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"El sentido en las situaciones límite"

La pregunta por el sentido nunca es teórica; siempre acontece en medio de las situaciones que vivimos cotidianamente. Las personas somos “seres en situación” y en cada una de ellas nos debatimos sobre quiénes somos y hacia dónde vamos.

Por Luis Aranguren Gonzalo, consultor y formador.

Pero hay un tipo de situación especial donde los seres humanos podemos dar lo mejor de nosotros mismos. No hablamos del éxito profesional, de la dicha familiar, de haber hecho fortuna o de cualquier otra buena noticia.

Más bien planteo la travesía por las situaciones límite que nos encontramos a lo largo de nuestra vida y ante las cuales nos tenemos que definir y reconstruir como seres humanos.

Fue el psiquiatra y filósofo alemán, Karl Jaspers, quien nos habló de este término -situación límite-. En ella la persona toca fondo y se topa con su propia finitud (no podemos con todo), su fragilidad (no somos tan fuertes) y su provisionalidad (no vivimos eternamente).

Es la experiencia de la culpa, del fracaso existencial, del sufrimiento, de la enfermedad grave, de la muerte de seres queridos y de la propia muerte, en el caso de protagonizar enfermedades avanzadas. También es la experiencia del que es despedido fulminantemente, de la familia que ha sido desahuciada de su casa o del migrante que ha cruzado media África durante tres años sin saber si llegará a algún lugar seguro.

La toma de conciencia de nuestra condición de inacabamiento existencial hace que la situación límite se presente ante nosotros, en primer lugar, como una realidad eminentemente negativa, de forma tal que se convierten en algo insoportable para continuar viviendo, y provocan en la persona verdadera angustia y desesperación.

Hacerse a sí mismo

Y, al mismo tiempo, las situaciones límite representan para cada ser humano una ocasión privilegiada para hacerse a sí mismo. Allí donde fallan todos los procedimientos usuales con los que solemos modificar una circunstancia dada colisionamos nuestras seguridades, pero también ese choque nos abre a la posibilidad de recrear nuestra propia existencia personal.

Después de atravesar enfermedades graves tantas personas han sentido que nacían por segunda vez, y verbalizaban que debían aprovechar esa segunda oportunidad, es decir, se preguntaban y respondían sobre qué tipo de fundamento y dirección debían retomar sus vidas: es la pregunta por el sentido.

De algún modo nos hacemos a nosotros mismos al entrar en las situaciones límite con los ojos abiertos, preguntándonos por el sentido de ese fracaso, de ese sufrimiento, o tal vez por el sin sentido del mismo.

La apertura al sentido, en estos casos, conlleva la capacidad de abrirse al fondo de la propia existencia personal, para de ese modo poder acceder a la fuente interior donde atesoramos los mejores sentimientos y capacidades humanas, y que tienen que ver con el agradecimiento, el perdón, la reconciliación o la fe en uno mismo y en los demás.

La grandeza del hombre depende de aquello que llega a ser en la experiencia de las situaciones límite", afirma Jaspers. En el enfrentamiento con este tipo de situación la persona puede convertir el sufrimiento en logro; "aun en una situación sin salida -afirma V. Frankl- a la que el hombre se enfrenta inerme, éste puede, bajo ciertas circunstancias, encontrar un sentido”.

Donde abundó el fracaso, el sufrimiento inevitable o la culpa sobreabundó el sentido. En medio de la situación límite puede haber renacimiento personal. Anclados en lo peor aún cabe decirnos que lo mejor está aún por llegar. Estamos a tiempo de recrear vínculos antes perdidos, y tantas otras formas de reconstruir un sentido esperanzado de y en la vida que vivimos aquí y ahora.

Abrir horizontes

El límite nos conduce a la imagen de frontera. Somos seres fronterizos, y en la frontera no solo nos topamos con una raya infranqueable, sino que habitamos un espacio de posibilidad, donde la carga negativa de tanto sufrimiento puede ser cruzada y habitada desde la búsqueda esperanzada de sentido aún en los lugares de vacío y sin sentido.

Probablemente el sentido de la vida no se adquiere de una vez y para siempre. Es la misma vida la que a cada paso nos recuerda e interpela por el sentido que la estamos dando, por cómo la estamos tratando, con quien la estamos compartiendo, hacia dónde la estamos dirigiendo y qué costes nos está suponiendo.

Vivir es abrir horizontes de sentido incluso en aquellas situaciones
que nos resultan más incomprensibles.