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Mayo - Junio 2025
Una espiritualidad desde abajo

En la “psicología de la salud y de los cuidados”, se está pasando de un modelo centrado en la enfermedad de la persona a un modelo que tiene en cuenta a la persona que padece una enfermedad, en la totalidad de su experiencia: un “modelo biopsicosocial” atento al sujeto, a su cuerpo, a su experiencia, a sus recursos, a sus vínculos afectivos y al contexto social en el que vive. Una variante de este modelo, el modelo “biopsicosocial-espiritual”, hace hincapié en la influencia de la espiritualidad en la salud de las personas.
La espiritualidad se encarna en la compasión, la cercanía y la ternura de nuestra mirada, nuestras palabras y nuestras manos, “al estilo de Jesús”. Y no al estilo de los amigos de Job, que predican la teología del momento, la de la retribución, pero son incapaces de empatizar con el sufrimiento de su amigo. Su teología habla de un Dios lejano, que premia a los buenos y castiga a los malos ya en esta vida. Pero eso no es lo que Job necesitaba y no es lo que necesitan las personas que sufren. Un poco más de conocimiento psicológico habría ayudado sin duda a su diálogo pastoral.
Elevarse a Dios
Hay una espiritualidad que parte de arriba y otra que parte de abajo. Anselm Grün y Meinrad Dufner nos recuerdan: «Hay una espiritualidad desde arriba, que parte de los principios de arriba y desciende a las realidades de abajo. Y hay otra espiritualidad desde abajo, que parte de las realidades de abajo para elevarse a Dios. La espiritualidad desde abajo afirma que Dios habla en la Biblia y por la Iglesia pero también nos habla por nosotros mismos a través de nuestros pensamientos y sentimientos, por nuestro cuerpo, por nuestros sueños, hasta nuestras mismas heridas y presuntas flaquezas». Y habla a través de las manos que cuidan con ternura y profesionalidad nuestros cuerpos enfermos. Es una “espiritualidad encarnada” en nuestras relaciones que ofrecen «el aceite del consuelo y el vino de la esperanza».
El camino de Cicely Saunders, fundadora del primer “hospice” moderno, consistió en “buscar a Dios” para sí misma y hacer perceptible su presencia a quienes cuidaba. El mejor reconocimiento fue cuando una enferma le dijo a un estudiante de medicina: “Algunas personas pueden leer sus Biblias y encontrar allí su ayuda, otras van a la iglesia y encuentran allí su ayuda, pero Él me cura de una manera diferente. Me envía personas”. No todos los enfermos hacen peticiones religiosas, ni utilizan abiertamente un lenguaje espiritual, pero siempre es posible captar mensajes en este sentido y preparar el camino para un encuentro con lo sagrado, con lo trascendente y con Dios.
Necesidades del enfermo
Las necesidades espirituales de los enfermos suelen estar entrelazadas con necesidades psicológicas y religiosas. Los profesionales de la salud no suelen estar formados para tenerlas en cuenta, quizá porque se piensa que es tarea exclusiva de los asistentes espirituales ocuparse de ellas, o quizá porque se confunden espiritualidad y religión. Las necesidades espirituales del enfermo son variadas: necesidad de encontrar un sentido a la enfermedad, un significado a lo que se está viviendo, para poder sobrellevarla en lo inmediato y soportar la carga a largo plazo; necesidad de que las propias creencias espirituales y religiosas y sus expresiones sean comprendidas y respetadas; necesidad de trascender la propia experiencia inmediata y ver la propia vida dentro de horizontes más amplios y en “un más allá” que toma diferentes nombres; necesidad de controlar el “dolor total”, incluso en el camino de la muerte; necesidad de perdonar y ser perdonado, de reconciliarse con la vida, con uno mismo, con los demás y con Dios; necesidad de conexión, pertenencia, apego y cuidado, de poder amar y ser amado; necesidad de sentirse “en buenas manos…” Y otras necesidades. El cuidado espiritual puede expresarse de diversas maneras, pero es una tarea que incumbe a todos los miembros de la comunidad que cuida y sana, individual y colectivamente.
Esperanza y confianza
“La necesidad de esperanza”, diversamente percibida y experimentada, es fundamental. En el viaje de los cuidados, la esperanza debe “renegociarse y redefinirse” continuamente: desde la esperanza de recuperación, cuando es posible, hasta la exigencia de una vida satisfactoria y con sentido incluso viviendo con la enfermedad. “La gran esperanza que no defrauda”, y que nos salva, debe encontrar anticipación en la realización de las muchas pequeñas esperanzas que acompañan a la relación asistencial: las esperanzas de la persona enferma, pero también las esperanzas de los familiares, profesionales y voluntarios que la asisten y cuidan. Es una esperanza conjunta.
Existe un vínculo especial entre confianza y esperanza. Si es cierto que la confianza alimenta nuestras esperanzas, no es menos cierto que nuestra esperanza sostiene nuestra confianza cuando no estamos seguros de seguir confiando.
Pero volveré sobre la relación entre confianza y esperanza en el próximo artículo.
Para seguir pensando:
GRÜN A. -DUFNER M., (2002) “Una espiritualidad desde abajo”. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, Narcea, 202310.
SANDRIN L., (2015) “Psicología del enfermo. El hilo verde de la esperanza”, Sal Terrae.
SANDRIN L., (2023) “La resiliencia de Job”. Sal Terrae.
SANDRIN L., (2025) “El estilo de Jesús. Compasión, cercanía y ternura”. Sal Terrae.
SANDRIN L., (2025) “In buone mani. La cura della fiducia”, Editoriale Romani.