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"La ecoansiedad: el impacto mental del cambio climático"

La ansiedad no es una enfermedad nueva de por sí, sino de trastorno ya conocido motivado por un tema concreto de  actualidad, explica Aitana Ferrer, psicóloga clínica activa en Madrid. “Consiste en un cuadro ansioso-depresivo vinculado al miedo a una catástrofe ecológica” o a la frustración por no poder evitarlo, cuenta en entrevista con Humanizar.

 

“Al fin y al cabo, la ansiedad es una sensación permanente de que algo malo va a ocurrir que está fuera de mi control. Siempre ha ido referida a temas socioculturales relevantes en cada momento, porque el cerebro necesita un objetivo en el que volcar esa mala sensación que yo tengo, en este caso al cambio climático”. Por ello, aunque el concepto exista a nivel clínico, la ecoansiedad va asociada a un cuadro más complejo y su tratamiento se aborda desde esa patología.

 

Es decir, si una persona está en un buen momento y con una salud mental fuerte, estar expuesto a información negativa puede afectar, pero esa sensación pasará. “Sin embargo, ante un momento de ansiedad o depresión, una persona es vulnerable a cualquier tema de preocupación, que además buscará para darle sentido a ese sentimiento negativo”, explica la experta. Por este motivo, Personas jóvenes, activistas o científicos son algunos de los colectivos más proclives a sufrirla, precisamente porque están expuestos a más información.

 

No hay que confundirlo con la solastalgia, con al que a veces se identifica. “La solastalgia tiene que ver con trastornos psicológicos en una población nativa tras cambios destructivos en su entorno; está asociada a una población específica con cambios afectan a toda su realidad”, explica Ferrer.

 

Talleres de Greenpeace y Novact

En Greenpeace son conscientes del problema desde hace un tiempo. Ya en 2019 fueron pioneros, cuando en la Cumbre del Clima (COP25) de Madrid se planteó la idea de hacer formaciones para abordar la ecoansiedad, cuenta Mariana Ruiz, directora de Cultura y Liderazgo de la organización en España. Greenpeace se puso manos a la obra y junto al Instituto International para la Acción No Violenta (Novact) organizaron más de 7 talleres en los que han participado hasta ahora 200 personas.

 

“Se trataba de tener espacios para compartir cómo nos sentimos y expresar nuestra frustración por no llegar a tiempo. La frustración se combate en comunidad y poniéndote en acción”, explica Ruiz en entrevista con Humanizar.

 

Una cosmovisión individualista y la idea del héroe

Para la experta de Greenpeace, la ecoansiedad tiene también un componente ideológico y cultural que es necesario atajar. “La frustración parte de una cosmovisión muy individualista, muy liberal, que pone en el foco a un individuo que tiene que hacer algo”. “Es la idea del héroe” la que predomina, la creencia de que el sujeto es independiente de lo que le rodea, considera la experta.

 

“Sin embargo, nosotros defendemos una visión más ecologista: todos somos naturaleza, cuidarnos a nosotros mismos en comunidad también es importante. Se trata de vivir mejor, tener salud, construir entre las personas un horizonte de vida”, explica Ruiz. Se trata también de huir de una visión más utilitarista. “Independientemente del resultado importa el camino. Nos apoyamos en la comunidad, en la intención y propósito de contribuir a frenar el calentamiento global, cuidar la biodiversidad e impulsar la justicia medioambiental”.

 

El objetivo es tener una comprensión del problema sistémico y de actuar en colectivo, de entender que todos somos agentes de cambio social. Y sobre todo, construir esperanza, explica Ruiz.  “Es verdad que hay datos que hay que dar y que son muy negativos, pero es muy importante que esos datos se usen para la incidencia política, para revertirlo, señalando al culpable pero al mismo tiempo construyendo esperanza y poniendo el foco en las soluciones”. Para Ruiz es muy importante trabajar en ecotopías (utopías ecológicas) que diseñen un horizonte de vida compartida y deseable “Sólo así se puede imaginar un futuro deseable en vez de horrible”.

 

La frustración, clave de la ecoansiedad

Desde sus enfoques y disciplinas distintas, Ruiz y Ferrer coinciden en la frustración como una de las claves del problema.

 

Para Ferrer, es precisamente la frustración excesiva la que provoca la aparición de síntomas depresivos: “La no aceptación de la realidad de nuestros actos con respecto al o que podemos cambiar y lo que no da lugar a sentimientos depresivos. En este caso, no conseguir hacer de este mundo un sitio mejor”.

 

Para Ruiz, el cambio mental de un paradigma cultural más individualista a uno más comunitario y ecologista ayudaría a reducir la frustración y, por ende, la ecoansiedad.

 

¿La receta conjunta? Reforzar la salud mental en general y asumir las limitaciones individuales en particular. Sentirse bien con lo que uno hace, pero con respecto a sus limitaciones reales y no esperando cambiar un orden mundial. Al menos, en solitario.