Inmigracion: otra mirada
Noviembre-Diciembre 2010

Mujeres inmigrantes. Eternas resurgentes

No hay que ir muy lejos para encontrarlas. Ahí están, en la calle, en el supermercado, en el bar. Realizando las tareas que nosotras no queremos. Paseando a nuestros hijos, limpiando nuestras casas, cuidando a nuestros ancianos. Son mujeres que han dejado sus hogares, hijos, familia, en el país de origen. Las que han tenido menos suerte están atrapadas por alguna mafia, y muchas de ellas ejercen la prostitución para pagar el alto costo de un sueño. Mujeres que saltan barreras y persiguen sueños, sí. Mujeres, las de siempre, que sacan adelante la producción y la reproducción de la humanidad. Son mujeres imparables. Son las mujeres inmigrantes.
Rosa María Belda, médico, mujer y madre
El derecho a migrar Es políticamente incorrecto decir que se está en contra de la inmigración, pero topamos con frecuencia con enormes reticencias entre la gente más común a la integración de las personas que migran. Lo que parece existir de fondo es un imaginario: “Soy el mejor porque he nacido aquí”, que se traduce en “nos quitan el trabajo, se aprovechan de nuestros recursos, empeoran el aspecto de los barrios, aumentan la delincuencia de las ciudades”. ¡Cuidado!, antes de hablar de las mujeres hemos de proclamar muy alto el derecho a migrar. O ¿no es lícito desear un salario más digno o una educación y sanidad mejor para nuestros hijos? La respuesta es evidente. También podemos expresarlo así: toda persona tienen derecho a elegir el lugar en el que vivi
Para tener criterios de opinión es preciso leer algunos informes, como el del PNUD 2009 sobre movilidad y desarrollo humanos. En este informe se dice: “Si se reducen las barreras que frenan el movimiento humano y se mejora el trato para quienes migran, se pueden obtener grandes frutos para el desarrollo humano. Sin embargo, se necesita una visión audaz para que estos beneficios se hagan realidad”. Esta es la realidad tantas veces velada por la mirada egocéntrica del habitante autóctono que piensa que el territorio nacional es propiedad privada y que los derechos humanos son sólo para unos pocos privilegiados.
Por otra parte, sabemos que no son las personas más pobres las que migran. Desde la lógica más simple se comprende que los habitantes de regiones que no disponen de agua potable, que no tienen sustento diario, y cuya esperanza de vida es de 40 años, tengan derecho a buscar un futuro mejor entre nosotros. Pero, tristemente, estos no tienen ni la fuerza ni los medios suficientes para marchar de donde están. Conocemos que son las personas emprendedoras y con ciertos recursos las que se plantean salir en busca de un futuro mejor.
La cuestión de la inmigración, en resumen, es un fenómeno complejo, que requiere un esfuerzo político de envergadura para trabajar en coordinación con los países de origen, que pasa por la responsabilidad de cada uno con los demás habitantes del planeta, para lograr un horizonte de humanidad en el que se respeten los derechos humanos y la dignidad de todos.
La realidad de las mujeres inmigrantes
Parten de los países de origen a la búsqueda de un futuro mejor para los suyos, con deseo de progresar y alcanzar un nivel de vida suficiente para mantener a sus familias. Salen de sus países de origen para alejarse de los conflictos bélicos, porque sienten sus vidas en peligro. Ellas, que llevan sobre sus espaldas el peso de la familia en muchos casos, se arriesgan, dejando lo suyo, desarraigándose de la tierra de la que se sienten parte, abriendo un horizonte de esperanza.
Se encuentran con diversas barreras. Especialmente si son mujeres procedentes del África subsahariana. Una de los principales obstáculos que sufren es la violencia sexual: son violadas en la ruta, no una, varias veces, tanto por varones migrantes como por autoridades migratorias de los países de tránsito y de llegada. Muchas declaran tener que prostituirse o mendigar para sobrevivir. Muchas se quedan embarazadas y los partos o abortos se producen en condiciones de insalubridad. Desconocen lo que es el SIDA y cómo se transmite, lo asocian con actos de brujería o maldiciones. La organización Women’s Links Worldwide, entre otras, ha publicado un estudio que se puede consultar en Internet sobre esta dramática realidad, no suficientemente denunciada.
Muchas de estas mujeres son objeto de la trata. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 2.500.000 personas en el mundo son víctimas de trata. Según Naciones Unidas, 4.000.000 millones de mujeres y niñas son víctimas de trata humana. Es un negocio que mueve miles de millones de dólares.
Conviene repasar la definición de este término. La trata de personas se refiere a “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o los servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos ”. (Art. 3º, Protocolo de Palermo, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional). La trata existe hoy día. Es una de las formas más lacerantes de esclavitud. Las víctimas son fundamentalmente mujeres.
Como decíamos, muchas de las que llegan al país de destino se ven obligadas a ejercer la prostitución. Entre las mujeres que ejercen la prostitución en España, el 90% son extranjeras y muchas de ellas en situación irregular, con hijos a cargo y con serias dificultades para encontrar otra forma de ganarse el pan. Sufren violencia sexual, pero tienen miedo a denunciar y terminar en la cárcel cuando no tienen papeles.
Mujeres que resurgen
Si la realidad de las mujeres inmigrantes permanece invisible y oculta, también su fortaleza está sumergida. ¿Cómo se puede entender que estas mujeres sigan luchando, trabajando, pariendo, cuidando? Del mismo modo que son hundidas, salen a flote, del mismo modo que son pisoteadas se unen para reivindicar los derechos. Cuando aún acallamos las voces feministas y las devaluamos, ¿sabemos lo que esto significa para las mujeres que están cruzando las fronteras cada día? Si cada uno de nosotros, varones y mujeres, fuéramos conscientes del valor y la pasión de cada una de estas mujeres, les haríamos un monumento. No son sólo víctimas, ni mucho menos. Son la fuerza de la resurrección colándose por todas las grietas de un mundo roto. Resurgen como el fuego de las cenizas desde la más profunda entraña de la Tierra.