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Custodiar la creación. El pensamiento ecológico del Papa Francisco

El Papa Francisco subraya la responsabilidad global de todos los seres humanos en el custodio de la creación...

Por Francesc Torralba

 

 1.    La fraternidad cósmica
Consciente de la crisis ecológica planetaria, el Papa Francisco exhorta a desarrolla un nuevo paradigma de comprensión de la relación entre la especie humana y la naturaleza. Partiendo de la categoría bíblica de la creación, concibe el mundo como un don de Dios, orgánico y frágil, que debe ser amado, respetado y regulado según la misma ley de Dios.

En plena sintonía con el nombre del santo elegido, Francesco di Assisi, el Obispo de Roma, elabora un pensamiento sobre la naturaleza a partir de la idea de fraternidad cósmica o universal.

La creación no es patrimonio humano, es una realidad sacra que transparenta el misterio de Dios. Dios habla a través de cada una de las criaturas y en cada una de ellas hay un rastro de la eternidad de Dios. En la homilía del 19 de marzo del 2013, el día de la solemnidad de San José, el Papa Francisco subraya la responsabilidad global de todos los seres humanos en el custodio de la creación.

“La vocación de custodiar -afirma el Papa Francisco- no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos.

Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón.

Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que es un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios” .

El ser humano está llamado a ejercer de jardinero de la creación, a custodiar  todas las criaturas que hay en ella, también a sus hermanos más frágiles, a los niños y a los ancianos. Esta custodia exige una limitación a la hora de intervenir en ella y de explotarla industrialmente. El Papa Francisco entiende que la desacralización de la naturaleza y la reducción de la creación a pura reserva energética constituyen la raíz y la principal razón de su explotación indiscriminada.

“Cuando el hombre falla en esta responsabilidad -dice el Papa Francisco-, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer” .

Dios recuerda a Caín que está llamado a ser el guardián de su hermano. El Papa Francisco extiende este imperativo a todos los hombres y mujeres del planeta. Ser el guardián del otro implica cuidarle, custodiarle, lo cual no debe confundirse con vigilarle o fiscalizarle. El cuidado del otro no conlleva la negación o privación de su libertad, sino la atención a sus necesidades y sufrimientos.

2. El deber de custodiar

Esta filosofía de la creación de corte franciscano, reaparece en distintas locuciones del Obispo de Roma. En la Audiencia General del 5 de junio de 2013, subraya la necesidad de articular equilibradamente una ecología medioambiental y una ecología humana.

Partiendo del libro del Génesis, el Papa Francisco describe dos actividades fundamentales del ser humano encomendadas por el mismo Dios a Adán, arquetipo de toda la humanidad: custodiar y cultivar. No se debe caer en una disyuntiva excluyente: o lo uno o lo otro.

El ser humano está llamado a cultivar la tierra, a trabajarla para que dé frutos abundantes y para que todos los seres humanos puedan vivir dignamente en la tierra. Este cultivo no excluye la custodia; todo lo contrario, la requiere como condición de posibilidad. Cuando uno deja de cuidar sus tierras, sus campos, ya no puede cultivarlos porque la maleza los ha invadido. Cultivar es un mandato divino que no debe confundirse con explotar, destruir o colonizar.

El mundo posee su propia lógica. Dios ha inoculado en él un dinamismo propio, un ritmo, una ley interna que el ser humano debe conocer y respetar. La crisis ecológica tiene lugar cuando el ser humano impone su ley, cuando acelera los ritmos naturales para obtener beneficios económicos más velozmente, cuando se ubica en el centro (esto es el antropocentrismo) y convierte la naturaleza en un objeto de explotación.

El proceso de modernización, tal y como la describe el filósofo y sociólogo alemán, Max Weber, conlleva, necesariamente un proceso de desencantamiento y de desacralización del mundo. Como consecuencia de ello, la naturaleza pierde su enigma, su hálito de misterio, su áura y se convierte en pura energía.

Frente a ello, el Papa Francisco, inspirándose en su predecesor, Benedicto XVI, hace hincapié en la necesidad de recuperar la mirada contemplativa, la admiración frente a la naturaleza, incluso el estupor y la gratitud frente a la belleza del mundo natural.

“«Cultivar y custodiar» -concluye el Papa Francisco- no comprende sólo la relación entre nosotros y el medio ambiente, entre el hombre y la creación; se refiere también a las relaciones humanas. Los Papas han hablado de ecología humana, estrechamente ligada a la ecología medioambiental. Nosotros estamos viviendo un momento de crisis; lo vemos en el medio ambiente, pero sobre todo lo vemos en el hombre” .

“La persona humana -añade- está en peligro: esto es cierto, la persona humana hoy está en peligro; ¡he aquí la urgencia de la ecología humana! Y el peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda: no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y de antropología. La Iglesia lo ha subrayado varias veces; y muchos dicen: sí, es justo, es verdad... Pero el sistema sigue como antes, pues lo que domina son las dinámicas de una economía y de unas finanzas carentes de ética” .

3. Una ecología humana

La reflexión del Papa Francisco no es baladí. Critica ciertas corrientes ecologistas que subrayan, especialmente, el respeto, la atención y la custodia que requieren los animales, las plantas, las rocas, el agua y el aire, pero no contemplan, con igual empeño, el respeto, la atención y el cuidado que merece la persona humana, como criatura que también es del mundo.

El Papa Francisco, recuperando la Doctrina social de la Iglesia y, particularmente, las aportaciones del magisterio de Juan Pablo II y de Benedicto XVI a ésta, insiste en la necesidad de unir la ecología medioambiental con la ecología humana. Todo ser creado merece vivir y ser tratado con respeto, pero el ser humano, en tanto que ente creado a imagen y semejanza de Dios, no es un ser más en el conjunto del planeta, sino que ocupa un lugar especial. Eso significa que debe ser especialmente atendido y custodiado y que su vida, en todos los momentos y etapas de su desarrollo, debe ser atendida y respetada.

En este punto, la continuidad del magisterio del Papa Francisco con la ecosofía que emana de la Doctrina social de la Iglesia es manifiesta. Su pensamiento ecológico se ubica en un punto equidistante entre el antropocentrismo radical, por un lado, y, el ecologismo profundo, por el otro.

En la primera opción, la naturaleza se convierte en el telón de fondo de la vida humana, en puro objeto material, en reserva energética; mientras que en la segunda opción, todos los seres merecen la misma atención y respeto, de tal modo que se iguala el valor y la dignidad de todos los entes que existen en el mundo, el ser humano incluido. A su juicio, la solución no radica en ninguna de estas opciones, sino en la unión y en la armonía entre la ecología medioambiental y la ecología humana.

El pensamiento ecológico del Papa Francisco se inspira en el relato del Génesis donde se narra la creación del mundo. El mundo, creado por Dios, es bello, uno y armónico, pero el ser humano, en la medida en qué se ubica en el centro de la creación y pone por encima del Todo sus intereses egocéntricos, introduce una fractura, una desarmonía que conduce el mundo al caos y a la pérdida del equilibrio que lo caracteriza. La raíz, pues, del mal, de la ruptura, es la lógica del ego, consiste en vivir conforme a los propios intereses. El mal uso de la libertad humana es la génesis de la devastación medioambiental que sufrimos.