"Seamos virtuosamente humanos"

Actividades desde el Centro San Camilo sobre ética asistencial

Al hilo de las XI Jornadas de Ética Asistencial quedaron algunas cuestiones para la reflexión, que se recogieron en las conclusiones finales. Una actividad coordinada por el Comité de Ética del Centro San Camilo, tan reconocida y aplaudida por los asistentes, que nos habla del buen estado o al menos el interés que despierta la ética en el ámbito de la salud. Tanto como para organizar un curso al respecto.

Curso para crear un comité de ética asistencial

La ética está de moda. De aquí el curso, cada vez más solicitado por entidades sanitarias y sociosanitarias a nuestro Centro, “Cómo crear un comité de ética asistencial”. Una formación programada en aula virtual las tardes del 28 al 30 de marzo, de 17:00 a 20:00 horas, de manos de Javier Rivas Flores, médico bioeticista y miembro del Comité de Ética San Camilo con una larga experiencia en la materia.

Curso en el que los participantes adquirirán las herramientas y conocimientos necesarios para una experiencia exitosa. Donde aprenderán nociones básicas sobre la bioética aplicada al cuidado, comprender el método deliberativo en el afrontamiento de problemas éticos e integrar el buen funcionamiento de los comités de ética asistencial.

Conclusiones de las Jornadas

Rosa Ruiz, responsable del departamento de Investigación y miembro del Comité de Ética del Centro San Camilo, puso en punto y final a las XI Jornadas de Ética Asistencial dedicadas a la “madurez ética y competencia profesional”. Un resumen de lo que dio de sí la mañana, que compartimos a continuación ante las peticiones de los asistentes, tanto presenciales (casi 200)  como vía streaming (alrededor de 300).

Un año más, 11 ya, las Jornadas de Ética nos ayudan a resituarnos, a parar, a encontrarnos, a hacernos preguntas sobre qué es bueno y qué es malo, qué nos ayuda a llevar una vida buena y feliz… y ojalá a entrever caminos de mayor humanidad, de una razón cordial, como nos animaba José Carlos Bermejo al inicio.

Este año el tema pudo sorprender a algunos, como nos explicó Laura Steegmann, presidenta del Comité de Ética Asistencial San Camilo; sin embargo, ha quedado clara que la actividad de un profesional sociosanitario y su competencia ética va más allá de cumplir protocolos y guías técnicas. Que todos tenemos el reto de mirarnos a los ojos y decirnos cómo podemos ser mejores. O al menos como canta el Kanka, acabar el día y la jornada diciendo “soy lo mejor que puedo”.

Ojalá podamos decir, con Lydia Feito, que “es exigible o al menos deseable una virtud moral” (término grueso, sin duda y algo desatendido hoy) para los profesionales sociosanitarios en todos los roles, que se espera y se necesita el compromiso efectivo con determinados valores que nos responsabilizan de quiénes somos y cómo actuamos. Esos valores irrenunciables, innegociables, intercambiables: el respeto a la biografía y proyecto vital del otro, la confidencialidad, una fidelidad suficiente como para que no desconfíen de ti, salvar la dignidad del otro.

Se nos propone “un camino ético para no pasarnos la vida echando balones fuera”, como decía Ciro Caro frente a los conflictos que se dan en todo grupo humano, y especialmente en ámbitos donde nos enfrentamos a especial vulnerabilidad, propia y ajena. Un camino ético que exige la formación y el crecimiento psicoemocional propio, saber quién soy y poder y aprender a contarlo a alguien que te escucha. Se nos propone crecer en unidad personal. No ser personas de fragmentos cosidos o pegados, sino con una coherencia temporal, biográfica, causal y temática. Que lleguemos a tener un hilo propio y común que nos arraigue y nos exprese, viviendo conscientes, adentrándonos cada uno en la propia herida para repararla y no dañar a otros, para no jugar al escondite en las relaciones y el desempeño profesional.

A riesgo de irnos de las Jornadas sin poder definir qué es esto de la madurez, siendo la hora de la comida, podríamos pensar: entonces, ¿a qué nos sabe la madurez?

