Revista Humanizar

Suscríbete y recibe cada dos meses los ejemplares de la revista de referencia en el mundo de la humanización de la salud.

Suscríbete y colabora con nuestra misión

El virus que cambió... hasta el transcurso del tiempo

Así lo afirmaba la doctora en Antropología Enriqueta Lerma Rodríguez en una publicación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)  que intentaba arrojar luz sobre el tema. Las medidas implementadas para impedir la propagación de la pandemia, especialmente los confinamientos y las limitaciones de aforo en la hostelería o lugares de ocio han provocado una percepción de que la sensación de espacio físico del que el ser humano dispone es menor, mientras el tiempo parece ensancharse.

La cercanía de lo ocurrido en 2020, cuyo fin aún no terminamos de divisar, hace que aún sea muy pronto para sacar conclusiones. Pero durante el confinamiento, algunos expertos comenzaron a hablar de una tendencia: la de una percepción más ralentizada del tiempo. La sensación de que el tiempo no pasaba y de que el encierro se hacía interminable acompañó a muchos durante los meses pasados.

El tiempo durante el confinamiento: días más “largos” y falta de estímulos

Uno de los países que ha contado con uno de los confinamientos más largos del mundo es Argentina. Allí, el Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) buscó algunas respuestas sobre la percepción del tiempo durante la pandemia. Una de las claves para entender esa expansión temporal percibida es la carga cognitiva, aseguraba en una publicación nacional el director de investigación de ese instituto, Pedro Bekinschtein.  

Durante el confinamiento, explicaba, la gente realiza más tareas de lo habitual en el mismo intervalo de tiempo: al trabajo habitual se sumaban las responsabilidades de la casa, el aprendizaje de la comunicación virtual, la consideración de las reglas de higiene y otro tipo de toma de decisiones. Todo ello sumado a una falta de visibilidad del fin del encierro que expandía aún más la percepción temporal.
Otro problema era la falta de estímulos durante la jornada: la monotonía y rutinas peor estructuradas hacían visualizar días iguales, sin distinción de espacios ni tiempos.

El confinamiento en retrospectiva: la gran contradicción y la falta de recuerdos

Sin embargo, Claudia Hammond, autora del libro "Time Warped: Understanding the Mysteries of Time Perception" (El tiempo deformado: la comprensión de los misterios de la percepción temporal), apunta a otro suceso que puede parecer contradictorio. Mientras que los días del confinamiento se nos hacían más largos, una vez terminado éste la mirada en retrospectiva del encierro se aceleraba en nuestra percepción.

En un artículo en BBC,  Hammond lo explicaba con un ejemplo contrario ilustrativo de este fenómeno: cuando vamos de vacaciones a un lugar nuevo, el tiempo se nos pasa rápido porque todo es muy novedoso, pero cuando volvemos, al mirar atrás y haber creado tantos recuerdos nuevos, puedes percibir que has estado de vacaciones mucho más tiempo del real.

El caso del confinamiento sería el contrario: los días parecieron transcurrir despacio pero al mirar atrás, los recuerdos nuevos creados son menos y por lo tanto, el tiempo transcurrido parece haberse reducido o incluso desaparecido. Algo similar, apunta la experta, a lo que les ocurre a los enfermos o a los presos. O también a los jubilados.

Y es que al vivir días tan similares, la mente trabaja creando recuerdos generales con pocos detalles. El desarrollo de múltiples actividades en un único lugar reduce la creación de recuerdos al ser más difícil vincularlos a diferentes lugares o personas, de la misma forma que ocurre con las videollamadas y reuniones virtuales.

La explicación neurocientífica

Los expertos coinciden en la percepción subjetiva del tiempo, que además tiene cuatro dimensiones: la percepción del tiempo en retrospectiva prospectiva, en función de que pongamos el énfasis en el pasado o el futuro; y la percepción interna y subjetiva de cómo sentimos el transcurso del tiempo frente a la externa u objetiva, la que marca la medición del reloj.

