Gerontólogo y doctor en Psicología Biológica y de la Salud, Javier Yanguas es director científico del Programa de Personas Mayores de la Fundación ‘la Caixa’. A punto de publicar su libro Cuando los volcanes envejecen, sobre el cuidado ante el deterioro cognitivo, ha participado en las XXVIII Jornadas de Alzheimer del Centro San Camilo en un coloquio donde ha compartido sus reflexiones.
Pregunta - Hace hincapié en la importancia del cuidado en una sociedad cada vez más individualista, ¿le preocupa?
Respuesta - Estoy investigando cómo queremos el futuro de los cuidados en la generación babyboom. Creo que tenemos que revisar el modelo de cuidados para atender a personas distintas con necesidades diferentes. Me preocupan cómo van a envejecer aquellas que crecen sin red, que no han tenido hijos o han elegido la soledad, en un contexto donde el cuidado no se valora, la relaciones no son tenidas en cuenta o se banaliza el sufrimiento… y no me gusta lo que veo.
P - Esto se puso a prueba durante la pandemia hace 5 años, ¿lo superamos?
R- Parece que nos hemos olvidado y la amnesia se ha impuesto. Hay una investigación de EE.UU. cuyas conclusiones dicen que el mantenimiento del aislamiento social (con falta de relaciones, menos interacciones sociales y menor cuidado) había disparado la mortandad en las residencias de 4 y 5 estrellas respecto a las de menos. Uno de los aprendizajes que hago es que vivimos una pandemia de aislamiento, que dio paso a una pandemia de soledad, y creo que no hemos sido capaces de valorar la importancia del cuidado y que este son en el fondo las relaciones. Creo que hemos aprendido poco de la pandemia y en términos de cuidado y relaciones, muy poco.
P - ¿Esa soledad nos puede pasar factura?
R - La soledad deseada no es soledad, es leer, estar contigo mismo, caminar por el bosque... La soledad de verdad se caracteriza por la desconexión, el aislamiento, la ausencia, el vacío, el abandono, la exclusión, la incomunicación. No la confundamos, porque tiñe la vida de grisura.
P - ¿Estamos confundidos? ¿Qué nos ha pasado?
R - Creo que hemos perdido la narrativa interna. La Premio Anagrama, Lola López Mondéjar, hablar de ello en su último libro. Hemos perdido el tener una ventana abierta en nuestra mismidad y el diálogo con nosotros. La soledad es parte del ser humano, ontológica, y además de dar a la gente habilidades en las relaciones y estrategias para hacer frente a la soledad, es importante tener diálogo con uno mismo y entender que la soledad es como la tristeza, algo consustancial al ser humano, y hay que empoderarnos y saber qué hacer con ella.
P - Acaba de escribir un libro sobre la experiencia de cuidado a tu madre. Cuando los volcanes envejecen. Existir en la mirada del otro ¿De dónde viene la metáfora?
R - Escribiendo en Lanzarote no me había dado cuenta de que lo que tenía frente a mí era un volcán, que había envejecido y se había achatado. La metáfora tiene que ver con que las personas somos volcanes y a veces somos incapaces de ver a aquellos que están gastados, deteriorados, sin lava, con estrías… La metáfora tiene que ver con algo que hemos hablado en estas jornadas: con la apreciación de los demás, con la seguridad de que pase lo que pase somos esos volcanes aunque no los veamos.
P - ¿Se aprende de la enfermedad y de la experiencia de sufrimiento?
R - La experiencia de cuidado te viene impuesta por la vida. Me madre tuvo una hemorragia cerebral que le causó una demencia vascular, y mi hermana y yo tuvimos que aceptarlo. Para mí tenía sentido cuidar porque a mí me habían cuidado. Y el libro trata de esto, de la diferencia entre la teoría y la realidad. Es tan fácil decir desde un despacho lo que la gente tiene que hacer y tan difícil cuidar en casa, que durante mucho tiempo me ha hecho pensar. A veces no somos capaces de valorar, y no deberíamos hablar de aquello sobre lo que no tenemos experiencia personal.
P - ¿Es una realidad silenciada?
R - Sí, en España hay dos millones de personas que necesitan ayuda y hay otros dos millones de cuidadores (cuidadoras, sobre todo), cuya figura pasa desapercibida y que esta sociedad no valora. Además, es una población que no puede hablar para compartir su experiencia. En ese sentido, he intentado que el libro sea coral y que recoja la experiencia no solo mía y los casos que conozco, sino que sea un reflejo de lo complejo, duro y necesario que es el cuidado, porque sostiene esta sociedad.
P - De ahí que también sean imprescindibles los cuidados profesionalizados desde instituciones.
R - Claro, de hecho mi madre acabó en una residencia porque en casa era imposible cuidarla en un momento determinado y, además, era perjudicial para ella. A veces pensamos que en casa se puede cuidar bien, pero hay momentos que el nivel de dependencia es tan alto y la situación es tan complicada, que es mejor ir a un centro residencial. Por ello, defiendo aquellos centros como San Camilo con una lógica concreta, donde más allá del instrumental, también sean importante las relaciones, la ternura, el afecto, etc. pues nos unen los mismos valores.