Revista Humanizar

Suscríbete y recibe cada dos meses los ejemplares de la revista de referencia en el mundo de la humanización de la salud.

Suscríbete y colabora con nuestra misión

La fragilidad como epifanía de la persona

El cine tiene una insdiscutible función crítica. A ello se puede añadir la función proyectiva que los espectadores realizan sobre los personajes que se van convirtiendo en referencia de identificación o de rechazo. En este sentido varias películas nos permiten analizar críticamente la relación de los profesionales con las personas a las que están llamados a cuidar. Hay una película especialmenmte interesante en este sentido. Se trata del film rumano “La muerte del Sr. Lazarescu” (2005) dirigida por Cristi Puiu. 

 

Por Peio Sánchez

 

El señor Dante Lazarescu es viudo y vive solo en un apartamento con sus tres gatos. Su única hija marchó a vivir lejos. Una noche, el solitario anciano se siente mal y llama a una ambulancia. La enfermera de emergencias que le atiende será su acompañante en este descenso a los infiernos. Desde el contexto de unos servicios de urgencias saturados les vemos recorrer varios hospitales según la larga noche va avanzando y su salud se va deteriorando.

 



Observamos el endurecimiento de las profesionales, que atienden antes sus asuntos personales que las urgencias. Reconocemos la complicidad corporativa y cómo los que están más abajo no pueden cuestionar a sus jefes. Asistimos a la lucha de la enfermera por intentar que sea tratado con dignidad pero la vemos humillada por defenderlo. Toda la narración cinematográfica, desplegada casi en tiempo real, rebosa autenticidad, te llegas a imaginar que la cámara está filmando algo que pasó o podía haber pasado.

 



Lo interesante es que el espectador que ha vivido en situaciones semejantes, se contrasta en sus propias actitudes. Observa alarmado cómo la distancia necesaria del ejercicio profesional eclipsa el reconocimiento del otro. Precisamente cuando la persona es más vulnerable, en aquel momento donde la queja o la protesta ya son imposibles, en ese instante solo queda la respuesta de la conciencia responsable más allá de lo que el sistema puede exigir.

 



Este es el momento crítico en el que emerge una especial epifanía de la persona. Paradójicamente, el sujeto puede ser admirado en la plenitud de sus facultades pero cuando más radicalmente aparece su ser personal, es cuando éste se encuentra en sus peores condiciones, cuando la autonomía ha quedado anulada y la persona queda dependiente, a merced de los otros. Cuando menos es el sujeto resulta que más necesita ser elevado por el reconociento del otro a su ser personal. En “Lejos de ella” (2006) de Sarah Polley (primera película como directora de la actriz que recordamos en “Mi vida sin mí” y “La vida secreta de las palabras” de Isabel Coixet) vemos a Fiona y Grant que llevan cuarenta y cuatro años de matrimonio. Pero la vertiginosa pérdida de memoria de Fiona obliga a que sea ingresada en una residencia de ancianos. Cada día que pasa Grant se va despidiendo de la mujer que tuvo a su lado, ya que ella desaparece tras el alzheimer.

 



Ahora tiene que aprender a quererla de otra manera, cuando la reciprocidad desaparece. Dos profesionales le acompañan. Por un lado, Dra. Fischer, la supervisora de la clínica. Se trata de una profesional distante que explica y justifica la sensatez de las normas del mes de instalación o la protección emocional en Navidad.

 



Vende bien el producto de su residencia y se coloca tras su papel, recordemos la secuencia cuando Fiona ha de subir a la planta de los dependientes. Como contraste tenemos a Kristy, la nueva jefa de enfermeras de la residencia. Ella se preocupa de acompañar el proceso de Grant, quitando dramatismo, escuchando sus dudas y asumiendo la dureza de la situación. Le ayuda a explicar sus propios sentimientos incluso contrastando la verdad y recobrando la historia de su relación con Fiona para reconocer lo que realmente tiene valor.

 



Especialmente interesante es el antagonismo de estos dos personajes secundarios. La primera que cumple su tarea pero no quiere enterarse de lo que ocurre en las personas. La segunda que acoge con realismo usando los medios y las normas para acompañar a las personas, lo que también le obliga asumir su propia historia personal que llegamos a imaginar. Realista y veraz ayuda a Grant a decir adiós a Fiona. Donde aparece claro que la proximidad a la persona es la verdadera ayuda al que se siente ante la sorpresa de la fragilidad. Ella es la que reconoce la epifanía de las personas.