  • José Carlos hablaba de esa fruta madura y deseable dan ganas d comerse porque sabe a prudencia, desarrollo de los individuos y de los grupos, plenitud, equilibrio, humildad, moderación no impulsiva, nobleza, transparencia.
  • Ciro nos daba a elegir entre helado de pistacho y menta, sin importar tanto cual elijo sino cómo lo elijo. Una llamada a vivir arraigados, conectados con la vivencia más profunda y verdadera de cada uno, aprender a expresarla y ojala, contar con otros con quien compartirlo para ser, lo más posible quien cada uno es.
  • A vosotros, con el trabajo de las compañeras del Comité de Ética, habéis dicho que os sabe a empatía, respeto, responsabilidad, creatividad, escucha… y muchas cosas más. Que echamos de menos el trato cercano, la comunicación, ¡la pasión incluso! Que valoramos especialmente la humildad, la responsabilidad, la sinceridad, la prudencia, la escucha activa…

En resumen:

  1. Estamos llamados a ser héroes heroínas, santos o nómadas… buscadores… No todo el tiempo, pero al menos desearlo y apuntar la vida hacia ese “plus”, ese más que hace del mundo y de la profesión un lugar donde se hace más deseable vivir. Ser tan audaces que nos reconocemos con creencias tan sustanciales que pueden sostener nuestros valores dejándonos interpelar por el otro y por la vida de tal manera que seamos capaces de cambiarlas. La madurez psicoemocional y ética es un compromiso valiente con el mundo: no basta con ser buenos. Hay que ser lúcidos primero con nosotros mismos, respetuosos con los demás, tengan el rol que tengan.
  1. Desconfiemos de quienes nunca dicen “de eso no sé”. Ojo a los convencidos de su “sabia ignorancia”, como decía Ortega, que tienen opinión de todo y saben de todo… aunque al final se dejan llevar por la corriente para alcanzar el favor del entorno. Cuidado con quienes no abren “agujeros de duda” (Ortega) en sus creencias y valores, de quienes no tienen criterio propio. Recordemos que si en un equipo de 20 todos piensan siempre igual, solo está pensando uno. Y es ahí, en las distancias cortas es donde nos la jugamos, como nos decía Mamen. Porque la virtud moral se ve por los pasillos, en conversaciones de despacho, en el trato entre nosotros y en el modo en que entramos a una habitación de una familia. Lo que vemos y experimentamos por los pasillos, pesa más que todas las teorías o discursos para gestionar y liderar o llevar a cabo el trabajo de cada uno.
  1. Se nos propone educar y formarnos porque “no se puede hablar de la ética del médico sin considerar que el profesional sea una persona virtuosa” (Pellegrini y Thomasma), Ojalá, salgamos de estas jornadas capaces de promover y defender sin pudor la necesidad de la formación moral y ética, la necesidad de crecer moralmente y no solo profesionalmente. Quizá salgamos de aquí con más herramientas para no bajar la cabeza antes actitudes de maltrato, de desprecio, de soberbia intelectual, de des-cuido de los pacientes… que frecuentemente se disfrazan de competencia técnica o autoridad profesional y en realidad expresan heridas y grietas personales, biográfica, emocionales, vitales… sin resolver. Porque grietas tenemos todos. La cuestión es cómo repararlas.

Es exigible mayor desarrollo moral cuanto mayor gravedad tienen las consecuencias de las decisiones que se toman. Si en todo grupo humano el desarrollo moral y la virtud puede ser lo que marque la diferencia, cuanto más en un ámbito donde las decisiones tienen consecuencias de tanta envergadura como es el mundo de la salud y el cuidado.

Que la tecnificación no eclipse la humanidad de los profesionales de la salud. “El tigre no puede destigrarse” (Feito) pero los humanos vivimos en riesgo permanente de deshumanizarnos, de perder la moral y el ánimo. Tener la moral alta, confiar en nuestras propias posibilidades para ser mejores.

Seamos humanos. Virtuosamente humanos. Al menos, lo mejor que podamos.