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Refugiados: el drama contado por los niños

Las imágenes de miles de personas recorriendo kilómetros y kilómetros a pie, en lanchas hinchables, en tren o en autobús, cruzando en masa fronteras copan los medios desde el verano de 2015.

Por Raquel Miguel.

Fotografía por cortesía de La Claqueta PC.

 

Las noticias sobre la ola de refugiados proliferaban hablando de cifras, nacionalidades y vallas, dejando con frecuencia en segundo plano las historias personales de familias que se vieron obligadas a dejar su hogar y en el camino lo perdieron todo e incluso tuvieron que separarse. Una mirada más humanizadora arroja el cineasta argentino Hernán Zin en su documental “Nacido en Siria”, narrando lo ocurrido desde la perspectiva de las voces más inocentes e incuestionables posibles: los niños.

No es la primera vez que el documentalista recurre a la voz de los más pequeños para contar conflictos o tragedias. Ya lo hizo hace unos años con su trabajo “Nacido en Gaza”, en el que narraba la vida cotidiana de un grupo de niños en la Franja palestina sometida a bloqueo israelí y volverá a hacerlo en una tercera entrega cuyo tema no está aún definido. “Podría hacer cien”, señala en entrevista con “Humanizar”.

Pero ¿qué es lo que busca en las voces de los niños que no encuentre en los testimonios de los adultos? “Los niños son las víctimas más inocentes de todas y tienen una sensibilidad y un sentido común al hablar que te desarma y permite ver a la persona que hay detrás. Además no hay especulación posible sobre si son combatientes o pertenecen a un bando o a otro. Son siempre inocentes”.

Los niños, vehículo para una mirada más humana

Los niños son también un gran vehículo para arrojar una mirada más humana sobre tragedias y conflictos, para humanizar y personalizar las cifras y los imágenes en los medios, asegura Zin, que ha cosechado numerosos premios con su trabajo y que está nominado a un Goya como mejor documental.

“Porque lo que pasa en la guerra es también lo que ocurre dentro de las personas: el trauma, la pérdida y todo lo que hay en el interior de la gente”. Y eso es lo que Zin quiere narrar ahora, después de muchos años trabajando en zonas de conflicto y cansado de contar las cosas de la misma manera, siguiendo la forma de trabajo del reporterismo tradicional. Además, los niños son el 30 por ciento de los refugiados y alguien tenía que darles voz.

El desencadenante de su deseo de contar el drama de los refugiados desde las voces infantiles fue la imagen del pequeño niño kurdo Aylan muerto en una playa de Turquía que dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo de la tragedia. Zin estaba trabajando en un documental sobre las matanzas de elefantes en África, pero al ver esa imagen lo dejó todo.

Comenzó allí un frenético recorrido por las rutas seguidas por los refugiados, desde Turquía a Grecia y de allí a Hungría, Serbia, Croacia o Eslovenia o a Macedonia cuando la ruta de los Balcanes quedó cerrada. Zin los acompañaba en esa huida, conociendo sus historias en plena marcha, sin detenerse, en un trabajo muy exigente a nivel logístico.

Así pudo seguir a muchos niños como Marwan, desde que comenzaron su huida hasta la llegada a su destino, una pequeña localidad belga. A algunos se los iba reencontrando durante el rodaje o los contactaba por teléfono o por las redes sociales para conocer su paradero, mientras de otros no volvía a saber nunca. Como esos tres niños que habían perdido a sus padres y que caminaban solos por Budapest, y cuya pista Zin perdió para siempre con una sensación de impotencia y pérdida real.

De los que sí pudo seguir surgieron 20 conmocionantes historias, de las que siete se plasman en el documental. Siete que asegura Zin, escogió el azar. “Fue el destino quien los eligió”.

El drama de la separación familiar

No hay duda de que los protagonistas son los niños, pero la figura de los adultos está siempre latente, asomando el sufrimiento y la lucha de los mayores por sacar los pequeños de la guerra y ofrecerles una vida mejor en Europa. La desgarradora separación familiar es uno de los principales dramas que evidencia el documental y que Zin descubrió sobre la marcha.

“No tenía conciencia de que se estaban rompiendo familias de esa manera por la guerra y por la política migratoria europea. Fui descubriéndolo por el camino y fue muy doloroso, sobre todo por el desgarro con que lo llevan los árabes, que son personas muy familiares y unidas”. Y es que pueden pasar años hasta que los miembros de una familia puedan volver a verse.


Un nuevo obstáculo: la difícil integración

Otra de las conclusiones más dolorosas que arrojó el documental fue que la llegada a Europa occidental no es, ni mucho menos, el final del camino. “Una de las cosas que más me sorprendió fueron las trabajas burocráticas y las dificultades que tenían estos niños cuando conseguían llegar a Alemania, Francia o Bélgica. Después de su huida de Alepo, la pérdida o separación de sus familias y los traumas, tienen que empezar de nuevo en una nueva carrera de obstáculos”, cuenta Zin.

Como Marwan y su padre, que deben estudiar el nuevo idioma y buscar una nueva vivienda, que nadie quiere alquilar a refugiados, cuando se acaban las ayudas, o Yaha, la joven de 13 años que ha llegado con su padre a Berlín y cuya relación se enturbia ante la impotencia de no poder traer a su madre y hermana que dejaron atrás en Líbano.
“Los admiro por luchar con ahínco, por luchar duro para salir adelante”, afirma Zin.

Y es que en su opinión, los países europeos no han estado a la altura de las circunstancias. La única que se salva es Alemania, con la decisión de Angela Merkel de abrir las fronteras. “Fue una decisión muy valiente, yo ese día estaba en Hungría y llorábamos de emoción” al saber que Alemania iba a permitir la entrada a los refugiados.

Sobre España, Zin se muestra sorprendido de que no respondiera con más generosidad a la crisis y destaca el ejemplo de Canadá, un pequeño país que acoge a 200.000 migrantes cada año y donde los barrios se organizan para integrarlos.

Los refugiados, una oportunidad en un continente envejecido

Pero si a Zin esta película le ha enseñado algo que es los refugiados suponen una oportunidad de que una Europa envejecida reciba sangre nueva. “Son una oportunidad, no los veamos como amenaza y juguemos el juego al Estado Islámico”.

Ante las críticas a su política, Zin alerta del peligro que suponen los populismos en ascenso en Europa, ante un 2017 lleno de citas electorales en el Viejo Continente. “Europa es un oasis de derechos humanos, defendamos esos valores a capa y espada, no los traicionemos”.