignidad de los pacientes, es decir hacer las exploraciones de la manera más cuidadosa, respetando la intimidad y el pudor de los pacientes, esto se demuestra en la manera en la que entramos en la habitación de un paciente hospitalizado (no se puede olvidar que esta habitación constituye, en este momento el hogar del paciente, su espacio vital, que no se debe invadir de cualquier manera).

Actos tan elementales como llamar a la puerta, pedir permiso para entrar son muestra inequívoca del respeto por la dignidad de la persona; exige pedir permiso para acceder al organismo de otra persona, tal y como fue enunciado por el Juez Cardozo en 1914, en lo que supone el primer refrendo jurídico del Consentimiento Informado: "...todo ser humano de edad adulta y sano juicio tiene el derecho de determinar lo que debe hacerse con su propio cuerpo, y un cirujano que realiza una intervención sin el consentimiento de su paciente comete una agresión por la que se le pueden reclamar legalmente daños...".

Exige prestar la información suficiente y adecuada a su nivel cultural para que pueda contribuir a la toma de decisiones, exige respetar sus valores.
No se puede olvidar el valor social que tienen las profesiones sanitarias, es decir el valor que como empleados públicos tenemos los sanitarios, aunque tengamos un ejercicio de la profesión libre y privada.


Desgraciadamente este pacto se puede romper por abusos por ambas partes, así cuando los sanitarios se arrogan la prerrogativa sobre la vida y la muerte, cuando deciden por su cuenta que una vida no merece ser vivida, al margen de la opinión del sujeto (recordamos hace años la actuación del ángel de la muerte, una enfermera que facilitó la muerte a varios ancianos hospitalizados por lástima, o más recientemente el caso del médico francés Bonnemaison, condenado por acelerar la muerte de varios pacientes terminales, o el tristemente famoso Dr. Kervokian, Dr. Muerte) o casos de violaciones sexuales realizadas por médicos como recientemente ha salido a la luz en los medios de comunicación.

Por parte de los pacientes se rompe el pacto cuando, se simulan enfermedades para obtener beneficios sociales, cuando no se cumple con las recomendaciones sanitarias, cuando se hace un abuso de la asistencia o cuando no se cuida la propia salud de manera responsable, que tiene repercusión social.


Pacto individual
Retomo el concepto de Ricoeur, el acto sanitario es  un “pacto de cuidados”, es más es un pacto de cuidados basado en la confianza. Es un compromiso personal con “mi” paciente y con cada paciente de hacer lo mejor que esté en mi mano para ayudar a resolver el problema que presenta, la enfermedad.


Este compromiso conlleva la responsabilidad de continuar sin descanso, formándonos para ofrecer lo mejor que en cada momento la ciencia pueda dar, en buscar, si no está en mi mano, el recurso que pueda ser útil a esta persona.

Supone ejercer lo que el Prof. Laín Entralgo denominaba la “amistad médica”, que traducido a nuestro lenguaje quiere decir: “voy a hacerte todo el bien [sanitario] que esté en mi mano, voy a procurar que te sigas realizando como persona en la enfermedad, en el dolor o en el sufrimiento, y voy a poner mi empeño en eliminarlo, pero lo voy a hacer contigo, respetando tus valores y no imponiendo, necesito tu confianza en mi buen hacer y mi confianza en que tu vas a colaborar y que cuando te encuentres sin fuerzas y yo no tenga más herramientas no te dejaré abandonado, me comprometo a acompañarte en ese camino, y te voy a tratar como si fueras el único paciente”.


En este pacto individual se materializa el compromiso ético de los sanitarios, desde el no dañar, entendido como evitar los daños innecesarios, continuar la formación para mantener los conocimiento, la pericia y la prudencia, pasando por hacer el bien que esté en nuestra mano hasta respetar la voluntad de las personas, su autonomía, que nace no fruto de caprichos pasajeros temporales, sino de convencimiento de expresar unos valores que manifiestan a la persona, sin olvidar criterios de justicia que deben llevar un trato equitativo, sin discriminación.


Este pacto exige sinceridad por parte de los actores, lleva a preguntar al sanitario, ¿quién es el paciente para mí?, ¿es un caso a estudio, un reto a mi inteligencia?, ¿es un ser con una enfermedad que sufre y que necesita también mi afectividad?; que lleva a preguntar la paciente: ¿quién es el sanitario para mí? ¿Es un científico que va a poner toda su sabiduría en mi caso?, ¿es un ser humano que se compadece conmigo en la enfermedad y va a poner su afectividad junto con su ciencia o su arte?


En esta relación interpersonal el pacto negativo viene entre otros de lo que se conoce como “pacto de silencio”, ante la gravedad de la enfermedad, ante el pronóstico ominoso, callamos y no damos información porque no sabemos cómo manejarla, ante el peligro de muerte nos alejamos porque no sabemos estar a lado, simplemente cogiendo la mano o dando el calor de la relación.


El pacto debe cumplirse y los sanitarios debemos ser conscientes del compromiso que adquirimos cuando optamos por estas profesiones, nos debemos a nuestros pacientes y cuanto más débiles y menesterosos ese compromiso es mayor.

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