Revista Humanizar

Suscríbete y recibe cada dos meses los ejemplares de la revista de referencia en el mundo de la humanización de la salud.

Suscríbete y colabora con nuestra misión

BIOÉTICA Y RESPETO

Desde un punto de vista formal, se considera que el documento que se puede considerar fundante de la bioética, en el plano más relacional, es el conocido como Informe Belmont, redactado por la National Commission for the Protection of Human Subjects of Biomedical and Behavioral Research su título, en castellano: "Principios éticos y pautas para la protección de los seres humanos en la investigación". El otro gran documento, “Bioética, un puente hacia el futuro”, de RV Potter, presenta una bioética global, donde el objetivo es la supervivencia del planeta.

El informe supone la síntesis de los trabajos que, durante 4 años desarrolló la Comisión Presidencial. El objetivo de la Comisión era llegar a consensuar unos principios básicos que deberían ser respetados en toda investigación con sujetos humanos.

El éxito del planteamiento de estos principios, y lo que ha llevado a su universalización, es que constituyen la esencia de lo que deben ser los valores relacionales, a cualquier nivel de relación que se quiera dar. En el mundo sanitario han tenido especial predicamento por su universalidad y conceptualización que entronca con los valores más sólidos de la relación asistencial desde la formulación hipocrática. Lo que no significa que sean de fácil aplicación.

Pero centrándonos en los principios enunciados en el Informe Belmont nos vamos a quedar en el primer principio que presenta y que titula Respeto a las personas. Es cierto que en el desarrollo conceptual del principio que hace el informe lleva a la consideración de la autonomía, pero esto es solo una parte de su propuesta. En concreto este principio se enuncia reconociendo dos convicciones éticas, “la primera es que todos los individuos deben ser tratados como agentes autónomos, y la segunda, que todas las personas cuya autonomía está disminuida tienen derecho a ser protegidas.” Y lo que es más importante reconoce dos prerrequisitos morales, uno el reconocimiento a la autonomía, y un segundo de protección a las personas que tienen de algún modo disminuida su autonomía. En la formulación principialista posterior estar formulación queda planteada de una manera más simple en autonomía.

 

El respeto como valor en la relación asistencial

La profesora V. Camps en 2015 recoge, en un excelente artículo, las virtudes que deben poseer las profesiones sanitarias. Y que como resalta, las virtudes deben ser cultivadas específicamente, porque como decía Aristóteles, la virtud es una disposición adquirida voluntaria. Y el respeto, y más en esta época, en la que parece que la consideración por el otro es un signo de debilidad.

En su análisis repasa lo que lo bioeticistas de mayor proyección (Drane, Pellegrino, Thomasma,Siegler) han escrito sobre la cuestión, y prácticamente todos coinciden en una virtud, el respeto. A esta virtud acompañan otras, como la benevolencia, la confianza, la amabilidad, etc.

Esto es así porque en esta virtud se reconoce en el profesional un talante le predispone a escuchar al paciente, tener en cuenta sus valores y puntos de vista, es la mejor manera de permitir que el paciente exprese sus deseos y preferencias. Este respeto que debe mostrar el profesional se acompaña de otras virtudes como son la sinceridad y la compasión.

En España, Gonzalo Herranz también presentó el respeto como la virtud fundamental de los sanitarios, indica que viene recogido como obligación primaria de los médicos (en su código deontológico) y del que emanan todos los deberes y prerrogativas del médico.

 

¿Qué supone en la práctica este principio de respeto?

Precisamente supone no quedarse en la teoría, sino que tiene aplicación inmediata en considerar a la persona, en cualquier circunstancia que pueda presentar, como interlocutor válido, por lo que el respeto supone actuar previa información, con consentimiento, si se niega este respeto a un agente que se considera autónomo es minusvalorarlo, como dice el Informe repudiar los criterios de aquella persona, es negar la libertad de esa persona.

Pero también supone proteger a las personas que no poseen poder de autodeterminación o que no lo poseen completo, porque se va haciendo conforme madura la persona. Y pueden ser merecedores de especial cuidado, lo que no significa exclusión en la toma de decisiones. Hay que amoldar el lenguaje a las capacidades de cada persona.

Tiene la grandeza de introducir un elemento novedoso en la relación sanitario paciente, que es su reconocimiento como parte sustancial de la relación, es decir donde adquiere su genuina virtud, de manera que esta relación deja de ser auténtica cuando se rompe o no se cumple con este principio de respeto por la persona atendida.

 

Respeto y humanización

Respetar a la persona es un acto genuino de humanización, puesto que exige el reconocimiento de su valor como ser humano, como constitutivamente humano y con el que me relaciono de humano a humano y como tal le considero y le respeto, aunque no comparta sus ideas y su visión de la “vida buena”, como aspiración final de todo ser humano.

Respeto que se manifiesta en la manera concreta de tratar al paciente, respetando el pudor en lo referente a la privacidad, en las exploraciones y actuaciones, y sobre todo respeto a mantener la confidencialidad extrema y exquisita de lo conocido del paciente.

En el mundo del respeto hacia el otro, la puntualidad en las actuaciones sanitarias, debe ser la norma y no la excepción.

 

Respeto a la vida humana

En un momento en el que hay licitud para acabar con el sufrimiento de la persona, eliminando a la persona, parece más perentorio considerar y reflexionar sobre lo que supone el respeto a la vida humana.

La vida es el valor en el que se apoyan el resto de los valores personales, si bien es cierto, que, como otros, no es valor absoluto, lo que no significa que deje de tener sentido y significado. Por ello, cualquier propuesta de eliminar una vida, por muy legal que sea, no deja de ser una falta de respeto a otra persona y a la sociedad en su conjunto. Es cierto que puede haber situaciones de pérdida de sentido para la persona, casos muy excepcionales, que desde el respeto habrá que tratar individualmente y ofrecer todos los recursos que la sociedad hoy puede ofrecer. Trabajar con la persona, hacer una planificación anticipada de cuidado y acompañamiento, son una de las mayores muestras de respeto hacia la persona, y de las más humanas, porque considera el auténtico valor de la persona a que atendemos.