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Valentín Rodil: "Las palabras con imagen permiten hablar de lo tremendo y hacerlo cercano"

Este pasado mes de septiembre la primavera llegó al Retiro de Madrid. Pudimos celebrar la Feria del libro tras un tiempo de demora, primero y cancelaciones después por causa de la pandemia. En esta ocasión, tuve la ocasión de estar en la misma para ofrecer mi libro “Se me ha roto la vida” el cual vio la luz poco tiempo antes del confinamiento y desde el que se ofrecen diferentes reflexiones de un acompañante en duelo así como testimonios de personas que fueron acompañadas en el ámbito del centro de escucha San Camilo.

Sentado con cierta ilusión en la caseta, me dispuse a esperar a las personas que fueran apareciendo y que brujulean entre portadas y títulos que atrapan la mirada y llaman la atención como previa llamada a ser leídos. Tras una larga cola de dos horas empezaron a llegar diferentes grupitos. A mi lado un hábil vendedor ofrecía algunos cuentos para niños mientras los adultos navegaban entre los títulos de los libros dejándolos resonar.

Una mujer tomó mi libro y  leyó en voz alta: “Se me ha roto la vida”- dijo- y siguió: “madre mía, ¡no! Con lo que hemos pasado, ¡qué horror! Y lo soltó como si quemase con una expresión de espanto y desagrado. La he visto otras veces.

Holly Prigerson, profesora experta del duelo en Harvard escribía en este tiempo que cada duelo traía unas ocho personas afectadas por él. En nuestro país, han muerto más de cien mil personas en el tiempo del COVID. Solo por las muertes de este tiempo habría ochocientos mil dolientes. Esto sin contar los otros duelos de la pandemia, duelos invisibles como el duelo por nosotros mismos o los duelos económicos o por una vida que ya no es la que era. Por menos afectados, se movilizan recursos y se hacen planes nacionales pero en este caso no hay nada de eso. No hay un plan de duelo, no es tangible ni interesa del todo. Creo que la expresión de aquella mujer explica un poco por qué no lo hay.

Parece que nos movemos en una especie de “esperanza” en que el duelo caduque, y nos defendemos del mismo intentando sacudirnos el peso del sufrimiento experimentado mirando hacia un adelante que curiosamente siempre suele ser un mirar atrás en realidad. Por eso, un libro para mirar a la cara a la experiencia de duelo, o un plan de duelo que supone reconocer su necesidad, no terminan de interesar.

Un libro es más que un título, pero éste, escrito con palabras con peso y con el peso de las palabras, describe según muchos la sensación real tras una pérdida significativa. Escribí “Se me ha roto la vida” desde mi experiencia de acompañante de personas  en duelo. En este tiempo de pandemia interesará a muchos y horrorizará a otros.

El libro es un encuentro coral, en él hablan más de 30 dolientes distintos. Ellos nos enseñan con palabras sabias y  auténticas que son testigos de un proceso de muerte y resurrección. En él hablo yo también proponiendo metáforas para entender el duelo y todo lo que en el viene envuelto.  Porque he aprendido que las palabras con imagen permiten hablar de lo tremendo y lo numinoso y hacerlo cercano. La casa rota, el tsunami, los nudos de la vida y la travesía del duelo son algunas de ellas.  

Con todo, sin duda lo mejor del libro son las palabras únicas de las personas que nos esperan en él, para acompañar con su testimonio a otros dolientes y enseñarnos, de paso, a los que pretendemos acercarnos a vidas como las suyas.