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"Cuando su problema mental me hace daño"

 

Las estrategias metodológicas que llevan a los estudiantes a ser autores de su propio aprendizaje son fabulosas ya que llegan a constituir procedimientos vivos que derivan en estilos de aprendizaje, los cuales, a su vez, se transmutan en disposiciones personales que provocan una participación significativa del proceso para configurar el llamado “aprendizaje significativo”.

 

Hay estrategias de pensamiento que, unidas a diferentes estrategias de aprendizaje, sitúan a los niños y adolescentes en una posición óptima para expresarse y mostrar lo que saben y que van desde las estrategias de planificación, pasando por las de ensayo, elaboración, las expositivas o las estrategias de metacognición, que para mí son claves.

 

Estando trabajando con un grupo por temas de bullying comprobé que el silencio era el denominador común del grupo. La masa silenciosa que en definitiva es corresponsable del acoso, ya que sin la ley del silencio no habría acoso, al menos en el ámbito escolar, parecía tener un pacto exigente y rígido, ya que no hablaban, ni siquiera de forma anónima.

 

Para poder entender el silencio de casi todos, olvidé por unas sesiones hablar de empatía, respeto, sufrimiento, etc., y, utilizando la estrategia de aprendizaje de elaboración, planificación y exposición de un tema, les invité a ser ellos los conductores del grupo. Tenían que exponer durante media hora un tema, el que ellos eligiesen. Podían utilizar los recursos que les pareciesen adecuados y tenían que someterse a las preguntas de sus compañeros y a la valoración del trabajo por parte de todo el grupo.

 

Los temas, como yo esperaba, giraban en torno a la marginación, las humillaciones, las pandillas, entre otras, pero la que más me llamó la atención fue la de una niña de 12 años cuyo trabajo se llamaba “Salud Mental”. Recuerdo que hizo una presentación en PowerPoint sobre el infierno de vivir con una persona que tenía unas alteraciones mentales muy significativas. No quiso poner nombre al problema, pero habló con extrema soltura de los indicadores del Trastorno Bipolar.

 

En muchos momentos personalizaba y decía cómo le afectaba a ella, que esta persona (no decía que era su madre) cambiase de estado de ánimo de forma tan extrema. Nunca sabía cómo era o podría mostrarse emocionalmente esta persona. ¿Estaría alegre y optimista o la encontraría deprimida y triste? Imposible predecirlo.

 

Expresó con ejemplos la ansiedad que ella sentía al ver a esta persona eufórica y al día siguiente deprimida, relató con todo realismo el malestar que sentía, los deseos de huir de su casa, la rabia que se acumulaba en su interior, la necesidad de volcar esa rabia hacia los demás, (formaba parte del grupo de acosadores) y a la vez el sentimiento de culpa por lo que hacía y sentía y el miedo de poder estar afectada por la misma dolencia.

 

Se refirió al infierno de vivir con esta persona, sobre todo cuando decía que estaba muy bien y dejaba de tomar la medicación, ya que las fases maniacas se agudizaban y las fases depresivas, según relató, eran insoportables.

Cuando comenzaron las preguntas de los compañeros, ella se derrumbó y empezó a llorar. ¿Por qué vives con esa persona? Le preguntó una compañera y su respuesta fue contundente: “Porque es mi madre”.

 

Todos sabíamos que se estaba refiriendo a su madre, pero el hecho de que ella lo verbalizara paralizó al grupo. Ya no hubo más preguntas. Prodigiosamente, ese grupo conflictivo, silencioso ante la injusticia del acoso, despertó y empezó a mostrar solidaridad y empatía, ofrecimientos de ser sus amigos y esa empatía comprensiva hizo brotar una compasión fresca y genuina, lozana y limpia que provocó un cambio en el grupo muy significativo.

 

La salud mental es un problema social que hay que abordar. La realidad de muchos niños y adolescentes que conviven con personas con enfermedades mentales no puede pasar desapercibida. Hay que mirarlo de frente y hay que dar apoyo y comprensión a los que no saben cómo manejar los síntomas y, en consecuencia, en lo más profundo de su ser va creciendo la culpa, la angustia y el miedo.

 

Cuando su problema mental me hace daño es cuando más ayuda necesito.