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"La mancha en el cristal"

La enfermedad para las personas es como cuando uno vive tranquilamente en su casa, donde todo funciona armónicamente y, de pronto un día, una llamada del portero avisa de que VAN A CORTAR EL AGUA INMEDIATAMENTE, por una avería en el portal, y que no saben cuándo podrán volver a tener agua, porque la rotura es gorda…



Por Mari Patxi Ayerra

…Te hace caer en la cuenta de que ya no te puedes duchar, ni regar, ni guisar, ni lavar, ni planchar, ni lavarte los dientes, ni hacerte las abluciones normales… y caóticamente buscas en la nevera los restos de agua fría, para poder lavarte con ella los bajos, y luego, entre los agujeros negros de la casa, buscas algún almacenaje de agua, como garrafa o botellas archivadas, de esas que uno no sabe dónde guardarlas cuando no hacen falta y que molestan un montón en todas partes… Y se encuentra uno unas botellas, de ni se sabe cuándo, que algunas tienen el agua verdeando un poco y que nos sacan de apuros, para utilizar el wc., para hacer una infusión, para lavarse los dientes o para regar...

Es curioso, porque hasta ese momento no habíamos caído en la cuenta de lo importante y necesaria que era el agua en nuestro hogar y para casi todo. Pero mientras la tienes normalmente, no la echas en falta, pero en cuanto no la tienes, comienza ese periplo de dificultades domésticas habituales, que nos dificulta el vivir cotidiano y la marcha de la vida normal.  

Pues con la salud ocurre lo mismo que con el agua: que cuando la tenemos, ni caemos en la cuenta de su presencia, pero en cuanto algo falla, o enferma, ya todo se pone patas arriba y nada va normal. Se vuelve caótico el vivir, se cambian los roles, los cuidadores son cuidados y los cuidados son cuidadores; los padres se vuelven hijos de sus hijos y los activos se vuelven pasivos y se aplastan por los rincones por la enfermedad, y los lentos se cogen la responsabilidad de los enfermos y se echan a sus espaldas el sufrimiento ajeno y
el malvivir cotidiano y todo se descoloca, encabrita, revuelve y agita.

En tiempo de salud todo iba bien, no ocurría nada y la vida social circulaba normalmente. Pero en cuanto uno enferma se le excluye de la vida social, se le aísla y deja a un lado. Y es que a un miembro del cuerpo sólo se le hace caso cuando suena, cuando grita, cuando molesta… Pero en el silencio del buen funcionamiento, apenas le escuchamos, ni le cuidamos, ni le mimamos suficiente. La salud es como un cristal, que apenas se nota su presencia, salvo cuando está sucio, que es entonces cuando más se nota que está, separándonos de la realidad. Pues la enfermedad es como la mancha en el cristal limpio.

A la enfermedad se le hace poco caso en la vida social. Solo se expresa en las ceremonias de las bodas, cuando se dice aquello de que yo te tomo a ti, por esposo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza… y todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe.

Pero ¡qué difícil es vivir este momento, cuando llega la enfermedad a separar a los dos que se quieren, cuando el cuerpo del otro, que tanto te atraía, de pronto duele, falla, hace ruido y se estropea…!

La primera enfermedad (que no lo es en sí) que se suele compartir tras el matrimonio es el embarazo o el parto, cuando hay que hacer visitas al médico para cuidar el cuerpo de la mujer y del niño y luego para prepararse para el parto y para esperar al bebé… Luego llegarán las habituales visitas al pediatra, que seguirá la salud y el crecimiento del niño, que complicarán el horario de los padres y les tranquilizarán en las dudas domésticas, educativas y alimenticias.

Toda enfermedad ejerce un impacto en la actitud de la persona, es decir, a nivel de pensamientos o convicciones, a nivel de sentimientos y a nivel de comportamientos. Tal impacto depende no solo de la enfermedad en sí, sino también y sobre todo, del significado que la persona atribuye a la misma, del colorido emotivo experimentado asociado a recuerdos, contenidos y sensaciones que hacen referencia a la experiencia pasada, a los deseos actuales y a las expectativas o preocupaciones del futuro. Qué es la enfermedad es algo que se aprende en la vida familiar, desde niño. En cada casa, cuando alguien enferma, se produce una situación especial. En unas se dramatiza mucho la enfermedad, en otras se trivializa o ignora y en otras se hace un dramón de campeonato. Y ese comportamiento se repite, sin darse cuenta, cuando se es adulto, por lo que aprendió de sus mayores, de su entorno y de las personas significativas.

Hay quien al menos síntoma de enfermedad parece que está en situación terminal y se acurruca, aplasta y aparta de la vida normal, con cara melodramática y los hay que ante la enfermedad se ponen mimosos, tienen ganas de familia, de visitas y de hacer de esa situación algo especial. Yo recuerdo que en mi casa, cuando uno estaba enfermo, se le ponía en el salón, con una mantita, con todos alrededor, y le mimábamos y dedicábamos una atención especial. Por eso estar enfermo era toda una fiesta, por no ir al cole y por ser el centro de la situación familiar.

Y yo, influenciada con todo aquello que aprendí de niña, cuando estoy enferma se me pone el corazón contento y tengo ganas de amigos, de mimos, de celebrar el acontecimiento y de montármelo lo mejor posible. Por eso, cuando he estado de parto, la última parte de la espera de las contracciones, la he pasado en el cine, varias veces, para distraerme de los dolores y porque estoy convencida que las penas con amigos son menores… En cambio, conozco gente que se coge un pequeño catarro y se tapa, como si fuera a ir al Polo Norte, se aísla, oscurece el ambiente y tiene gesto melodramático durante unos días, hasta que desaparecen los síntomas y se incorpora a la vida normal.

Como siempre la familia es la primera escuela de socialización para el individuo, donde se hacen todos los aprendizajes importantes. Es curioso que cuando uno es niño, la enfermedad es cosa de mayores, de adultos, algo que se sabe que tiene que llegar, pero que se ve muy lejos. En cambio, en cuanto te haces un poco mayor, te salpica la enfermedad de gente cercana y te duele ver sufrir a gente que quieres y sabes que, más tarde o más temprano, te tocará a ti, porque es ley de vida. Pero la enfermedad, afortunadamente, y casi siempre, aparece más adelante, cuando uno ya es adulto y tiene responsabilidades serias. Me pregunto yo si se debería enseñar a vivir la enfermedad y las dificultades, desde niño y en la vida escolar, cuando se impartan habilidades sociales. Lo dejaremos para el próximo capítulo.

Por hoy os dejo y os mando un abrazo.