Crisis: recortes, recursos y lecciones
Septiembre-Octubre 2012

Cambios sistémicos en la familia
Utilizo esa palabreja horrible, porque si hoy hablas de algo que no es sistémico, parece que nadie te va a hacer caso. Pero es que además viene bien en el tema, porque nuestras familias están sufriendo cambios que afectan a su sistema, a su estructura.
Soy de la generación que construyó su familia nuclear a finales de los sesenta del siglo pasado. Eran buenos años. Al terminar la carrera, rechazábamos trabajos porque eran, por ejemplo, en Almería, y algo nos saldría por aquí, por Madrid, cerca de los nuestros.
Así fuimos montando también la estructura de familia extensa cercana, casi compacta; los niños crecerían cerca de sus primos; nosotros, o nuestros padres, habíamos emigrado desde las provincias cercanas, y todo, los brotes del momento y las raíces originales, estarían a no más de una hora de tren o de autobús.
Como el modelo funcionaba, la familia nuclear y la familia extensa se fueron consolidando en un ambiente abrigado.
Pensamos que lo mejor era “dar carrera” a nuestros hijos. Y ellos aprovecharon las oportunidades.
No quisimos imponerles el modelo de familia, pero ellos, unos más que otros, sacaban satisfacciones del invento: las celebraciones de los cumpleaños eran multitudinarias, y de vez en cuando los primos alentaban sus propias excusas para organizar fiestas “de jóvenes” con sus nuevas parejas.
Al tiempo, iban construyendo sus proyectos profesionales. Al principio también por aquí cerca. Ahora ya no.
Cada mes miles de jóvenes con carrera salen de España para trabajar en los países más diversos; los más afortunados en Alemania, Estados Unidos o incluso Australia; los menos afortunados, a territorios menos “civilizados” con todo lo que ello puede llevar consigo.
De los de sin carrera, ni se habla.
Pero estamos en el modelo de familia. Y de su cambio de estructura.
Nuestros hijos emigrantes tendrán que crear y mantener su propia estructura familiar, diferente de la que han mamado. No es nada dramático, por supuesto, si tienen trabajo y las condiciones son razonables. No es nuevo en el mundo y no son de los más desafortunados.
Ellos son adultos y tienen recursos mentales y morales para hacerlo frente. A nuestros nietos, quizá les vemos más vulnerables; sin el corro de sus primos primeros y segundos; y sin el recurso siempre abierto a sus abuelos.
Tampoco quiero hacer protagonistas a los de mi generación; pero nosotros también sufrimos ahora el cambio sistémico que la crisis mundial ha traído sobre las estructuras de las familias.
Y como no hay crisis sin autocensura, nos vienen dudas de culpabilidad. ¿Elegimos bien el modelo de familia? ¿No fue demasiado cerrado? Hemos celebrado juntos multitud de acontecimientos gozosos, y llorado juntos, con enorme calor creativo, más de un revés ante la enfermedad y la muerte. ¿No habría sido menos doloroso –también menos enriquecedor- soltar desde los primeros momentos a los polluelos y cada uno a lo suyo?
Los padres de entonces, los abuelos de ahora, tenemos que retocar algunas de nuestras estructuras vitales. Bueno; estamos a tiempo y tenemos recursos en nuestras entretelas.
NO ES LO MISMO INMIGRACIÓN QUE EMIGRACIÓN.
Es sencillo: inmigración es cuando les pasa a las familias de los otros, y emigración cuando pasa en nuestras familias. Los sentimientos son distintos.Si no tenías un negocio propio al que afectase, no veías mal que se instalase “un chino” cerca de tu casa: horario amplio, surtido extenso.Si tampoco tu barrio era de los de concentración de ninguna etnia, pues bueno, el asunto era preocupante sólo a nivel ciudadano genérico.
La joven asistenta ecuatoriana que contratabas en casa, ya te ponía en contacto más directo con cuestiones personales y familiares de la inmigración: una familia rota en sentido literal, un sufrimiento tangible en sus ojos y en sus palabras, un deseo intenso por el agrupamiento familiar.
Ahora, que a algunos nos toca en lo personal, empezamos a mirar con distintos ojos a los que inmigraron hace años, y que muy probablemente lo hicieron en condiciones mucho peores que los nuestros que ahora emigran.