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"¿Estoy sano mentalmente?"

 

La salud mental positiva

            La OMS (2001)[1], en el Informe sobre la Salud en el mundo plantea que la salud mental “abarca, entre otros aspectos, el bienestar subjetivo, la percepción de la propia eficacia, la autonomía, la competencia, la dependencia intergeneracional y la autorrealización de las capacidades intelectuales y emocionales”. El propio Informe afirma que desde una perspectiva transcultural es casi imposible llegar a una definición exhaustiva de la salud mental. Lo que sí es evidente, para el Informe, es que la salud mental implica algo más que la ausencia de trastorno mental.

 

            En este sentido positivo, la salud mental es la base para el bienestar y funcionamiento efectivo del individuo y de la comunidad. Desde esta perspectiva el estar bien, no sólo es dejar de estar mal. La salud mental supone un estado emocional positivo, una aceptación de nuestras posibilidades y limitaciones, y una adaptación activa a la situación concreta que estamos viviendo. Por lo tanto, desde esta posición hay que promocionar las cualidades del ser humano y facilitar su máximo desarrollo.

 

            La salud mental como objetivo no es un proceso lineal y ascendente sino más bien se representa por una línea quebrada, con sus más y sus menos, que convierte la biografía de cada uno de nosotros en una historia de avances y retrocesos, de estar sanos mentalmente y estar menos sanos, donde lo que cuenta es el final, pero también los pequeños y grandes logros cotidianos. Por esto podemos afirmar que la salud mental es un “equilibrio inestable”, que se puede perder y recuperar de forma transitoria o de forma definitiva, como ocurre con las grandes patologías psíquicas que se cronifican (esquizofrenia, depresiones psicóticas, etc.)

 

            Una persona sana mentalmente, no es la que no tiene problemas, ni angustias, sino aquella que ha sabido mantener un equilibrio entre sus deseos y realidad, entre sus proyectos y sus capacidades, entre sus necesidades y sus posibilidades, entre su dependencia y la relación con los demás. Y esto lo va actualizando cada día y cada minuto de su existencia. Sabremos, pues, si una persona tiene un alto nivel de salud mental por su “estabilidad inestable” en su vida cotidiana y por su capacidad para afrontar los grandes y pequeños contratiempos diarios.

 

            La salud mental y la enfermedad mental son dos extremos de un amplio abanico de situaciones vivenciales y cotidianas. Lo que ocurre es que a veces estamos en el extremo patológico y otras en la parte más sana.

 

La enfermedad mental es un proceso

La salud mental, en definitiva, es el resultado dialéctico entre el sujeto (en su totalidad) y el ambiente. Este proceso dialéctico puede ser progresivo o recesivo; es decir, puede proporcionar un avance o un retroceso en la evolución del individuo. Es más, esta dinámica no es lineal, sino que puede hacer un “curso quebrado”, con paradas, avances y retrocesos, dependiendo de múltiples factores y, sobre todo, de cómo el sujeto va elaborando los diferentes acontecimientos de su vida.

 

La locura, también, es un interjuego de fuerzas que abarca la influencia de los padres, la escuela, la misma sociedad y el propio desarrollo psicológico del niño, junto a una predisposición genética, que hoy día no sabemos concretar. Esta interacción del yo con el no-yo se altera si se producen cambios en alguno de los términos de la relación. Es como los vasos comunicantes: una modificación de un elemento (familia, escuela, etc.) puede transmitir una perturbación en el otro. Pero, sobre todo, la mutación dependerá del individuo y de su propia actitud ante la vida. Eso sí, podemos concluir que el enfermo mental no nace (en sentido estricto), sino que se va configurando a lo largo de su existencia.

 

No obstante, nosotros consideramos que la enfermedad mental es un proceso complejo, en el que intervienen aspectos biológicos, psicológicos, sociales, y noéticos. Es más, y aunque admitimos que las vivencias infantiles de los primeros años de existencia son muy importantes en el desarrollo psicológico de la persona, tampoco son determinantes.

 

La enfermedad mental y la salud mental es un continuum. No existen los “sanos” y los “locos”, como estados estancos, sino que podemos ir saltando de un bando a otro. Por esto una buena representación de lo que es la salud mental se puede hacer con la cinta de Möbius. Esta es una superficie con una sola cara y un solo borde. Tiene la propiedad matemática de ser un objeto no orientable. Fue descubierta independientemente por los matemáticos alemanes Möbius y Listing en 1858. Es un continuum. Es el símbolo gráfico internacional del reciclaje, que indica la cualidad cíclica de muchos procesos de la naturaleza. Una de sus aplicaciones prácticas es como cinta transportadora, que se desgasta por igual por las dos caras. Así, la locura y la cordura no son dos estadios estancos diferenciados, sino que todos podemos apropiarnos la definición que dio Sancho Panza de Don Quijote: “es un loco cuerdo”.

 

¿Cómo sé si estoy sano mentalmente?

 Si respondes positivamente a las siguientes preguntas podemos aventurar que tienes un alto nivel de salud mental:

1.- ¿Me siento bien conmigo mismo?

2.- ¿Me acepto como soy?

3.-¿Respondo de forma adecuada a los problemas cotidianos: personales, familiares, sociales y laborales?

4.- ¿Tengo capacidad para relacionarme con los demás?

5-¿Soy autónomo en el pensar, en el sentir y en actuar?

 


[1] OMS (2001) www.who.int/whr/2001/es/