Según los neurocientíficos, no hay un solo órgano o sistema en el cuerpo responsable de cronometrar el tiempo. Los expertos han identificado muchos factores que afectan a nuestro sentido del tiempo, algunos de los cuales explican gran parte de lo ocurrido este año. Feilding Cage, de la sección gráfica de la agencia Reuters,  publicó un interesantísimo experimento visual que ayudaba a comprender los secretos de la percepción temporal.

En un caso, muestra dos intervalos de tiempo idénticos, uno ocupado por un cuadrado amarillo y otro por dos figuras separadas por un espacio vacío.  Precisamente la aparición de ese vacío explica una percepción más larga del tiempo, algo que podría compararse con ese vacío y esos elementos faltantes durante los días de confinamiento.

Sin embargo, la contraria percepción de paso rápido del confinamiento una vez terminado podría explicarse por un juicio retrospectivo del tiempo. Mientras que para hacer juicios del transcurso del tiempo a corto plazo contamos con elementos claros de comparación para ser más exactos, los juicios a largo plazo se dificultan por la falta de referencias, señala Valtteri Arstila, de la Universidad de Turku en Finlandia.

Como explicaba Hammond, la sucesión de días repetitivos es otro factor que hace que recordemos esos períodos como que han pasado rápido. Es algo que puede verse claramente en otros de los ejemplos del reportaje de Reuters: al espectador se le pide que valore el tiempo que una serie de imágenes permanecen en pantalla antes de desaparecer. Todas son iguales menos una y cuando aparece esa imagen novedosa, la impresión de que permanece más tiempo en pantalla es clara, en lo que se conoce como el “efecto del elemento extraño”.

El interés y las emociones también pueden influir en nuestra percepción del tiempo. Algo que nos interesa o estimula más o provoca más estímulos parece durar más. Es lo que pudo ocurrirles a los sanitarios de primera línea. La ansiedad al saber que tienen un alto riesgo de exposición al coronavirus aumenta su atención y ralentiza su percepción de lo rápido que pasa el día. Las emociones positivas, sin embargo, hacen que se sienta que el tiempo pasa volando. 

Repercusiones inciertas

Es demasiado pronto para constatar las repercusiones que estos cambios en la percepción subjetiva del tiempo pueden tener en el ser humano. Bekinschtein apunta sin embargo que puede haber repercusiones neuronales o cardíacas, puesto que la percepción del tiempo está vinculada con los ritmos circadianos.  

Hammond se pregunta por otro posible efecto: considera que lo ocurrido podría hacer que la gente cambiara su percepción sobre el futuro. Si actualmente la gente se divide entre quienes ven el futuro como algo que viene hacia nosotros y la otra mitad como nosotros moviéndonos hacia el futuro, podría ocurrir que la pandemia aumentara la primera percepción y la gente sintiera con más fuerza esa obligación de esperara a que el futuro se acerque, asegura.

Hammond considera que cuando pase más tiempo, al mirar atrás, nos resultará difícil diferenciar entre los meses de la cuarentena y sólo recordaremos los hechos más destacados de la pandemia. “Pero por la falta de otros marcadores en el tiempo, una vez que comenzó el aislamiento, puede que las semanas siguientes nos resulten difíciles de diferenciar”.

Es muy probable que 2020 quede grabado para siempre en nuestra memoria. Pero todo parece indicar que no seremos capaces de situar temporalmente cuándo ocurrieron muchos eventos. Y lejos de terminar, la incertidumbre perceptiva sigue abierta: no se descarta que nos enfrentemos a nuevos confinamientos o medidas restrictivas y que nuestro reloj interno vuelva a alterarse. En ese caso, contaremos con más experiencia y conocimiento para afrontarlo, pero lo que no cambiará será nuestra percepción subjetiva del tiempo.