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Víctimas de la violencia

No doy crédito a lo que oigo. Una chiquilla de 16 años cuenta una historia trágica de violación reiterada a manos de la pareja de su madre. Le costó trabajo que le creyeran. Es una niña que se infringe lesiones. Sus brazos están llenos de cicatrices, pero también ha intentado cosas más peligrosas. ¿Cuánto dolor llevará en el alma? Vive con el miedo y la rabia en el cuerpo, y también con el sentimiento de culpa, como es frecuente en otras víctimas de los abusos sexuales.



Por Rosa Belda, médico

La experiencia de las mujeres que han sufrido violaciones es desgarradora. En Ecuador lo escuché con asombro de varias mujeres, una de ellas tenía 11 años y ya había sido violada por dos varones conocidos. Algunas logran sobrevivir sin secuelas, pero más de una preferiría morir a pasar por este trance, así lo expresan. Tal vez esta niña sobre la que narro también. Quizá le resulte muy difícil rehacer su vida, recomponerse, seguir desarrollándose como persona, después de tan brutales agresiones.
Una epidemia en el mundo. El estudio denominado:“Estimaciones mundiales y regionales de la violencia contra la mujer: prevalencia y efectos de la violencia conyugal y de la violencia sexual no conyugal en la salud”, ha sido publicado en 2013 y elaborado por la OMS, la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo Sudafricano de Investigaciones Médicas. En él se presenta un primer examen sistemático y un resumen de datos científicos sobre la prevalencia de dos formas de violencia contra la mujer: la violencia ejercida por la pareja y la violencia sexual no conyugal.

 



El informe destaca que no se trata de un problema pequeño o puntual, más bien es un problema de salud pública de dimensiones epidémicas que requiere que todos actuemos con urgencia. Las conclusiones del informe son llamativas: El 35% de las mujeres del mundo entero han sido víctimas de violencia física y/o sexual por parte de su pareja o de violencia sexual por parte de personas distintas de su pareja.

 



Está claro que hay muchas otras formas de violencia, pero esta cifra ya habla de un elevado porcentaje de mujeres. En su mayor parte, se trata de casos de violencia conyugal. Otro porcentaje alarmante del citado informe se refiere a que en todo el mundo, casi un tercio (el 30%) de todas las mujeres que han mantenido una relación de pareja han sido víctimas de la violencia física y/o sexual por parte de su pareja. A nivel mundial, el 38% del número total de homicidios femeninos se debe a la violencia conyugal.

 



La cuestión de la violencia sexual contra las mujeres por parte de la pareja tiene también consecuencia en la salud: un 16% tienen más probabilidades de dar a luz bebés con bajo peso, y más del doble de probabilidades de sufrir un aborto; casi el doble de posibilidades de padecer una depresión y en algunas regiones, las mujeres son 1,5 veces más propensas a contraer el VIH, en comparación con las mujeres que no han sido víctimas de la violencia conyugal.

 



Se disponen de menos datos sobre la violencia sexual no conyugal en la salud (afecta a un 7% de las mujeres a nivel mundial), pero parece que puede afirmarse que las mujeres que han sufrido este tipo de violencia son 2,3 veces más propensas a padecer trastornos relacionados con el consumo de alcohol y 2,6 veces más propensas a sufrir depresión o ansiedad. El informe hace hincapié en el esfuerzo que ha de realizarse desde varios sectores para prevenir esta forma de violencia.

 



Lo que está claro es que hay factores económicos y socioculturales en la generación de este tipo de violencia. Allí donde las normas sociales refuerzan la autoridad del varón sobre la mujer y en las comunidades en las que se consiente la violencia, hay más probabilidades de sufrir esta agresión. Es necesario reformar leyes, promover los derechos de las mujeres y acabar con las desigualdades de género en relación al acceso a la educación y al empleo de las mujeres.

 



A las personas que trabajamos en el sector sanitario, se nos hace un llamamiento especial a dar respuestas. La mala salud de las mujeres y la exposición a la violencia están estrechamente relacionadas. Tenemos que estar muy atentos para ofrecer apoyo, no estigmatizar y derivar a los servicios oportunos. La relación especial que se puede ofrecer desde el profesional sanitario es un cauce privilegiado para la detección precoz así como para invitar a abordar lo que sucede en el silencio de la vida privada. ¿Cómo reconocer la violencia? Podemos pensar que es fácil. Y es cierto. Si la situación es extrema, y ya se ha producido una agresión física o sexual con señales patentes, es más fácil admitir que una mujer ha sufrido violencia.

 



Pero a veces estamos tan acostumbrados a los malos modos, a determinados comportamientos dominantes o agresivos, que disculpamos, justificamos, o achacamos a circunstancias que consideramos atenuantes (alcohol y/o falta de trabajo) el que un varón se comporte de manera violenta. Me parece muy interesante otro estudio que realizó la OMS y publicó en 2005. Se trata de un estudio multipaís sobre la salud de la mujer y la violencia doméstica.

 



Más allá de los resultados, me gustaría subrayar cómo se realizó el estudio, definiendo la violencia física, la violencia sexual, el maltrato psicológico y el comportamiento dominante del varón sobre la mujer. Se definió violencia física en función de la siguiente lista: Haber sido abofeteada o habérsele arrojado algún objeto que pudiera herirla; haber sido empujada o si le habían tirado del cabello; golpeada con el puño u otra cosa que pudiera herirla; golpeada con el pie, arrastrada o había recibido una paliza; estrangulada o quemada a propósito; amenazada con una pistola, un cuchillo u otra arma o se había utilizado cualquiera de estas armas contra ella. La violencia sexual se definió en función de tres de estos comportamientos: Ser obligada a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad; tener relaciones sexuales por temor a lo que pudiera hacer su pareja; ser obligada a realizar algún acto sexual que considerara degradante o humillante.

 



Los actos específicos de maltrato psíquico infligido por la pareja que se incluyen en el citado estudio son: Ser insultada o hacer a la mujer sentirse mal sobre ella misma; ser humillada delante de los demás; ser intimidada o asustada a propósito (por ejemplo, por una pareja que grita y tira cosas); ser amenazada con daños físicos (de forma directa o indirecta, mediante la amenaza de herir a alguien importante para la mujer). También se consignó el comportamiento dominante de la pareja de una mujer, que incluye los actos siguientes: Impedirle ver a sus amigas; limitar el contacto con su familia carnal; insistir en saber dónde está en todo momento; ignorarla o tratarla con indiferencia; enojarse con ella si habla con otros hombres; acusarla constantemente de serle infiel; controlar su acceso a la atención para la salud. Con esta larga lista se concretan algunos comportamientos violentos del varón sobre la mujer. Podemos recopilar muchos más, pero como muestra, puede ayudarnos a comprender.

 



Tomar conciencia.

 



Es cierto que si no investigamos y leemos sobre el tema, podemos acabar pensando que es algo puntual que solo ocurre en ambientes que no son los nuestros. La realidad se nos presenta muy distinta. La verdad sobre la violencia de género es aterradora.

 



Parte de un modelo social así como de entender el poder como dominación sobre otro, generalmente sobre otro que consideramos más débil por cuestiones físicas. La historia ha empujado en esa dirección, pero estamos convencidos de que podemos cambiarla, con esfuerzo y sentido común, sin miedo al espíritu feminista.